15 | Una vieja enferma.

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Al rededor de las seis de la madrugada del domingo la puerta de mi habitación se abrió con lentitud. Me quedé mirándola intentando entender si estaba soñando despierto o si había algo que realmente la había hasta dejarla semi abierta. Quizás Santa Claus se había dado cuenta de que era un buen chico y había decidido venir a por mi a finales de septiembre para llevarme al Polo Norte con él.

La puerta se cerró lentamente y la oscuridad se tragó la habitación de nuevo. A pesar de todo ya sabía lo que venía ahora. Escuché unos pasitos diminutos dirigiéndose hacia mi cama y después como algo o más bien alguien trepaba hasta subirse sobre mi colchón. Gimoteé levemente y me di la vuelta para ver el rostro de Kate y su pelo revuelto.

—¿Qué pasa?—susurré.

—He tenido una pesadilla.—contestó la pequeña tirando de las sábanas hasta taparse. Solía acudir a menudo hacia mi habitación cuando tenía algún mal sueño.

—¿Qué has soñado?—murmuré con suavidad intentando mantener los ojos abiertos. Noté como se arrimaba a mi bajo las sábanas.

—Que un monustro grande, peludo, azul y con cornos me perseguía—Balbuceó sin sacar la cabeza. Siempre solía soñar con monstruos con cuernos, alguna explicación debía de tener.

—Pero si ese es Sullivan de Monstruos S.A.—Susurré cerrando los ojos. Ella tardó unos segundos en responder.

—¿Gatito?—preguntó y yo asentí. A veces mi hermana podía ser igual que Boo, la niña de mountruos S.A, a decir verdad.

—Si, gatito. No tienes que tenerle miedo—ella asomó mi cabeza al escuchar mis palabras—Los monstruos no deberían darte miedo, también tienen corazoncito—dije posando un dedo en la parte izquierda de su pecho. Ella sonrió y buscó mi mano a través del colchón. Cuando su mano cálida se encontró con la mía sentí como de costumbre que dormiría más tranquilo teniéndola a mi lado.

—Tú eres mi gatito—me dijo y yo le sonreí débilmente.

—Y tú eres mi Boo.—Ella me sonrió de oreja a oreja. Besé su frente—Ahora duérmete.—Y dicho esto cerró sus ojos y yo la imité.

Cuando tres horas más tarde volví a la vida, Kate dormía a pierna suelta sobre mi cama. Dormida parecía un angelito y no podía evitar recordarme cuando no era más que un bebé de un par de meses y me llevaba con ella todo el día en brazos.

"Eres el único que la calmas" solía decirme mamá por aquel entonces. Ahora nadie conseguía calmarla pero también me gustaba de esta forma. Me calqué los ojos con los dedos y bostecé de forma silenciosa para no despertar a la niña. Alargué mi brazo y tomé mi móvil que descansaba sobre mi mesita de noche. Le envié un mensaje a Valkiria dándole los buenos días y leí uno de Mike que decía: "¿Estás despierto?". Le conteste con un mísero si, incapaz de teclear mucho más a estas horas. Acto seguido le hice una foto a Kate y se la mandé a mamá. Ella no tardó en contestarme con unos emoticonos de caras que tenían corazoncitos por ojos.

Que preciosa es.

Escribió también mamá. Pasaron unos segundos hasta que me llegó otro de sus mensajes:

¿Está en tu habitación?

Le contesté:

Conmigo en la cama. Tuvo ayer una pesadilla.

No esperé a que me contestase si no que simplemente arropé a Kate y tras bajar con cuidado de mi cama salí de la habitación de forma sigilosa y bajé las escaleras. Encontré a mamá en la cocina, escribiendo lo que posiblemente sería una respuesta a mi último mensaje. Levantó la cabeza y me sonrió para acto seguido dejar el móvil sobre la mesa.

Audrey petricorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora