3 de Enero, 2018.
Desde que había entrado en la etapa de la adolescencia había evitado a toda costa el tan deseado amor. Huía de cualquier chico que se me acercaba con intenciones de intentar tener una relación.
¿La razón?.
El miedo a lo que viene después de una relación fracasada.
Le temía al sentimiento desgarrador —según muchas personas— que se llegaba a sentir en el corazón. Me rehusaba a sufrir por un chico. Sin embargo con Evan no sucedió eso.
Me había aventado a los brazos del amor sin siquiera pensar en lo que vendría después de una ruptura. Tonta de mí por no pensar eso antes.
En la fiesta había estado lo suficiente borracha e idiota con un porro en la mano que no me había percatado de Evan. Él había entrado en la habitación de Stuart y nos había visto.
Y todo se fue al carajo.
Evan se había avalanzado hacia Henry embistiéndolo con un perfecto gancho derecho. Y yo solo había quedado como una idiota observando como ambos se daban una golpiza en la habitación del menor de los Stuart.
Resumiendo, Henry no volteaba a verme cuando nos cruzábamos y Evan me evitaba.
Y parecía que ya no tenía novio.
Las llamadas a su teléfono me enviaban directo al correo de voz e ignoraba los mensajes de WhatsApp. Si quedábamos en mirar alguna película en casa de Natasha él no se presentaba.
En varias ocasiones me encontré a mi misma emprendiendo viaje hacia su casa, sin embargo jamás llegaba. Me echaba hacia atrás cuando estaba a unas cuantas calles de su casa. ¿Si Evan no quería verme para qué insistir? Era más que obvio que él no quería escucharme, ni mucho menos verme.
Ahora estaba sintiendo en carne propia lo que era ese sentimiento amargo de una ruptura. Sentía una molestia en el pecho, la cabeza me dolía y sólo quería tirarme a la cama a llorar.
Nada lograba apaciguar ese sentimiento, lo había intentado casi todo: escuchar música, leer novelas, recorrer todo Netflix, trabajar y escribir. Sin embargo nada lograba arrancar a Evan de mi miente.
—Parece que quieres estar en cualquier antes que aquí —clavé mis ojos en Caleb, que me sonreía del otro lado de la caja registradora.
Se había aparecido varias veces por la pastelería de Brenda. Casi podía jurar que lo estaban obligando para que ambos formáramos algún tipo de lazo. Él, a diferencia de su padre, si me caía bien, aunque físicamente fueran casi idénticos. Había descubierto que teníamos varias cosas en común, lo que lo hacía de mi agrado. Sin embargo, en momentos como estos solo quería que cerrara la boca y que me dejara en paz.
—No estoy de humor —le dediqué una sonrisa de boca cerrada y seguí contando el dinero de la caja registradora. Ya habíamos cerrado hacía una hora y Caleb estaba encargado en llevarme a casa.
—¿Por qué? —decidí ignorarlo—. Eres aburrida cuando estás en modo quiero-que-todo-el-mundo-desaparezca.
—Entonces deberías largarte —lo fulminé con la mirada—. Me se el camino de memoria hacia mi casa.
—¿Quieres que Brenda me asesine? Porque yo no.
—No perdería nada... —lo miré con burla. Entrecerró sus ojos en mi dirección.
—No podrías vivir sin mí, ya es hora que lo aceptes —se escuchó tan confiado que por primera vez en días una verdadera risa brotó de mis labios.
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Siempre tuya, Evan © (EN PAUSA)
Romance¿Conoces el hilo rojo del destino?. Es un hilo rojo al que no podemos imponer nuestros caprichos ni nuestra ignorancia, un hilo rojo que no podremos romper ni deshilachar. El hilo rojo va directo al corazón, que conecta a los amores eternos, a los p...