21 | La teoria de las estrellas.

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El lunes por la tarde, los chicos propusieron pedir unas pizzas y pasar un rato en casa de los abuelos de Harper. Recogí a Valkiria al rededor de las ocho y nos reunimos con Valkiria y Laura diez minutos después. Harper estaba vaciando una lata de Coca cola en su garganta y Laura estaba chupeteando una piruleta roja en forma de corazón, agarrando el bastoncito de esta entre el índice y el pulgar.

—Buenas tardes—dije sentándome en el sofá, sacándome del bolsillo trasero del pantalón la cartera y las llaves del coche. No pensaba llegar tarde a casa y había decidido no tomar las llaves.

—Buenas tardes—dijo Harper mirando algo en su teléfono.—¿Alguien sabe cuando coño va a venir Mike? Yo paso de esperarle para pedir la pizza—dijo en tono cabreado. Valkiria se quedó mirándola.

—Bueno, tú sabes que el siempre pide lo mismo: Pizza de barbacoa.—le recordó con delicadeza. Ella bufó y se puso de pie con el teléfono.

—Que le den, yo no pienso pedirle nada sin que esté aquí, paso.—gruñó marcando el teléfono de la pizzería y llevándoselo a la oreja para después desaparecer del salón para poder hablar con más tranquilidad. Harper y su pasión por quejarse de Mike. Laura y yo nos quedamos mirándonos. Desde que Mike me confesó que se habían besado sentía como mi amiga se ponía colorada con la simple mención de su nombre, además de las miraditas que se dirigían a la hora de la comida.

—No creo que Mike tarde mucho...—dijo Laura en un murmullo. Valkiria agitó la mano en el aire.

—Sabes que Harper va a pedir su pizza por muy enfadada que esté.—le aseguró. Tenía razón, Harper no era tan capulla por mucho que algunas veces se propusiera parecerlo.

—Si tú lo dices...—dijo Laura tomando su vaso de zumo y recostándose en el sofá.—¿Como llevas el trabajo de biología?—le preguntó a Valkiria retorciéndose las puntas de uno de sus mechones de pelo.

—Regular.—bufó Val pellizcándose la yema de los dedos.

—¿Y tú?—me preguntó Laura a continuación. No me dio tiempo a responder porque Harper cruzó la habitación de forma rápida y llevada por el mismo diablo hacia la ventana del salón. Retiró levemente las cortinas con brusquedad para asomar la cabeza entre estas y observar algo en la calle. Era Mike, conocía perfectamente el ronroneo del motor de su coche. Harper cerró las cortinas con fuerza, como si diese por acabada una obra de teatro importante.

—Se va a enterar este de lo que vale un peine...—gruñó quitándole el cerrojo a la puerta principal pero sin llegar a abrirla.

—Esconderse tras el sofá.—nos ordenó en un susurro malhumorado. Laura la miró con el ceño fruncido y dejó su vaso de zumo sobre la mesa.

—¿Que nos escondamos detrás de la mesa?—preguntó. Harper apagó la luz del salón. Las chicas se levantaron y se metieron tras el sofá pero yo me quedé mirándola. ¿Era necesario hacerle a Mike lo que quiera que vaya a hacerle?

—Adler Haggard. Metete tras el puto sofá si no quieres que te arranque el dedo pulgar de un bocado.—rugió tan alto que me hizo dar un brinco y levantar las manos en son de paz para sentarme tras el sofá, junto a Laura y Valkiria. Los tres compartimos una mirada confundida. Harper estaba más loca cada día. La luz del salón se apagó de golpe y vi de reojo con Harper se escondía junto a la puerta, aunque con tanta oscuridad era imposible casi distinguirla. En un movimiento rápido, la chica desconectó la fuente de luz de la casa. ¿Pero que está haciendo? Valkiria soltó un gritito cuando todo quedó a oscuras y Laura le tapó la boca con la mano de forma rápida. A los segundos escuchamos como unos pasos se aproximaban tranquilos hacia la puerta y después escuchamos como pegaban al timbre. La casa le respondió a Mike con un silencio abrumador. El chico puso la mano en la puerta y la empujó hasta que se abrió de par en par.

Audrey petricorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora