Aferrate a la libertad

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Día 41.

Se despertó lentamente y supongo que con una resaca por lo mucho que bebió anoche, yo me quedé sentada a su lado, mirándolo, cada partícula de su ser, cada parte de su cuerpo.

Estaba aterrorizada, tenía miedo, miedo de que lo de anoche haya sido una farsa y yo haya arruinado mi vida una vez más por nada. Pero también tenía miedo de que fuera real, porque ser la primera mujer que él llego a amar era una presión demasiado grande sobre mis hombros.

-Hola, guapa.-Saluda provocando una revolución hormonal con su voz matutina. Jala mi brazo para que me acostara sobre su pecho-Durmamos por unos cien años, ¿sí?

¿Cómo se supone que le diría que anoche había dicho que me él me quería?

Levanto mi rostro, apoyada en mis manos apoyadas en su pecho, él eleva su cabeza para mirarme. Es agobiante-¿Qué tienes? Estás callada, y tú nunca lo estás-Sonrío débilmente antes de que mi rostro se convierta en la misma reacción de confusión que tengo desde anoche. Él me observa sorprendido-No me digas que anoche me emborraché y te hice algo malo-Se levanta, sentándose en la orilla, con su rostro cubriéndose con las manos. Lo abracé desde la espalda, con mis brazos acariciando su pecho-Demonios, Adabella. Lo siento tanto, si soy un imbecil sobrio supuse que ebrio sería aún peor. Pero quiero que sepas que lo siento mucho, y entendería si me odias.

-Bueno, digamos que te emborraché y me aproveché de ti.
-Eso no era del todo mentira, solo que no de la manera en que él se imagina.

Acaricia mi brazos, relajando sus músculos tensos-¿Ah, sí?-Me pregunta. Y le respondo con mi silencio y un beso en el cuello-Chica mala, ¿eh?-Hace un movimiento ágil y me tiene sobre su regazo-Tenía miedo de haberte hecho algo fuera de mis cabales. Porque en serio me sentí bien anoche.

-Lo supuse.-Vamos, Ada, dile, dile que te dijo que te quería-Me hiciste un striptease-Ambos reímos.

-Te advierto que todo lo que dije o hice anoche no fue real, jamás he tomado y fue un error de novato.

Mi pecho se contrae.

-Dicen que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad.

Ríe toscamente.

-Yo creo que este niño borracho no.

Asiento sonriendo. Me alejo de su regazo

-Me daré una ducha-Le aviso caminando hacia el horrible baño. El que tendré que aguantar por dejarme llevar por los sentimientos que tenía anoche.

Mi mamá siempre decía "Al corazón es al último al que hay que preguntarle, porque el nunca ve las razones". Y ahí estaba yo, enrollada en un mega lío por creer que lo que él había dicho anoche era real y que era imposible que pudiera dejarlo solo, ahogándose en sentimientos que sé que no está acostumbrado. Anoche había escuchado a mi corazón, había pensado en él y en lo que podría sentir. Sin pensar en las represalias.

Dejo el agua caer sobre mi cuerpo, mi piel se pone de gallina y tengo ganas de llorar.

La puerta se abre.

-Sí hice algo, ¿no?-Pregunta, lo miro, con su mirada fija en el suelo, evitando la mía-Lo arruiné. Lo nuestro-Lo piensa mejor-Nuestra amistad y todo eso.

¿Por qué estaba esperando que me dijera "Te quiero, Ada. Salgamos de aquí y tengamonos el uno al otro el resto de nuestras vidas"?

Me oigo y no me creo, había sido realmente patética al creer eso.

Y al mismo tiempo estoy aliviada, así no perdería oportunidad de irme la próxima vez que tenga oportunidad con la molestia de conciencia de que lo estoy dejando.

Inframundo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora