Capítulo 36

7.4K 754 34
                                    

En ese momento Blossom se encontraba en su habitación, pero el carruaje descubierto en la parte frontal le permitía ver con claridad a sus ocupantes: ¡Ada y Fred! Pero, ¿qué hacían juntos?

Se incorporó con dificultad de la silla y salió lo más de prisa que pudo de la habitación. Ya les costaba bastante trabajo andar erguida, la verdad era que caminaba como un palmípedo. Tanto era así que Adrian la había comenzado a llamar mi pequeña oca, y ella enfurecía, aunque por dentro lo disfrutaba.

Iba por la mitad de la escalera cuando vino el primer dolor. No le dio demasiada importancia porque fue leve, y ella lo atribuyó a la prisa con que se había levantado de la silla. El malestar pasó y comenzó a llamar a Lucy, antes de llegar a la planta baja, pero de pronto recordó que era su día libre y estaba sola en el castillo.

-¡No puedo creerlo! -exclamó, mientras descendía a la planta baja.

Alguien golpeó el pesado aldabón con forma de pata de león de la puerta.

-¡Ya voy! ¡Ya voy! -gritó.

Por fin llegó a la puerta y la abrió con dificultad.

-¡Blo!

-¡Ada querida!

Las primas se abrazaron por largo rato y cuando se separaron rodaban las lágrimas por las mejillas de ambas.

-¿Qué haces aquí?

-¿Y tú, estás sola?

-Sí, a Adrian se le metió en la cabeza que era capaz hacer una cuna para el bebé, y fue al pueblo a comprar clavos. A la tienda del señor Miles. Y Lucy tiene el día libre.

-¿No tienes más sirvientes, en tu estado?

-No tenemos cómo pagar más servicio, prima. Pero, pasen por favor. Necesito que me cuenten cómo es que están juntos aquí. ¿Cómo estás, Fred?

-Bien, cuñada... Mejor bien.

-Quería decirlo en forma más dramática -intervino Ada-, pero, no puedo. Blo, ¡nos casamos!

Ada se quitó el guante y exhibió orgullosa su mano para que su prima contemplara el anillo de bodas.

-¡No! ¿En serio?

-Es verdad, cuñada. Estamos recién casados.

-¿Y tus padres, accedieron?

-No. -Una sombra triste se cruzó por el rostro de la joven-. Ya no podía vivir lejos Fred. Me fui a Manchester a buscarlo. Me fugué solo con lo puesto y solo dinero para el viaje de ida. Ni siquiera me plantee que él me pudiera rechazar. Afortunadamente no fue así.

-Por supuesto que no, si me enamoré de ti desde primer día.

Fred cogió una mano de Ada y se la besó.

-¡Oh, qué bellos! Estoy muy feliz por ustedes. -Blossom se enjugó una lágrima-. ¡Diablos, qué es esto!

Blossom sintió que un líquido le corría por las piernas hasta el piso. Enseguida un agudo dolor la hizo gritar.

-¡Ay!

-¿Qué ocurre? -Ada se alarmó!

-Creo que ya viene... Fred ve por Adrian, y busquen al doctor Foster... Prima, acompáñame arriba.

Fred salió corriendo del castillo y fustigó a los caballos para que se dieran prisa, mientras adentro, Blossom soportaba los dolores con valentía. No pensaba tener a ese hijo sin la presencia del padre, y menos del doctor.

***

El tiempo pasaba, los dolores del parto aumentaban, y Adrian no aparecía.

-Prima... Tendrás que ayudarme, Adrian y Fred no llegarán nunca con el doctor.

La hija del mineroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora