Isla de Wight, algunos años después
Era un verano cálido.
Blossom estaba sentada ante la máquina de coser, en la mesa de la cocina. El pequeño Charles jugaba con unos soldaditos de plomo en el suelo, y Lucy horneaba unos pasteles.
-Milady, ya no debería continuar cosiendo, en cualquier momento nacerá ese niño.
-Lucy, dos cosas: en primer lugar ya no soy más su Lady desde hace dos años, y segundo, este niño no puede nacer si su padre no está en casa.
-Sí, señora, como usted diga.
Las mujeres se miraron, pero enseguida soltaron una sonora carcajada.
-Y es una niña, Lucy.
Hacía dos años que vivían en una pequeña casa, en el pueblo de la Isla de Wight. Después de todo ese tiempo aún no lograban vender el castillo. Fred le había hecho un nuevo préstamo a su hermano para que instalara una pequeña sucursal en el pueblo. No rendía lo mismo que si estuvieran en una ciudad grande, pero les alcanzaba para el día a día.
Los padres de Ada la habían perdonado, y al comprobar que Fred era un hombre honorable, habían terminado por aceptarlo en el seno familiar, incluso Arthur Moore lo había ayudado a abrir una sucursal en Falmouth, de la cual Adrian se había negado a recibir ganancias.
De los padres de Blossom solo se sabía lo que Ada contaba a través de sus cartas, lo que no era mucho. Ella y Fred sí vivían en Manchester. La sucursal de Falmouth la llevaba Albert Moore, quien por fin había sentado cabeza.
Ahora Adrian se encontraba en Londres, pues había alguien de la realeza sueca interesado en el castillo. En casa, Blossom cosía para mitigar la ansiedad que le ocasionaba esperar una respuesta positiva.
-Si al señor Baker le va bien en Londres, ¿se marcharán de la isla, señora? -El rostro de Lucy estaba triste.
-Lucy, hace dos años que le prometí quedarme en la isla, y pienso cumplir. Estoy segura de que Adrian quiere lo mismo.
Justo en ese momento se escucharon los cascos del caballo de la calesa.
-¡Creo que ahí llega!
Adrian entró a la cocina con el rostro alegre. En realidad era la primera vez que Blossom lo veía así, relajado, sin sombras en su rostro, no ojeras bajo sus ojos.
-Por tu rostro creo que te fue bien -le dijo ella con una sonrisa amplia.
-¡Sí! Te levantaría, pero puedo dañar a la bebé.
Ella se acercó y lo besó en los labios. Él mantuvo abrazado junto a su corazón. Su mujer le había infundido las fuerzas que necesitaba para no decaer durante todo este tiempo. Si no fuera por ella, él habría enloquecido.
-¿Ahora qué?
-Primero que todo, devolver el dinero a Fred. Después podemos hacer lo que desees: irnos a Londres, a Manchester, incluso a Falmouth si lo deseas.
-Dime algo antes: ¿eres feliz en la isla? ¿Crees que el banco es muy poca cosa?
-Señora Baker, soy muy feliz en esta isla, y el banco crece día a día. El plan de negocios que hemos hecho con los granjeros ya está rindiendo sus frutos.
-Bueno, si es así. Mi respuesta es que no quiero marcharme de acá, pero aceptaría cambiarnos a un cottage. Así podríamos tener un huerto, gallinas. Tú sabes, cosas de campo.
-Como tú ordenes, mi amor. Contigo sería feliz hasta en el fin del mundo.
Otra vez se volvieron a escuchar cascos de caballo, pero nadie les hizo caso pues no esperaban visitas. Pero a los pocos minutos, unos golpes en la puerta los sacaron de su error.
Lucy abrió la puerta. Unos distinguidos desconocidos la saludaron.
-¿Aquí vive Blossom Baker? -preguntó una voz de mujer.
-¡¿Mamá?!
Blossom se soltó de los brazos de su esposo, y corrió a la puerta del frente.
Abigail Moore se saltó todos los protocolos y fue directo a los brazos de su hija.
Madre e hija lloraban, dejando atrás los viejos rencores. Blossom pensó que si su madre había ido hasta allí, por fin todo quedaría olvidado. Sin embargo, no veía a su padre.
-¿Y...?
-¿Perdonarías a este viejo? -preguntó de pronto una voz muy querida.
-¡Papá!
El hombre abrazó a madre e hija y sollozó junto a ellas.
-Perdóname, por favor, hija.
-Papá, si están aquí, es porque también me perdonaron a mí. Lo mejor es olvidar todo... Por favor pasen. Estábamos en la cocina celebrando que por fin el castillo se vendió.
-¿Y lord Wight?
-Hace dos años que renunció al título, papá. Ahora es Adrian Baker el banquero.
-Eso me parece mejor, hija mía.
Los padres la siguieron a la cocina. Los primeros momentos frente al yerno fueron embarazosos, pero rápidamente se rompió el hielo, y abrazaron a su hijo político.
-¡Ay!
El grito de Blossom interrumpió los saludos.
-¿Ya? -preguntó ansioso Adrian.
-Sí, querido. Ahora mismo.
-Lucy, caliente agua. Vaya por el doctor... Aquí vamos otra vez, amor.
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La hija del minero
RomanceBlossom Moore es la única hija de un acaudalado terrateniente, poseedor de varias minas en la región de Cornualles. Su padre desea a toda costa verla casada con un lord de buen título, ya que es lo único que no posee en la vida: linaje. Sin embargo...