Capítulo XI

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— Ten cuidado. — dijo Dust.

— Igual tú, sargento. — volteó y siguió caminando.

Dust caminó línea recta...

Martínez dio la vuelta y caminó de regreso, buscando algún indicio que lo condujera a la guarida de los mutantes.

Caminaba lentamente, con su arma firmemente en sus manos, mirando a su alrededor.

Todo estaba oscuro, pero iluminado a la vez por las linternas biológicas que daban la suficiente para ver el camino.

Caminaba el largo pasillo, oyendo los sonidos de las horribles criaturas a lo lejos de donde estaba. Parecía como si estuviese en una selva con leones asechando.

En el suelo había notables marcas se garras y zonas con abundante sangre, como si hubiesen azotado a alguien hasta morir. Esto ponía a Martínez más nervioso, acelerando su corazón y haciéndolo sudar.

Mientras caminaba vio una puerta entre abierta en el lado izquierdo del camino, estaba atorada, con múltiples marcas de garras y empapada de sangre; miró al suelo y observó una raíz que provenía de ese camino, girando a la derecha, hacia el frente de Martínez; se acercó, se agachó, y la observó más de cerca; miró adentro de la puerta a ver qué había, pero estaba demasiado oscuro, no se lograba ver nada, solo hasta donde llegaba la luz. Acercó la punta de su arma a la raíz, lento, la tocó; la raíz se movió al haber sentido el toque; Martínez se impulsó un poco hacia atrás por precaución. del lado derecho se acercaba un bulto, vio cómo pasó frente a él, yendo dentro de la puerta, hacia donde se encontraba la boca de la raíz. En seguida supo que esas raíces soltaban crías de mutantes, pero esas crías debían venir de algún lugar; decidió seguirla, a ver a donde lo llevaba.

Se levantó y siguió caminando, volteando a ver a la raíz simultáneamente. Al alejarse, miró hacia el frente, concentrándose en su entorno. Aún no veía a ningún mutante, pero eso no lo hacía sentir más relajado.

En la pared del lado izquierdo vio lianas que cubrían gran parte. Pareció ver que se movían y decidió acercarse a mirar.

— Qué extraño. — dijo Martínez, viendo como las puntas de las enredaderas se movían a voluntad. Acercó su mano lentamente hacia una punta para tocarla. Ésta suavemente sintió el dedo índice de Martínez y se empezó a enredar.

— Impresionante. — dijo Martínez, asombrado por la inteligencia que tenían hasta las plantas. Intentó retirar el dedo, pero la enredadera lo haló y apretó. Más lianas se enredaron en el brazo de Martínez, soltando el dedo y apretando con fuerza.

Tiró con fuerza, pero lo único que conseguía que las lianas apretaran más fuerte. Al tratar de impulsarse, puso su otra mano en la pared y fue tomada por las lianas; lo mismo con los pies. Con fuerza lo levantaron, dejándolo suspendido del suelo y enredado en la pared.

Desesperado y con su arma en el suelo, Martínez hacía fuerza para tratar de soltarse.

Recordó que los trajes estaban equipados con un sistema anticongelante que mantenía el interior caliente y por fuera, en la zona de la espalda, incluía unas cuchillas que, al abrirse, por la rapidez del impacto rompía la capa de hielo.

— ¡Computadora, activar cuchillas! — usó el sistema de voz para activar las cuchillas y así librarse.

Soltando cuchillas. — las cuchillas se abrieron, cortando las lianas a su alrededor. Las demás restantes soltaron a Martínez, dejándolo caer al suelo.

Rápidamente se levantó, tomó su arma y apuntó a las lianas.

— ¡Demonios! — exclamó con ira, moviéndose de un lado a otro. Comenzó a respirar para calmarse, dejó de moverse y bajó su arma.

El Origen de los MutantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora