Capítulo 3

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Había estado tan pendiente a Destino y a los demás caballos que había olvidado a lo que venía realmente. Ahora tenía que decidir cuál montar durante esta semana: Embrujo, Zafiro, Sombra, Luna o Tormenta. Me gustan todos tanto, que no sé a cual elegir. Como aún no sé nada de nada descarto a Embrujo, que es experto en saltar; a Luna, experta en campo a través y a Tormenta, en doma clásica. Los restantes son Zafiro y Sombra, que creo que son los mejores para empezar en el mundo del caballo.

-¿Sabes ya cuál, Mia?- me pregunta Bruno tras haber estado unos minutos callada y pensando.

-Sí, ya lo sé. He decidido montar a Zafiro, me parece que es con quién puedo aprender mejor lo básico. Además, es muy cariñoso conmigo y creo que podemos llevarnos muy bien.

-Muy buena elección. Se porta muy bien con los niños siempre, te ayudará mucho. Ven, vamos a prepararlo y luego podremos salir a la pista.

Sigo a Bruno de nuevo a los establos hasta la cuadra de Zafiro. Cuando llegamos abro la puerta y entro en el interior. Nada más verme, Zafiro se acerca a mí y me roza con el hocico el hombro para después apoyar su cabeza en él. Me entretengo acariciándole hasta que Bruno aparece con un cabezal, lo que se le pone alrededor de la cabeza para guiar al caballo con la cuerda. Sacamos a Zafiro de la cuadra y lo llevamos fuera del establo, donde hay unas argollas para atarlo.

-Quédate aquí mientras voy a por las cosas y la montura al guadarnés.- me dice Bruno.

Cuando llega trae una caja verde de plástico que contiene varios cepillos y un limpiacascos. Me dice que el más alargado es para quitar el polvo del cuerpo y el corto para la crin y la cola, y que cuando acabe de cepillarlo le quite la suciedad de los cascos. Cuando ya está listo, Bruno trae una manta, la montura y la cabezada con las riendas. Le ayudo a ponérselo todo y observo el resultado final.

-Bueno, ya está listo. Vamos a llevarlo a la pista y allí podrás montarte con unas pequeñas escaleras de plástico que tengo.

Sujeto a Zafiro por las riendas y lo llevo tras Bruno hasta la pista. Una vez estoy en la puerta entro y noto cómo la suave arena de la pista se me mete en los zapatos.

-Tendrás que comprarte unas botas si no quieres llevarte toda la arena, además de unos pantalones de montar- dice Bruno.

-Claro, mañana iré a la tienda y lo compraré todo antes de venir a la siguiente clase.

Me trae las escaleras que dijo antes y las pone en la arena entre Zafiro y yo. Entonces sé que ha llegado el momento que tanto esperaba, y noto cómo los nervios empiezan a amontonarse dentro de mí. Estar aquí a punto de cumplir mi sueño es impactante, un sueño que se encuentra a tan solo tres escalones. Recordaré este día siempre, sé que nunca lo olvidaré.

-¿Estás nerviosa?- me pregunta. Yo asiento con la cabeza y continúa hablándome.- Tranquila, te prometo que te encantará, todo el mundo siente lo mismo la primera vez. Venga, sube.

Miro al frente, Zafiro está quieto y esperándome. Subo el primer escalón, luego otro y después el último. Ya empieza a notarse todo un poco más alto. Pero eso no me importa. Apoyo mi pie izquierdo en el estribo, me agarro a la montura y dejo que mi pierna derecha pase por encima de la grupa del caballo hasta rozar el otro estribo y colocármelo en el pie. Después, me siento. Una gran sonrisa se dibuja en mi cara, la más grande que he tenido en toda mi vida y Bruno me sonríe. LO HE CONSEGUIDO. Estoy encima de un caballo, y he conseguido mi sueño, me digo a mí misma. Estoy feliz y esto no ha hecho más que empezar.

Bruno retira la escalera para empezar la clase y coge a Zafiro por el ronzal. Dirige su mirada hacia mí y noto cómo me pregunta si estoy lista para empezar, a pesar de no hablarme entiendo lo que quiere decirme y le respondo asintiendo con la cabeza y con una sonrisa. Entonces siento cómo Zafiro se mueve, noto todos sus pasos, cómo avanza y estira sus patas una a una debajo de mí. Noto cómo estamos unidos, que sólo somos uno avanzando hacia delante. Sólo jinete y caballo.

Me siento libre, es una sensación mágica que no puedo describir. Me relajo y dejo que la suave brisa roce mi cara mientras Bruno guía a Zafiro alrededor de la pista al paso. Cuando acabamos una vuelta, los dos paran y Bruno se dirige hacia mí.

-Es increíble, ¿verdad? Lo que puede hacerte sentir un animal. Ahora los dos juntos formáis un binomio, sois uno solo. Lo que haga uno lo hará el otro y siempre estaréis unidos. Veo en tu mirada que tú vales para esto, Mia. Lo sé porque es la misma que tenía yo cuando monté por primera vez.

Todo lo que dice es cierto y me emociono al escuchar sus palabras, porque yo también lo siento, sé que he nacido para esto. Aunque no quiero que me vea llorar, se me escapa una lágrima. Pero no es de tristeza, sino de felicidad, de alegría, de libertad, de un sueño cumplido. Me la limpio con la mano y miro a Bruno sonriendo.

-Te voy a soltar, Mia. Sé que tienes todo lo que hay que tener para dirigir por ti misma al caballo.

En ese instante siento un vuelco en mi corazón. Ahora más que nunca confío en mí misma y sé que puedo hacerlo. Suelta a Zafiro del ronzal y me ayuda a sujetar bien las riendas, indicándome cómo tengo que guiarlo. Me dice que le dé un par de vueltas a la pista sola y me suelta. Con el roce de mi talón le indico a Zafiro que avance y él rápidamente comienza a andar. Me siento demasiado bien aquí arriba y no quiero que esto acabe nunca. Le doy unas palmaditas en el cuello y Zafiro emite un suave relincho. Mientras andamos juntos observo mi alrededor, todo es diferente desde aquí arriba. No paro de sentir sensaciones muy diversas. Es como si aquí lo olvidaras todo, no sé, como si no tuvieras que preocuparte por nada.

Siguiendo el sentido de las agujas del reloj doy un par de vueltas al paso, sintiendo cada uno de los movimientos de Zafiro, para después hacer una diagonal y cambiar de sentido. Estoy muy feliz, es muy relajante con el maravilloso día que hace hoy. Todo el cielo está despejado, sin una nube y ya comienza a atardecer. Tras otro par de vueltas Bruno me llama y me acerco a donde se encuentra. Tiro suavemente de las riendas hacia atrás y Zafiro se para. Veo que me entiende muy bien, noto que encajamos.

-Mia, se os ve muy compenetrados. Lo guías bien, y por eso tengo un reto para tí. Es difícil, no me sorprendería que dijeras que no, pero algo me dice que sí eres capaz.

-¿Y cuál es?-pregunto con intriga-.

-Pues bien, el reto es... trotar.

-¿Enserio? A ver, creo que podría intentarlo, creo. Con la cuerda no será muy difícil ¿no?

-¿Alguien dijo cuerda?-responde Bruno- No, nadie dijo cuerda. El reto es trotar, sí. Pero tú sola.

-No lo dirás enserio, ¿verdad?,solo llevo media hora montando, y es mi primer día. No creo que fuese capaz de conseguirlo.

-Llevo observándote todo el tiempo. Y sé la respuesta: sí puedes. Eres muy valiente Mia, lo sé porque tus manos no temblaban al guiar al caballo. Te mantenias recta sobre él, con tus talones bajos y tus manos firmes. Y todo eso sin que yo te haya dicho cómo debías hacerlo. Estás preparada, confía en mí. Zafiro no dejará que caigas.

-Está... está bien. Lo intentaré, pero no te prometo nada.

-Pues vamos, te explico lo que tienes que hacer. Primero debes sujetar las riendas más cortas.

-¿Así?-digo mostrándoselas-.

-Sí, así. Ahora debes aprender esto. Vas a hacer trote a la inglesa, es decir, trote levantado. Para eso tiene que contar en tu cabeza uno, dos, uno, dos.... En el dos levantas tu cintura de la silla y te inclinas un poco hacia delante, en el uno vuelves a sentarte. Y así siguiendo el movimiento del caballo. Vale, vamos a intentarlo. Para decirle que tiene que trotar debes indicárselo con los talones, haciendo un poco más de presión que para ir al paso.

-Venga chico, vamos allá- le digo a Zafiro mientras le acaricio el cuello.

Comenzamos a andar al paso, y justo cuando llevamos media vuelta lo intento. Agarro las riendas más cortas, y aunque estoy demasiado nerviosa Zafiro intuye lo que vamos a hacer a continuación. En mi mente resuena la frase: voy a trotar, voy a trotar... Entonces aplico un poco de presión con los talones, pero algo sucede de pronto. Mi corazón se acelera al mirar al frente. Algo corre hacia nosotros, algo grande.

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