1 | La fila de la comida y una chica pelirroja.

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Primer día de clases, ultimo año.

Me removí incómodo sobre la cama, sintiendo como la irritante alarma de mi móvil me golpeaba los tímpanos. ¿Ya es de día? ¿Enserio? Parece que fue hace solo unos minutos cuando finalicé la llamada con Valkiria, deje el teléfono móvil sobre la mesita y me hundí en las sábanas de mi cama cual ratón en su nido. Abrí los ojos perezoso y metiendo una mano en mi bóxer me rasqué la cosa en cuestión, para acto seguido bostezar y estirarme como un gato, agarrándome a la cabecera para ayudarme, sintiendo como todos mis músculos se tensaban lentamente bajo mi piel. Me senté lentamente en el borde de la cama pasándome la mano por el pelo, apartando de mi mente la idea de volver a meterme en ella y hacerme el muerto. Encajé los pies en mis zapatillas y me levanté para acto seguido buscar una camiseta en mi cómoda y colocármela con rapidez. Como todos los días abrí las ventanas de mi habitación para que esta se airease un poco y no fuese tan intenso el olor a hombre, saqué momentáneamente la cabeza sintiendo como la brisa agitaba levemente mi cabello haciendo que algunos mechones de mi pelo rubio me nublasen la visión. Un hombre montado en una motocicleta bastante antigua circulaba lentamente por la calle haciendo un molesto ruido, si, supongo que este señor no quiere que nadie se quede dormido en su primer día de clases. Escuché la puerta abrirse tras mi.

—¿Adler?—la dulce voz de mamá resonó por la habitación. Me giré para mirarla y ella me regaló una suave sonrisa—Buenos días—me saludó con delicadeza entrando en la habitación y estirando las sábanas de mi cama, me acerqué rápidamente a ayudarla—¿Nervioso?—preguntó con cierta diversión, yo negué con suavidad.

—No mucho—admití—Pero tengo ganas de ver a mis amigos—intenté ser positivo. Una vez la cama estuvo hecha se acercó a mi y me besó la frente. Mamá es mucho más baja que yo por lo que suelo tener que agacharme levemente cuando ella quiere hacer contacto con mi rostro.

—Claro que si, ahora baja a desayunar, papá ha preparado tostadas con mermelada—me pasó la mano por la espalda, mientras salíamos de la habitación—Yo tengo que irme ya, voy tarde—dijo con rapidez. Asentí metiéndole un mechón de pelo tras la oreja. Cuando bajamos las escaleras, escuché las voces de Kate y papá desde la cocina.

—Necesitas desayunar bien si quieres tener mucha energía en tú primer día de clases—resonó la voz de papá hablándole a la pequeña. Mamá entró en la cocina, yo tras ella, papá me sonrió.

—Buenos días Adler—me saludó mientras preparaba unos cereales con leche. Si, técnicamente los cereales son para la niña pero siempre los he adorado y suelo meterles mano de vez en cuando.

—Adler, Adler, Adler, Adler—repitió Kate una y otra vez, yo me acerqué y le ofrecí la mano, ella me chocó los cinco con energía. Cuando Kate nació era la niña más tranquila que había visto jamás pero como ya he dicho eso fue cuando nació. Al poco tiempo la niña no solo aprendió a andar si no que también a hacer acrobacias y a montarse por los muebles de la casa dando lugar a constantes moretones en sus rodillas aunque ella parecía ignorarlos completamente.

—Yo debo irme—comentó mamá con rapidez dándole un beso a Kate en la nariz, esta gruñó cual león, a mi pequeña hermana no le gusta demasiado el contacto físico, parecía agobiarla. Papá se acercó a mamá y le dio un beso en los labios agarrando su trasero de forma juguetona, gesto que no me pasó por desapercibido—Tened todos un buen primer día de clases—nos sonrió tomando su maletín con rapidez y las llaves de casa para acto seguido agitar su mano mirando a su bebé, esta la miró agitando su mano con fulgor.

—Kate deséale un buen día a mamá—dijo papá plantándole un gran cuenco de cereales delante. Aparté lentamente una de las sillas de la mesa de la cocina y me senté.

Audrey petricorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora