11 | Casualidades con un lienzo de por medio.

981 84 34
                                    

Me até mis converse negras sentando en la cama, con nulas ganas de despegarme de su placentero calor. "Tienes que ir a por el coche" me recordaba una y otra vez. Quizás se preguntabais cómo era capaz de mantenerme en pie a las nueve de la mañana después de una noche como la anterior. Yo tampoco lo sabía.

Me había llevado toda la noche pensando en el coche, no me gustaba aquella zona y dejarlo allí toda era bastante peligroso. ¿Qué haría si me habían robado el coche? No quería ni pensar en ello, estaba muy a gusto con mi coche y no me apetecía tener que acostumbrarme a otro. Me puse en pie y me miré al espejo. Me detuve en las grandes ojeras que surcaban mi rostro mucho más pálido de lo normal. Tenía un aspecto de mierda.

A pesar de que me había peinado a conciencia tenía el pelo encrespado. Me dolía la garganta, posiblemente como consecuencia del rato que pasé vomitando ayer. Vaya asco. A pesar de que me había duchado el olor a vomito seguía inundando mis fosas nasales, ¿Cómo podía ser? Estaba limpio...Bajé las escaleras hasta el piso primero para encontrar a mamá en la cocina con la vista perdida en la ventana que daba a la calle y un café vaporoso entre las manos. A pesar de su ensimismamiento se giró de inmediato para mirarme.

—Buenos días. No esperaba encontrarte despierto tan temprano—dijo llevándose la taza a los labios y dando un delicado trago me señaló con la cabeza a sabiendas de que no iba a obtener respuesta de mi parte—¿Llegaste tarde verdad? Te oí llegar con Valkiria, creo—asentí  tomando las llaves de casa y jugueteando con ellas. Me acerqué a mamá y dejé un suave beso sobre su sien. Ella aprovechó para observarme de cerca y posar una de sus pequeñas manos sobre mi mejilla.—Tienes mal aspecto...¿Bebiste ayer?—Asentí nuevamente.

—Creo que se me fue un poco la mano—Era una forma delicada de resumir mi estado de ayer. No era necesario preocuparla de más. Mamá chasqueo la lengua y me paso el pulgar sobre las ojeras como si quisiese borrarlas.

—¿A dónde vas?—preguntó curiosa dejando la taza de café sobre la encimara y buscando en el cajón donde guardábamos los medicamentos un ibuprofeno.

—A recoger el coche, lo dejé cerca del antro a las afueras de la ciudad...Me trajo Mike, no quería conducir después de aquellas copas—negué acariciando la superficie de la mesa de la cocina distraído. Mamá tomó un vaso, lo lleno de agua y se acercó a mi para dármelo junto a la pastilla. Le di las gracias y acto seguido me la tomé para después apurar con el vaso de agua, aún me sentía sediento. Dejé el vaso en el lavavajillas mientras la mirada preocupada de mamá me seguía por la cocina. La miré.

—¿Qué pasa?—pregunté con delicadeza. Aunque sabía que pasaba.

—No deberías haber bebido tanto—negué con delicadeza.

—Concuerdo contigo pero estoy bien mamá. Voy a ir a por el coche y después quizás me pase a ver a Cayden y a Hester.

—Está bien, dales saludos de mi parte. Tu padre está durmiendo por cierto, Kate nos dio ayer la noche, no pudo dormir hasta las tres de la madrugada—dijo. La miré fijamente, ahora que me fijaba ella también parecía cansada.

—Deberías tomarte ese café e irte a la cama, es muy temprano.—Mamá agitó la mano en el aire, quitándole importancia.

—Es que quería asegurarme de que habías llegado a casa y no lo había soñado y una vez despierta pues he pensado que quizás podía ponerme a limpiar la cocina, necesita que le pase la fregona—negué tajante.

—Te tomas el café y vuelves a la cama ya—le dije y ella  asintió con torpeza.—Es domingo y necesitas descansar—mamá volvió a sentarse y tomó su café, con la espalda encorvada. Trabajaba demasiado.

Audrey petricorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora