3 de Diciembre, 2017.
La música retumbaba sin pudor alguno y por primera vez en un año, se me hizo irritable. Las luces de colores molestaban mis ojos, sin embargo agradecía lo poco que me permitían ver a mi alrededor.
La casa de los hermanos Stuart estaba llena de adolescentes y algunos universitarios, algunos borrachos, otros drogados y hasta podía jurar que el resto se encontraban drogados y borrachos. Sus fiestas eran conocidas por la cantidad de alcohol y drogas que se manejaban en ellas. También por la cantidad de chicas que salían embarazadas.
Por lo general asistía a sus fiestas, pero me volvía más cuidadosa a la hora de beber. Sabía de lo que eran capaces los chicos cuando veían a una chica semiinconsciente en las fiestas. Sin embargo sus fiestas eran de las mejores, debía admitirlo.
Pero hoy, hoy todo me molestaba e irritaba. No podía cambiar la expresión molesta en mi rostro, ni las miradas irritadas que enviaba a todos los que me empujaban o derramaban de su bebida sobre mí.
Maldije para mis adentros cuando el humo de un porro me dio de lleno en el rostro. El chico que lo fumaba pasó por delante de mi, sin percatarse de la mirada matadora que le dirigí.
Irritada, apreté la lata de cerveza que apenas había tocado en lo que iba de la noche. Inconscientemente mis ojos volaron al sillón de la sala. A unos metros de mi, la causa de mi molestia estaban sentados en ese lugar.
Charlie y Evan.
Ambos reían y me molestaba no saber el por qué. Ella tenía unas de sus manos sobre el muslo de él, parecía a simple vista una acción inocente, pero yo sabía de los sentimientos de Charlie hacia Evan. Sabía que no se lo pensaría dos veces antes de insinuarse y que dada a su belleza nadie se le podría negar.
No habíamos cruzado palabra alguna desde ayer en la mañana y yo no sería quien cedería primero. Ninguno de los dos habíamos enviado un mensaje discúlpandonos, sin embargo, cuando entraba a su chat podía leer en línea. De esa manera pude llegar a la conclusión de que si yo no lo buscaba Evan no se inmutaba en lo absoluto.
Aparté la vista de la pareja sonriente y me encaminé a la masa de personas que estaban bailando en la pista improvisada. Zigzanguee entre las chicas y chicos hasta llegar al inicio de las escaleras. Me había perdido tantas veces allí arriba para besuquearme con chicos que conocía la casa mejor que los Stuart.
Subí las escaleras de dos en dos, hasta llegar a la segunda planta. La música seguía escuchándose fuerte aquí pero no tanto como abajo. Caminé por el extenso pasillo, dejando atrás a unas cuantas parejas demasiadas románticas. Entré a la última habitación del pasillo, todo estaba en penumbras y al parecer vacío.
El aire congelado de Diciembre que entraba por el balcón abierto congelaba la habitación. Caminé en penumbras y me senté en el piso de madera del balcón. Aquí sólo se podía escuchar un suave zumbido que provocaba la música. Y a diferencia de allí abajo el aire no era denso ni respiraba las sustancias que otros fumaban.
Cerré los ojos, relajándome por primera vez en la noche.
Me permití hundirme en el silencio y en el aire helado. Me permití dejar a un lado el malestar en mi pecho a causa de los celos. Me permití olvidar el sabor amargo que no se iba de mi boca al ver a Evan y su mejor amiga.
—La fiesta no es aquí —separé mis párpados, para ver de pie a un lado de mi al menor de los Stuart. Lo observé fumar su cigarrillo con tranquilidad, mientras que sus ojos oscuros no se separaban de mi en ningún momento—. Tanto tiempo sin verte, Rubia —dibujó una sonrisa coqueta en sus labios.
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Siempre tuya, Evan © (EN PAUSA)
Romansa¿Conoces el hilo rojo del destino?. Es un hilo rojo al que no podemos imponer nuestros caprichos ni nuestra ignorancia, un hilo rojo que no podremos romper ni deshilachar. El hilo rojo va directo al corazón, que conecta a los amores eternos, a los p...