Parte 10 sin título

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Cuando volvimos al barrio A me sentí un poco más, ¿aliviado? No sé, me agradaba la idea de estar de nuevo en casa.

Bill se despidió rápidamente, al parecer había salido un capítulo nuevo de un anime en emisión que se estaba viendo, así que se fue con prisa. Por otra parte le dejé mi apartamento a Jess, pero al día siguiente se marcharía. Quise encender un cigarrillo, pero todo el paquete estaba mojado por culpa de aquel sistema anti-incendios, así que bajé a mi apartamento, pero de camino me encontré con Estrella, quien estaba recostada en la pared, mal herida y cuando me vio se me tiró encima.

Estrella: Zeta...

Zeta: ¿Qué ha pasado Estrella?

Estrella: T-Tu...ma-madre ha...vuelto...Tiene a-a María...

No podía creer lo que estaba diciendo aquella mujer, pero después de ver su estado, junto a lo que me dijo Ren; no había duda, mi madre estaba de vuelta. Dejé a Estrella en el suelo y me dirigí una vez más a mi vivienda, donde ya se encontraban Jess y su hija durmiendo juntas en mi cama.

Agarré munición, un paquete nuevo de cigarrillos y salí de allí. No recuerdo hacía cuanto tiempo no sentía un cabreo tan inmenso como el de aquel momento.

Comencé a bajar los pisos y como siempre, mi madre tendría secuaces para resguardarla. Cargué el revolver y comencé a matar a todos aquellos hombres trajeados que me iba encontrando, no quería darles tiempo de reaccionar, aunque hubo uno que se me escapó.

Bajé más rápido las escaleras para poder llegar hasta él antes de que avisara a mi madre, pero fue demasiado tarde. Llegó antes a las puertas del burdel y...

???: ¡Madam! ¡El chico, ya-

Lo maté antes de que siguiera hablando y entré al lugar. No me gustaba la idea de entrar a un burdel, las escenas que presenciaban me desagradaban, pero llegó un momento en el que eso ya no me importaba.

Frente a mí, en el escenario central, rodeado de hombres mascota y algún que otro guardia, mi "madre" sentada en un trono de gran precio, utilizando a sus hombres como reposa-pies.

Madam: Mirad a quien tenemos aquí. ¡Si no es más ni menos que mi hijo favorito!

Dejé que la arpía hablara mientras me fijaba en cuantos guardias tenía alrededor. Había contado 6, pero el problema es que a mi alrededor había muchas personas copulando, y entre ellas también podría haber algún guardia.

Me comenzó a picar la cabeza de tanto pensar y sin miramientos disparé a aquella mujer. Esta se defendió con una de sus mascotas y al instante los guardias a su alrededor fueron a sacar sus armas para dispararme, pero fui más rápido.

Acabé con 4 de ellos y usé una mesa como parapeto mientras recargaba el revólver. Y salí de nuevo para acabar con los otros dos, pero mis sospechas estaban en lo cierto y de la orgía que nos rodeaba uno de sus secuaces me disparó en el hombro izquierdo. Aunque fue su último movimiento, pues acabé con su vida un instante después.

Madam: ¡Bravo! ¡BRAVO!

Se levantó la mujer de aquel trono mientras pisoteaba a sus mascotas y aplaudía.

De nuevo traté de vaciar mi cargador sobre ella, pero puso el cuerpo de otro de sus subordinados frente a ella.

Madam: Hijo, no te apresures y disfruta de la función que te tengo preparada.

Las cortinas a sus espaldas se abrieron bruscamente y dejaron ver a María, magullada, en el suelo, y a un hombre musculoso de unos 2,25 metros, desnudo y con una polla igual de grande a sus proporciones.

Con un chasquido de dedos de mi "madre" el hombre agarró a María del abdomen y la levantó.

María: No...¡Suéltame, te lo suplico! No...¡No quiero más!

Madam: Normal, debes estar cansada. Después de todo has tenido que aguantar hombre tras hombre hasta que ha llegado tu príncipe azul.

La bestia aquella sin embargo no escuchó ni tomó en cuenta los esfuerzos de la pelirroja por resistirse y la puso justo sobre su polla, dejando la punta en la entrada de su vagina.

A mí personalmente no me importaba eso, pero quería acabar con la mujer que tenía enfrente y dejé el arma el suelo para después salir corriendo a por ella.

No sé cuando ni como, pero al parecer tenía conocimiento de combate cuerpo a cuerpo y así fui a golpear a aquella arpía, aunque fuese solo con mi brazo derecho.

Pero ella sabía defenderse y daba igual el ataque que hiciese, era bloqueado y devuelto.

Fui a golpear su abdomen, pero bloqueó mi puño con ambos brazos y después los levantó, levantando también mi brazo y dejando mi cuerpo al descubierto para una patada suya.

Salí disparado por los aires por la potente patada y me llevé conmigo un recuerdo poco agradable.

Madam: Oh, eres tan amable cariño, me estaba molestando ya el zapato.

Tenía su zapato de tacón incrustado en el pecho, pero sin llegar a ningún órgano. Me lo quité y comenzó a salir sangre a borbotones.

Zeta: *¿Qué sucederá antes, me desangro o la mato?*

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