Destino

Capítulo 8

Laura y yo nos dirigimos de nuevo al establo, donde están los demás. Llevo a Zafiro a su cuadra, luego me dirijo al cuarto de los piensos y cojo una zanahoria de unos de los sacos del fondo. Cuando regreso junto al cariñoso y glotón de Zafiro me recibe con un suave relincho y mueve la cabeza en dirección a los bolsillos de mi sudadera. Sabe que traigo comida para él y le doy unas palmaditas en el cuello, hoy ha estado estupendo. Saco la zanahoria y la extiendo bajo su suave hocico, él enseguida le da un par de bocados y acaba con ella.

-Se siente muy agusto contigo, sobre todo cuando le das recompensas.-me sorprende Bruno entrando en la cuadra de Zafiro y se ríe-

-La verdad es que yo también me siento cómoda con él. Superamos el susto de ayer y ahora estamos más unidos.

-Mia, tienes una conexión muy grande con los caballos, os entendéis bastante bien. De todos mis alumnos eres la que ha aprendido a trotar y galopar en menos tiempo y más fácilmente. Es como si... por alguna razón tú hubieras nacido para los caballos. Te sientes en plena armonía con ellos y te mantienes firme sobre la montura.

-Sí, Bruno. Mi sueño desde pequeña ha sido siempre tener un caballo, pero por ahora me conformo con montar. Aquí me siento realmente feliz.

-¿Sabes por qué te digo esto?

-No.- le niego-.

-Porque me recuerdas a mí.- admite Bruno pensativo- Yo fui como tú hace mucho tiempo. Adoraba los caballos y pasaba todas las tardes montando. Eran mi pasión. Recuerdo a mi caballo, se llamaba Trueno. Me dedicaba a aprender todos los estilos posibles de equitación con él. No quería dedicarme a uno de ellos solo, quería aprender un poco de todo así que empecé a trabajar en doma, en salto y en campo a través. Después de un tiempo me di cuenta de que no quería seguir estudiando y que prefería labrarme un futuro como jinete profesional. Dejé el instituto y empecé a entrenar muchísimo con Trueno, empezamos compitiendo en concursos de principiantes con un nivel básico y enfocados en un solo estilo. Poco a poco, a medida que teníamos más nivel, fuimos compitiendo en concursos provinciales y nacionales más importantes. De hecho, gané el concurso completo nacional. En el concurso completo cuentan todos los estilos. Me eligieron como el representante de España hace diez años para competir junto con Trueno en los Juegos Olímpicos. Es el mayor concurso de completo de todo el mundo, hay caballos y jinetes de todos los países y el nivel más alto que puedas imaginar. Cuando llegó el tercer día de concurso, en el que se celebra el de campo a través, Trueno y yo tuvimos un gran accidente. Solo nos quedaban cuatro obstáculos por delante e íbamos en primer lugar. Llegamos al obstáculo más difícil de todos, llamado el salto del centauro. Es un foso en el suelo seguido de una valla de matorrales más alta que el caballo y, tras pasar esta, un terraplén. Era muy peligroso, los caballos al no ver lo que hay detrás de la valla sienten miedo y en el último instante se paralizan. Nosotros nunca habíamos entrenado con esos obstáculos y Trueno frenó en seco. No superó el foso y metió la mano derecha. Se la partió y en mi caída me fragmenté la muñeca y un par de costillas. Trueno no aguantó el dolor y tuve que sacrificarlo. El que creía que sería el día en que cumpliría mi sueño pasó a ser el de mi mayor pesadilla. Desde entonces no he vuelto a competir. Me costó cinco años superarlo y volver a montar. Por eso ahora solo soy entrenador.

Me quedo impactada al escuchar su historia. ¡Bruno fue jinete olímpico! Debió ser famoso hace diez años cuando competía. Me da mucha pena lo que le pasó, es tan cruel... Luchar por conseguir algo que llevas mucho esperando y que en el último momento se desvanezca. Y por si fuera poco, también perdió a su caballo. No puedo imaginar lo duro que fue para él perder a Trueno cuando habían pasado tantos años juntos. Intento no pensar en ello, si me pasara algo parecido, no creo que pudiera soportarlo. Me quedo unos segundos callada, no sé qué decirle a Bruno.