Capítulo III

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Las puertas del ascensor se abrieron y los tres salieron lentamente. Todo el laboratorio estaba a oscuras salvo por algunas luces de emergencia que aún funcionaban, las otras estaban dañadas. Había lugares que estaban más iluminados que otros, los cuales usarían como puntos de control en caso de que alguno se perdiera.

Dust era quien menos segura se sentía. Su instinto le decía que había algo fuera de lugar. Pensaba: ¿Por qué no me siento segura si esto es solo una simple fuga?

Yin y Martínez, por otro lado, no sentían lo mismo. Para ellos se trataba de una operación más.

— ¿Qué habrá pasado con las demás luces de emergencia? — preguntó Martínez.

— Quizá se quemaron. De seguro no le hicieron mantenimiento. — respondió Yin.

— Esto está demasiado oscuro. No se ve nada al final del pasillo.

— No se preocupen. Los trajes tienen visión nocturna. — dijo Dust. — Recuerden, si se pierden vayan a el punto iluminado más cercano y esperen a que otro vaya. Estaremos atentos al mapa.

Si encuentran o creen encontrar la fuga, avisen por radio.

— Entendido, sargento. — respondieron ambos.

— Y recuerden, no se confíen. No sabemos que pueda haber aquí.

— ¿A qué se refiere, sargento?

— No sabemos si la fuga fue provocada, y de ser así, entonces quien lo provocó puede que siga aquí. Así atentos a cualquier cosa. —

Los tres se dividieron por pasillos diferentes para cubrir la zona más rápido y descartar los lugares limpios de contaminación.

El sitio era enorme, por lo que al dividirse ganarían más tiempo.

Dust cubría el lado derecho del laboratorio. caminaba por el pasillo cuidadosamente utilizando la linterna de su arma. Entró en la primera oficina que encontró y la revisó, caminó por cada rincón buscando señales, pero su marcador no hacía ningún movimiento. Estaba limpio.

Al salir, marcó puerta de cristal de la oficina con una gran X con un marcador fluorescente y siguió buscando.

Llegó a otra oficina e hizo lo mismo, entró, inspeccionó y nada, también estaba limpia. Al salir cerró la puerta para marcarla y notó unas marcas en el pie de la puerta. Se agachó para verlas mejor y vio que eran marcas de garras, pequeñas, como de un perro o un gato, pero eran profundas, por lo que supuso que pudo haber sido un cachorro de león.

Dust se quedó un rato viendo las marcas y no dejaba de pensar qué las había provocado. ¿Un cachorro de león? ¿Por qué tendrían leones aquí? ¿Además, por qué experimentarían con animales aquí? Le daba mil vueltas a la cabeza y no hallaba alguna razón por la que experimentaran con animales salvajes de ese tipo.

Decidió no seguir perdiendo el tiempo, se levantó y siguió, pero no dejaba de pensar en que era la segunda cosa que la dejaba con incógnita.

Estaba llegando a la tercera oficina cuando algo pasó corriendo por detrás de ella. Volteó apenas escuchó, pero no logró ver nada. Se acercó un poco lentamente y apenas si logró verlo cuando se fue. Era del tamaño de una rata, puede que un poco más grande, pero a la velocidad a la que se fue era difícil distinguirla.

Decidió pensar en que las marcas en aquella puerta las había hecho esa rata. Ya era una cosa menos en qué pensar.

Siguió con la tercera oficina para calmar la mente y pensar en otra cosa.

Mientras, Yin revisaba la zona central del laboratorio. Había revisado varias oficinas y todas estaban limpias de contaminación.

— Esto es más sencillo de lo que pensaba. ¿Cómo vas tú, Martínez? —

El Origen de los MutantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora