23 | Mar inexplorado

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Miré a Valkiria y pensé: ¿Que he hecho? Mi mirada volvió al impresionante cuadro que había a su espalda. Me sentí entre la espada y la pared. Tenía muchísimas ganas de abrazar a Audrey y darle la enhorabuena pero no podía llegar a sentirme feliz del todo viendo como a Valkiria se le caía el alma a los pies. Nos miró a Audrey y a mi un par de veces.

—Eres tú.—dijo con voz queda. Asentí tragando en seco. Era yo o al menos eso creía, si. Su mirada se enfureció y fue a caer sobre Audrey.—¿Le has pintado tú?—preguntó y la pelirroja asintió. Estaba nerviosa: tenía las manos apretadas con fuerzas contra su cuerpo.

—¿Te gusta?—preguntó Audrey con un tartamudeo. Su pregunta era inocente y eso fue lo que más me preocupó porque no esperaba que la respuesta de mi chica lo fuese.—Puedes quedártelo si quieres.—le ofreció. Valkiria la miró impertérrita y negó.

—Vete de aquí, Audrey.—dijo con tono contenido mirando hacia la entrada. Miré a la pelirroja e intenté ofrecerle una disculpa con la mirada pero ella tenía su mirada clavada en Val, parecía asustada.

—Sí, lo siento.—y acto seguido se fue, llevándose su olor a petricor consigo.

—Dame una explicación razonable, Adler.—murmuró Valkiria con los ojos cerrados. Asentí.

—Ven, vamos a fuera.—le dije. En el mismo momento en el que Val me siguió hacia el exterior del instituto de nuevo supe que la cosa era grave, no solía saltarse clases así como así. La intenté atraer hacia mi en un intento de hacernos sentir mejor a ambos pero ella se apartó.

—Ahora mismo no, por favor.—me dijo y yo asentí. Intenté llevarla a un lateral del instituto para poder hablar. La sirena sonó y los últimos rezagados iban tan mal de tiempo que subieron las escaleras rápidamente y sin mirar el aspecto que tenía Valkiria. Ella avanzó hacia mi coche y supe que prefería hablar allí. Saqué la llave y ella ni siquiera me dejó abrirle la puerta del copiloto si no que entró ella y cerró dando un portazo. Me quedé quieto por unos segundos fuera del coche. No sabía que iba a decirle. Al entrar me entretuve encendiendo la calefacción mientras que ella seguía mis movimientos con la mirada apagada.

—Adler, di algo ya, me estoy poniendo nerviosa.—dijo y yo asentí.

—Si. Tranquila.—Le puse la mano sobre su rodilla y ella volvió a rehuir a mi contacto encogiéndose y apartando la pierna.—Audrey me ha pintado, no hay mucho más, cariño.—Le dije. La última palabra me chirrió en la boca y en la mente como nunca lo había hecho.

—Audrey te ha pintado. ¿Cuantas veces han sido?—preguntó y yo me quedé mirándola confundido.—¿Cuantas veces habéis quedado?—preguntó. Me quedé mirándola a los ojos.

—No lo sé, cinco o seis veces. Me la encontré cuando fui a recoger el coche después de que fuésemos por la noche al pub de mala muerte que hay a la salida de Casiltown y me pidió que posara para ella.—dije algo alterado. Vi como mis palabras impactaban contra ella.—Necesitaba alguien con pecas.—le expliqué.

—¿Alguien con pecas? ¿Acaso eres tú el único chico con pecas de Casiltown?—preguntó indignada.

—El único que ella conocía, al menos.—dije y ella negó y se dio un suave golpecito de frustración con el puño en la frente.

—Mira Adler, he escuchado cosas muy feas de Audrey.—dijo. Me tensé de inmediato, mis alarmas volvieron a dispararse una vez más.

—¿El qué?—pregunté de inmediato y ella negó.

—Da igual.—dijo y yo negué con rapidez y le puse las manos en los hombros.

—¿El qué, Valkiria?—insistí y ella me miró dolida.

Audrey petricorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora