Las puertas se abrieron y salieron caminando directo al ascensor de manera rápida. Estaba a unos treinta metros de su posición.
Los mutantes salieron frenéticos de sus oscuros escondites tras haber perdido a varios de los suyos. Decididos a matarlos se abalanzaron sobre ellos por suelo y aire.
Lograban detener los violentos ataques disparándoles en partes vitales o que al menos los detuvieran el tiempo suficiente para llegar al ascensor.
Cada vez llegaban más y más. Eran demasiados para tan poca munición. Tan solo quedaban veinte metros que se volvían eternos por el herido Yin, iba tan rápido como se lo permitía su pierna, aguantando el inmenso dolor con cada paso que daba. Aun así, no era impedimento para su habilidad con el arma; disparaba lo más certero posible, dejando un camino de cuerpos tras de él.
La munición se agotaba y solo le quedaba su pequeña arma secundaria y las granadas que le han sido muy útiles.
Las granadas tienen integrado un temporizador en caso de que no quiera que exploten inmediatamente.
Activó el temporizador, dándole diez minutos antes de que exploten; tiempo suficiente para escapar.
Dust y Martínez lograron llegar al ascensor, abrieron las puertas y lo mantuvieron así hasta que llegara Yin. Desde su posición le brindaban apoyo disparado contra los mutantes.
Yin estaba a pocos metros, pero ya no resistía más su pierna; llegando al punto en que intentó arrastrarse para llegar.
— ¡Vamos Adam, tú puedes! ¡Te falta Poco! — exclamó Dust.
— ¡No... no puedo! ¡Ya no puedo más! ¡Me duele demasiado! — dijo Yin dejando de arrastrarse.
— ¡No te muevas, iremos por ti!
— ¡No! ¡Váyanse! ¡Si regresan por mí morirán!
— ¡Ningún soldado se queda atrás!
— ¡Pues éste sí! — sacó su granada, la cual le quedaban tres minutos. — ¡Si vuelven por mí, moriremos todos! ¡Y si voy con ustedes, los pondré en riesgo! —
Dust no quería dejarlo morir, iba a volver por él.
Martínez pensaba lo mismo, pero también entendió lo que Yin quería; así que decidió concederle su oportunidad de salvar sus vidas.
— Sargento, tenemos que irnos.
— Negativo. Nadie se queda atrás.
— Sargento...
— ¡Dije que nadie se queda atrás!
— ¡JEAN! ¡Tenemos que irnos! ¡Ahora! — exclamaba Martínez con un profundo dolor al tener que dejar a su amigo.
— ¡Cuarenta segundos! ¡Qué carajos esperan! ¡Váyanse ya! —
Los mutantes se pusieron sobre él observándolo y olfateándolo sabiendo que tenían a su presa.
— Ustedes sí que son horribles, hijos de perra. — volteó a ver a sus compañeros, pero en lugar de dar una mirada triste, los miró con la cara carismática que siempre ha tenido. — Se los dije, prefiero morir en el intento que morir sin hacer nada.
— ¡Oye Lenny! ¡Recuerda lo que siempre te he dicho! — puso su pulgar en alto. Martínez dio una leve risa al saber lo que le se refería.
Dust accionó el botón para bajar y las puertas del ascensor se cerraron.
Un mutante clavó sus garras fuertemente en el estómago de Yin atravesando el traje. Yin dio un grito por el dolor, tomó al mutante por su brazo y lo miró en donde se supone tienen que estar sus ojos.
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El Origen de los Mutantes
Ciencia FicciónUna capitana altamente entrenada es enviada a un laboratorio en las afueras de Londres, el cual quedó infestado por horribles criaturas tras un experimento fallido. Su misión será eliminarlos a todos y evitar que escapen de las instalaciones.