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Al abrir la puerta de la casa dos cabezas se asomaron rápidamente por el salón, contuve el aire. Sabía lo que se venía. Debí contestarles al teléfono. ¿Por qué no lo hice? No sabría decirlo. Me encontraba aturdido por la presencia de Audrey y ahora que volvía a la realidad me daba cuenta del estrago que yo mismo había creado en un par de horas. Cayden y mamá me miraron fijamente, el primero algo más sosegado, la segunda histérica.

—Adler, por Dios—se acercó a mi mientras dejaba la mochila en el suelo al mismo tiempo que intentaba maquinar rápidamente una buena excusa para no haber contestado a ninguna de las llamadas. Mamá me puso las manos en los hombros y después tomó mi cara para que la mirase. Que distinto era todo: En su momento, Cayden podía desaparecer días enteros y nadie se atrevía a abrir el pico, en cambio si yo desaparecía un par de horas todo el mundo se alarmaba rápidamente.—¿Dónde te has metido? Te hemos llamado mil veces, estaba tan preocupada por ti...—suspiró y se mordió el labio. Su tono de voz denotaba enfado y alivio a partes iguales. Cayden simplemente me estudiaba fijamente con la mirada detrás de mamá.—Tu padre está buscándote—dijo negando al ver que no pretendía contestar nada. Las palabras se me habían quedado atragantadas en la garganta.

—Te dije que estaría bien...—le dijo Cayden con suavidad a mamá, esta le miro y tras soltar un pequeño suspiro se apartó levemente de mí para dejarme respirar. Les miré, acto seguido me saqué el móvil del bolsillo y se lo mostré a ambos, agradecí mentalmente que estuviese apagado.

—Se me ha quedado sin batería—me disculpé agitándolo suavemente en el aire—Es por eso que no he contestado—mentí incapaz de mirarles directamente a los ojos, me sentía culpable.

—¿Pero donde has estado?—preguntó mamá moviendo sus manos con un gesto aún nervioso, alzando inconscientemente la voz, Cayden le dio un delicado apretón en el hombro.

—Vas a despertar a Kate—le recordó con delicadeza, ella le miró y respiró hondo varias veces al mismo tiempo que asentía—Además, está bien, no hay de que preocuparse—le recordó con cariño. Mamá me miro a la espera de una respuesta por mi parte.—Llamaré a papá para avisarle—comentó Cayden apartándose levemente de nosotros y sacando su móvil del bolsillo.

—Valkiria nos dijo que la habías dejado en casa y que se suponía que tú venías hacia aquí, por eso me he asustado—se disculpó con nerviosismo. Negué con lentitud, pasándome los dedos por el cabello. Valkiria sabía que no había llegado a casa después del instituto. ¿Que iba a decirle? Me preocupaba contarle lo que había ocurrido. ¿Porqué? Por algún motivo que desconocía totalmente, sentía que haber ido a comer con la pelirroja no era adecuado...¿No había ningún inconveniente en salir a comer con una amiga, verdad? ¿Porque sentía entonces que estaba engañando a Valkiria? ¿Me estaba volviendo loco? Solo había almorzado con una chica, el hecho no tenía nada de malo.

—Fui a almorzar con una amiga—murmuré finalmente en voz baja. Sus ojos no se apartaron de mí. Tomé mi mochila para subir a mi habitación, intentando dar por acabada la conversación pero como era de esperar mamá no se sintió conforme con la respuesta.

—¿Con qué amiga?—mamá conocía a mi grupito de amigos ya que básicamente lleva siendo el mismo desde que era un renacuajo y teniendo en cuenta que nuestras quedadas de los sábados se basaban en ir a la casa de alguno de nosotros, pedir pizza y ver una película, no tendré ni siquiera que decir que mamá les conocía a todos. Me quedé callado. Por algún motivo me era difícil pronunciar el nombre de Audrey, se me quedaba atascado en la garganta, vete tú ha saber el porqué.

—Con una nueva chica que hemos conocido en el instituto. Me la encontré de vuelta a casa y la invité a almorzar para charlar un rato y conocernos mejor—agité la mano en el aire quitándole importancia a lo sucedido como si realmente no la hubiese tenido. ¿Había disfrutado ese almuerzo al máximo? Si, para que negarlo. Creo que Audrey Petricor era una de esas personas que convierten una velada en algo especial con el solo hecho de su presencia. En aquel momento era ajeno a la existencia de almas tan especiales como las de la chica petricor, de almas que te transformaban, te adormecían y al mismo tiempo te llenaban de vida como la suya.

Audrey petricorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora