C A P Í T U L O 15

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13 de Diciembre, 2017.

Se preeven fuertes precipitaciones de nieve para las próximas doce horas. Esta tormenta afectará gran parte de San Francisco, se recomienda no salir de sus hogares, asegurar puertas y ventanas para prevenir accidentes... —me permití desconectarme en cuanto la mujer del noticiero comenzó a dar pautas para asegurarnos de la tormenta de nieve que ya había comenzado.

Por lo general amaba la nieve. Verla, sentirla, y- aunque fuera infantil- jugar con ella. Amaba ver la manta de nieve sobre los árboles, parques, calles y casas.

Simplemente la amaba. Era lo mejor del invierno, sin duda.

¿Pero qué era lo que no amaba? Ser emboscada por la tormenta de nieve.

Y mis amigas.

Si, ellas tenían gran parte de toda la culpa.

Envié una mirada cargada de odio hacia Zara, ella sin inmutarse por estar en un planeta distinto siguió jugando con su teléfono entre los brazos de Ismael, su nuevo novio.

Al menos ella había conseguido un chico al que querer. Y él me caía bien, cosa que nunca pasaba cuando se trataba de chicos con malas intenciones merodeando el corazón de mis amigas.

Natasha había abandonado la estancia para ir a ducharse y Michael había ido detrás de ella para "cuidar que no se diera un golpe en el baño", sus palabras no las mías.

Samantha estaba acostada sobre el sofá devorando una tableta de chocolate, mientras miraba su teléfono.

Y yo, bueno, tiré mi teléfono al piso y su pantalla quedó hecha añicos. No tenía opción más que mirar el noticiero y odiar internamente a mis amigas y a un chico con ojos azules que se había sentado a mi derecha.

Sin embargo tenía que agradecer que no hubiera intentado nada. Ni una palabra había salido de sus labios en mi dirección. No podía saber qué era lo que más me molestaba; el echo de que se hubise sentado a mi lado o el que no me haya dirigido palabra alguna.

Pero lo conocía, para mi buena o mala suerte sabía que algo tramaba. Evan no sólo se sentaría a mi lado a guardar silencio, sin siquiera rozar alguna parte de su extremidades con las mías.

Eso me hacía sentir extrañamente inquieta.

Apreté mis dedos fríos contra la tela de mi jersey, amaba el frío pero era muy friolenta. Quería levantarme del sofá y subir a tomar una manta para envolverme en ella, pero no quería interrumpir lo que seguramente estarían haciendo Natasha y Michael en este momento. No me qudaba más remedio que quedarme sentada congelándome los dedos o ir a la cocina a prepararme un café.

Decidida a no estar ni un segundo más cerca de un callado Evan me puse de pie y siendo consciente de mis piernas entumecidas por estar más de una hora sentada, dejé atrás a los chicos para entrar a la cocina.

—Natasha, te amo —chillé emocionada al ver la cafetera casi llena.

Caminé hacia la cafetera con mi humor mejorando, ¿qué mejor para acompañar este día que una taza de café bien cargado?.

Mientras tomaba una taza y la llenaba con humeante café comencé a tararear una canción que Samantha había estado cantando todo el día.

—No creo que tomar eso fuera buena idea —una voz masculina me tomó de sorpresa, logrando que diera un pequeño respingo. Evité mirarlo, tomé la taza y la llevé a mis labios, ignorando lo que él habia dicho—. Puede que luego tengas deshidratación, aumento en la presión cardíaca o dolores de cabeza.

Siempre tuya, Evan © (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora