Capítulo 25

1.4K 46 0
                                    

—Erick me estás asustando—Lo miraba fijamente con ojos atentos.

—Mayte, últimamente como que hemos tenido varias discusiones y problemas—Pasó las manos por su cabeza—No hemos estado cien por ciento bien.

—Si sé, pero tampoco han sido problemas tan grandes. Sólo han sido tonteras del momento y ya—Él miraba hacia el frente con los codos apoyados en sus piernas y muy serio.

—No me gusta cuando te pones tan pesada, te dejas influenciar por todos. Te dicen algo y te lo crees altiro y te pones indiferente conmigo.

—Perdón amor, se que a veces me pongo así pero no lo hago para dañarte o algo así.

—Pero eso no significa que no me molesta. Aunque no creas y aunque sea mínimo a mi si me afecta que te pongas pesada conmigo y que siempre pongas en duda lo que yo te digo—Me miró y apretó sus labios para luego soltar un suspiro—De verdad me duele, Mayte.

—Si alguna vez te he echo sentir así de mal te pido perdón porque nunca ha sido mi intención—Suspiré—Yo no quiero que te sientas así por mi.

—Yo nunca pongo en duda lo que tú me dices o lo que haces. Si me dices que vas para donde la Javi yo te creo, si me dices que nunca tuviste onda con el Camilo yo te creo y no te pongo en duda ni me dejo llevar por otros comentarios, ¿o me equivoco?.

—No lo haces—Miré el piso buscando una respuesta—Tal vez para mi es distinto porque tú eres famoso y puedes tener la mujer que tú quieras y me sorprende que aún así quieras estar conmigo—Pasó las manos por su cara y luego se tapó la cara con ellas. Noté que estaba afectado.

—Aunque pueda tener a las que yo quiera no lo haría, Mayte. ¿Como es que aún no te das cuenta?—Yo solo lo miré y sentí que mis ojos se cristalizaban al instante—Desde un principio te dije que te quiero a ti, que te necesito y que eres la única mujer que hace por mí lo que nunca otra ha echo.

—Perdóname, amor—Sequé rápidamente las primeras lágrimas que comenzaban a deslizarse por mi cara—Prometo que ahora las cosas cambiarán.

Nos quedamos en silencio unos minutos, por mi parte no podía retener las lágrimas que se me salían y para mi sorpresa; él tampoco. Ambos llorábamos y verlo así me partía el corazón en mil pedazos.

—Yo sólo quiero que todo esté bien entre nosotros—Dijo cuando limpiaba su cara con el puño de su polerón—Yo te amo, Mayte.

—Y yo te amo a ti, como tú no te imaginas—Se acercó y me abrazó fuertemente y yo también a él.

—Te amo—Me besó la frente y luego con una mano me acarició la mejilla—Yo quise hablar esto contigo porque, y sé que es prematuro decirlo pero estoy muy seguro, a pesar de todo Mayte yo quiero quedarme contigo.

—¿A qué te refieres?—Lo miré un poco pensativa.

—A que te quedes conmigo en Italia, que vivamos juntos en ese país, en este o en el que venga—Entonces tomó una de mis manos y la sostuvo con fuerza—Mayte, yo quiero que nos casemos.

Entonces sentí que todo el mundo a mi alrededor se quedó en pausa. A penas cumpliríamos 7 meses de pololeo y lo sentía y lo veía bastante seguro de lo que decía. Pero una cosa es vivir juntos y otra es casarse y pasar toda una vida juntos y que de tomar esta decisión a la ligera podría significar muchos problemas. 

—Erick, ¿estás seguro?—Le pregunté sorprendida.

—Muy seguro, ¿tú no?.

—Pero casarse es otra cosa.

Eres lo que necesito.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora