Capitulo Tres

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Desde la punta de los dedos de mis manos hasta la muñeca siento un intenso dolor, más por la presión de apretar las sábanas con tanta fuerza desde hace unos minutos.

¿La razón? La razón es un sueño que he estado teniendo y recuerdo a la perfección. El ver a Mean en el me hace pensar que todo esto no es más que una pesadilla y que algún día todo volverá a la normalidad, que mi vida seguirá siendo con Mean a mi lado y no con ese que asegura ser mi novio.

Soltando la sábana intento aliviar el dolor en mi mano, sin conseguirlo ni cuando me siento en la cama. Apartando la sábana me deslizo sobre el colchón hasta llegar a la esquina y saco mis pies desnudos de ella, de la cama, sin importar el dolor que siento al tocar el suelo, al ponerme en pie, dirigiéndome a la puerta al principio de la habitación, a esa por la que cruzándola puedo abandonar este dormitorio que no me pertenece.

El silencio que reina en esta casa, en este momento justo, es solo roto por las pisadas de mis pies, el crujir del suelo en cada paso que doy hasta llegar a la pequeña cocina donde un dulce olor invade mis fosas nasales. Acercándome a la encimera puedo ver de donde procede ese dulce olor, descubriéndolo al destapar un bizcocho que desprende un ligero olor a limón. Además de ese aroma también está el del café.

Mirando en todas direcciones, asegurándome de no ser visto, me atrevo a abrir los armarios, dándome prisa cuando escucho a mi estomago solicitar alimento. Tanto tiempo sin comer nada está pasando factura en mi, sintiendo de un momento a otro mi garganta arder, bajando hasta mi estomago.

Sacando un plato y una taza cuando encuentro donde están guardados me sirvo un poco de café y una buena porción del dulce, sentándome en una de las sillas.

El bizcocho olía de maravilla pero sin duda sabe mil veces mejor, agradeciendo mi estomago por recibir algo de alimento.

— Tarde o temprano tenias que comer algo.

Sosteniendo el último trozo en mi mano y dejando la taza sobre la mesa veo como Kitiwhut entra en la cocina, dejando varias bolsas en la encimera antes de tomar asiento a mi lado.

— Amor no puedes maltratar así a tu propia salud —niego despacio —ni desconfiar de mi. Soy tu novio y procuro que estés bien. ¿Por qué vas descalzo con los pies como los tienes?

— No es asunto tuyo y no me llames amor —termino mi café.

En un intento por ponerme en pie y alejarme de él me detiene, frunciendo el ceño al ver su mano en mi muñeca, obligado a tomar asiento en la silla que hace unos segundos estaba ocupando.

— No te llamaré amor si no quieres pero termina de comer —acerca el plato a mi —no soy un miserable como para dejar que te mueras de hambre Plann. Come y hablaremos.

— No voy a comer más —aparto el plato —¿por qué me retienes aquí? ¿Sabes que esto es un secuestro?

— ¿Un secuestro? —su risa solo me hace enfadar —no se considera un secuestro si mi novio, tu exactamente, acepta venir a vivir conmigo. Más cuando sus padres le echaron de casa. Si me pones una denuncia por algo así tienes que demostrar que te he secuestrado y, sinceramente amor, no tienes ninguna prueba. La policía vendría y vería que tienes una casa, una cama, comida y lo más importante, mi amor hacia ti que es incondicional. Ahora termina de desayunar y deja de decir estupideces.

Mi reacción ante sus palabras, al verle ponerse en pie y ocuparse ahora en vaciar esas bolsas, no es ni más ni menos que la de enfadarme, tirando el plato y su contenido al suelo. Sin preocuparme porque el plato esté roto en el suelo me pongo en pie, acercándome al idiota que es evidente que si me tiene secuestrado en una vida que no me pertenece, en una casa en la que no quiero estar.

¿Dónde esta mi novio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora