-¿Ningún hombre con apariencia de lacayo? -insistió Harris.
-Ya le dije: el único hombre que podría parecerse a quien usted me indica es un banquero de Manchester, que está aquí por negocios, con su hermano.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Harris.
-¿Y está aquí ahora?
-Estaban desayunando, pero creo que salieron.
-¿Me haría usted un favor? -preguntó Harris, poniendo unas monedas sobre la barra-. Voy a estar un rato en la taberna de la esquina. Si regresan mande por mí, pero por ningún motivo les diga a ellos... Mi nombre es Harris.
Cuando Harris se marchó, el posadero pensó en lo fácil que era ganarse un buen dinero a veces.
Harris pidió una jarra de cerveza y se sentó a esperar. Tenía la convicción de que algo extraño sucedía con ese hombre, pero cómo era más fácil pillar a un mentiroso que un ladrón, se dejaría de llamar Joseph Harris si no lo descubría. Y como tenía aguante de toro, se bebió tres jarras de cerveza mientras esperaba.
Finalmente el alcohol le dio sueño, por lo que dejó que su cabeza reposara sobre sus antebrazos para dormir lo que pensó sería una breve siesta, pero las manecilla del reloj avanzaron sin que él se diera cuenta. Ya era bien avanzada la tarde cuando unas manos pequeñas le tiraron de la chaqueta.
-¡Señor, mi padre le manda a decir que llegaron los hombres!
Harris se despertó sobresaltado y se puso de pie como impelido por un resorte. Luego se limpió la saliva que colgaba de sus labios y se arregló el cabello. Después de comprobar que no tenía nada más fuera de lugar, siguió al pequeño hasta la posada.
Llegando ahí, decidió quedarse en alguna mesa que no estuviera muy visible, luego envió por el posadero.
-¿Dónde están? -le preguntó.
-Vendrán a cenar en un momento.
-Esperaré, pero recuerde no decirles nada.
-No se preocupe, mi boca será una tumba.
La espera no fue muy larga, pues al poco rato reconoció la voz del conde que charlaba con otro hombre.
Se acercó lo más que pudo para escuchar de qué hablaban, y no quedó decepcionado.
-Te lo repito, Adrian, a ella no le gustará saber que le has mentido.
-Solo estoy jugando su mismo juego.
-Te quemarás, o lo que es peor, le harás daño a ella.
-Es una joven fuerte.
-¿Por qué no vas y le aclaras el malentendido?
-Ella no quiere a un banquero, quiere a un hombre pobre con el que pueda estafar a sus padres.
-¡Piensas proponerle matrimonio!
-Sí.
-¿No sentirás remordimientos?
-Podría casarme de verdad con Blossom.
-¿Te gusta?
-Sí.
-Pero no la amas.
-¿Qué es el amor, Fred? ¿Enamorarme para sufrir como lo hicieron nuestros padres cuando uno perdió al otro.
-No me engañas, tú sí quieres una vida como la de nuestros padres... ¿Crees que podrías lograrla con ella?
-¿Por qué no? No es una beldad, pero cuando la conozcas comprenderás lo que me pasa cuando la veo.
Harris se quedó de granito. Ese hombre era rico, y lo sorprendente era que le gustaba de verdad la niña. Tuvo que desechar todo lo que tenía pensado decirle. Lo mejor era ser cauto y esperar.
Aclarándose la garganta, salió de su escondite y enfrentó a Adrian, el otro apenas pudo disimular su asombro al verlo, mas, se recompuso rápidamente.
-¡Por fin lo encuentro, milord! La señorita Blossom quiere que vaya de inmediato a verla.
-¡Señor Harris, qué gusto de verlo! Mire le presento a mi hermano, Fred Baker.
-Un gusto de conocerlo, milord.
Fred hizo una mueca de disgusto.
-Dígale a la señorita Moore que la veré mañana. Estoy muy cansado. Caminamos mucho buscando una sorpresa para ella.
-¿Está seguro, milord?
-¿De qué, señor Harris?
-De que desea darle una sorpresa. A ella no le gustan mucho.
-No se preocupe, esta vez estará encantada.
Harris se quedó meditando un momento, preguntándose si debía añadir algo. Finalmente hizo una pequeña reverencia y se despidió.
-Entonces me marcho, milord.
-Vaya con Dios, señor Harris.
-Eso estuvo cerca -le comentó a Fred una vez se hubo marchado el mayordomo.
-¿Cómo que ese cretino no se dignó a venir? ¿Qué se cree el muy idiota?
Blossom estaba indignada, de pie frente a Harris que no sabía que excusa plausible decirle para que se calmara.
-Señorita, dijo que estaba muy cansado, estuvo todo el día detrás de una sorpresa para usted.
-¡Una sorpresa! ¡Odio las sorpresas!
A Blossom dejaron de gustarle las sorpresas desde el día que le pidió un pony a su padre y él llegó con un perro. Con el tiempo había amado al pequeño can, pero jamás olvidó que no era lo que ansiaba tener en su décimo cumpleaños.
-Él aseguró que le iba a encantar.
-No me conoce tanto como para saberlo.
-¡Tiene un hermano! -exclamó de pronto el mayordomo para cambiar el rumbo de la charla.
-¿Hermano?
-Se llama Fred, y es menor que él.
-¿Es guapo?
-Señorita, cómo me pide que me fije en esas cosas.
-Está bien, Harris, puede retirarse.
-Gracias, señorita.
Así que Adrian tenía un hermano. ¿Por qué no le había comentado eso? Bueno, ella no le había preguntado tampoco. Entonces, estaba pagando la posada por los dos, pero cierto, aún no le daba ningún dinero a su prometido. Tendría que solucionar pronto eso. Quizás el pobre hombre no disponía de muchos ahorros y los estaba consumiendo con la promesa de recuperarlos con el pago que ella le había prometido. ¿Por qué de pronto lo compadecía? Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la llegada de dos carretas que pasaron directamente a la parte de atrás de la casa. Muy raro porque ya había caído la noche.
Salió al corredor para mirar por la ventana, y vio a su madre que estaba vigilando a la servidumbre mientras entraban sacos y cajas a la cocina. ¿Qué estaba sucediendo?
Bajó las escaleras con rapidez, y como una exhalación se dirigió a la cocina.
-Mamá, ¿qué está ocurriendo aquí? ¿Por qué traen los víveres a esta hora?
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La hija del minero
RomanceBlossom Moore es la única hija de un acaudalado terrateniente, poseedor de varias minas en la región de Cornualles. Su padre desea a toda costa verla casada con un lord de buen título, ya que es lo único que no posee en la vida: linaje. Sin embargo...