-¡Hija de...!-Se escuchó un segundos después a otro golpe, este peor que el anterior.
Mis manos temblaban y tenía un revoltijo en el estómago que dificultaba mi respiración. Las piernas me flaquean y tengo la necesidad de apoyarme con una pared cercana.
Me debato entre esconderme bajo la cama hasta dejar de oír el sonido y averiguar qué podría descubrir para usar a mi favor.
Me acerco al manubrio, y me quedo estática cuando al girarlo, la puerta cede.
Tal vez Adonis, entre su ataque de yo que sé, olvidó cerrarla, pero eso no me parecía importar teniendo en cuenta que ya podía finalmente encontrar la salida.
Salgo en busca de la procedencia de aquel ruido sin darme cuenta, ya que en vez de ir al lado contrario del barullo, mis pies van en automático hacia él. Sabía que mi curiosidad no me había llevado a nada bueno, pero aún así no podía quedarme quieta ante los ruidos estridentes, ¿y si no era la única encarcelada aquí?
Tenía puestas aún mis vans negras de colección, estos tenis eran una de las cosas más preciadas para mí, y aún así, con sus plantas altas podía sentir el calor del suelo. Comencé a caminar casi en puntillas.
Miré a mi alrededor y era la misma imagen de cuando llegué, sin embargo, no podía decir que me acostumbraba a la terrorífica imagen.
Vinieron reflejos frente a mis ojos como fosfenos. Era la misma escena de mí en el suelo suplicando misericordia por mi vida, solo que visto desde afuera. Y sentí pena por mí misma. Qué tan oscuro y vacío podría llegar a ser el corazón de una persona para no demostrar compasión en una situación así. Pero no debería sorprenderme, de tal palo, tal astilla.
Seguí caminando golpe y cuida de que cualquier paso que diera por el más mínimo ruido habría de meterme en más problemas. Al pensar en la posibilidad de que ocurra algo peor tiemblo aún con más fuerza y comienzo a arrepentirme de haber salido del cuarto o de caminar en una dirección que sé muy bien que no sería la salida.
No entiendo cómo el sonido había sido tan fuerte cuando no había ningún lugar de donde pudiera venir.
Escucho otro grito parecido a los que escuché cuando llegué y todo mi cuerpo tambalea. Tuve que abrir mis brazos para encontrar equilibrio.
Olvidando el motivo principal, camino en dirección al origen de los gritos concurrentes, los cuales me llevan a un frondoso río lejano del puente por el que habíamos caminado al llegar.
En la espera de ver un río me sorprende al encontrar algo más profundo que chisporrotea agua oscura y sucia.
Y es entonces cuando me inclino hacia adelante, en busca de alguien pidiendo ayuda.
Y lo veo.
Por dentro, mi cuerpo daba señales para gritar, para correr, pero me di cuenta que estaba inmóvil mirando esta imagen que ni en millones de años podría sacar de mi cabeza. Eran todas mis pesadillas de niña y de adulta personificadas, arañando cada pared de mi cabeza para perturbar cada espacio.
Los pulmones se me aprietan de inmediato.
¿Puedes siquiera imaginar la cosa más horrible y escalofriante? Pues cualquier cosa que te venga a la mente es incomparable a esto. Las descripciones eran fantasiosas comparado con lo que mis ojos habían visto en solo una fracción de segundos.
Cuando consigo las fuerzas para gritar una mano tapa mi boca y comienza a arrastrarme. Creo que estoy pataleando, pero la verdad es que me encuentro paralizada, no estoy en mis cinco sentidos justo ahora como para defenderme y eso me enloquece, intentando alguna manera de reanudar mi cordura.
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Inframundo
Diversos(Esta historia está en edición) Adabella, una chica ambiciosa, curiosa y parlanchina, siguió a un chico en una cruel y fría noche griega. Sin saber que la llevaría a su perdición, a un lugar que hasta ese momento ella creía que era un mito. Un viaje...