Capítulo 5

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-¡¿Por qué aceptó tan rápido la propuesta de mi padre?!

Blossom estaba furibunda. Casi no podía contener su rabia. ¡Qué hombre más fresco!

Después del desayuno habían salido al jardín, para admirar las flores de Abbie, y Blossom aprovechó para reprenderlo por su osadía.

-Pensé que eso era lo que quería.

-Le voy a pagar por simular ser mi prometido, no por participar en los planes de boda de mis padres.

-Solo pretendía ser convincente. No creo que ellos se tragarían el cuento si me comporto como un hombre escurridizo.

-¿Usted cree?

-Espere.

-¿Qué?

De repente la tomó entre sus brazos y la besó. Esta vez fue una caricia más pura que la de la noche anterior. Apenas fue un toque suave como el aleteo de una mariposa sobre sus labios. Sin embargo, Blossom tuvo que afirmarse de él para no caer cuando la soltó: todo giraba a su alrededor.

-¿Y esto, fue práctica también? -preguntó ella con sarcasmo.

-Ellos miraban desde la ventana.

-¡Oh!

-¿Lo disfrutó? ¿Quería más?

-No.

-Le gustó, no mienta.

Llena de ira, Blossom se dio la media vuelta y se marchó, dejándolo solo con una sonrisa de oreja a oreja, al parecer la paloma se estaba convirtiendo en gavilán.

Cuando Blossom entró a la casa, los padres fueron de inmediato a su encuentro para felicitarla, pues según lo que habían visto tenía al conde comiendo de su mano. Con una exclamación exasperada los dejó hablando solos y se fue a encerrar a su habitación. Una vez allí, dio rienda suelta a sus lágrimas. Todo estaba saliendo mal. Su padre ni siquiera se había molestado en indagar los antecedentes del supuesto lord Wight, por el contrario estaban deseosos de lanzarla a sus brazos. Quizás ni se inmutarían si aquel hombre llegara a aprovecharse de su virtud. Estarían felices de tener un motivo para impedir que él desistiera del compromiso. Eran sus padres, pero en ocasiones los odiaba con toda su alma.

Adrian no se sentía orgulloso de lo que había hecho, pero tener a Blossom cerca era toda una provocación para él. Lo único que deseaba era poner sus manos sobre ese cuerpo delgado que no llamaría la atención de cualquier hombre por no ser bello de una manera convencional, pero para él era un deleite mirarlo por lo grácil y ligero que era al tenerlo entre sus brazos. No creía amarla, pero, ¡Dios, cómo la deseaba!

Esperó un momento más y en cuanto su cuerpo se recompuso, caminó hacia el interior de la casa, esperando encontrarse con los padres de Blossom y así echarle un poco más de leña al fuego.

-¡Vaya si duró poco ese paseo! -señaló Abbie, quien era mucho más elocuente que Henry.

-¡Oh, sí! Pero existe una poderosa razón, mi querida Abbie: debo ir a la ciudad a buscar algo muy importante.

-No me diga.

-Por supuesto que le digo. Es necesario para formalizar el noviazgo como debe ser.

-Entonces habrá que ir preparando la fiesta para anunciar -repuso Henry-. ¿Le parece bien en una semana más?

-Que sea en dos días más, Henry. No quiero que mi novia se vaya a arrepentir.

-¿Arrepentirse? ¡Qué cosas dice, milord! -Abbie lanzó una sonora carcajada.

-Por lo que sabemos, ella está muy enamorada -aseveró Henry.

-Entonces, con mayor razón.

-¡Pero nop tendremos tiempo de invitar a todos nuestros amigos!

-Yo creo que a Blossom le gustaría que estén solo los más cercanos -arguyó Adrian, para que la oportunidad no se le escapara de las manos.

-En eso milord tiene razón, querido. Puedo ver que la conoce muy bien. Les auguro un matrimonio exitoso.

-Ahora que estamos de acuerdo me marcho tranquilo. Eso sí, les ruego que no le digan nada a Blossom, quiero que sea una sorpresa.

-Sus deseos son órdenes, futuro yerno -dijo Henry con una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Te das cuenta, Ada? Ese hombre... Ese hombre...

-Te encanta.

En cuanto se había cerrado la puerta detrás de Adrian, Blossom pidió un carruaje y se marchó a la casa de su prima, la cual quedaba bastante cerca, pues los hermanos Moore jamás se habían podido alejar mucho el uno del otro, ya que creían firmemente en que la unión hacía la fuerza en materia de negocios. Así que las primas se visitaban tan seguido como lo desearan.

-¿Tú crees? -preguntó Blossom con actitud compungida.

-Sí -respondió Ada, mientras acariciaba a su gato angora-. Si no estás enamorada, como mínimo te gusta demasiado.

-¡Oh, no!

-Y ahora quisieras salir de esto, pero no puedes.

-Sí puedo, ¡claro que puedo, pero no quiero!

-¿Por qué?

-Mis padres se lo merecen.

-Saldrás herida, prima.

-¿Yo? No. Te equivocas, puedo manejarlo.

-Bueno, no voy a discutir más, eres demasiado terca. Solo espero que no te arrepientas.

-Tranquila, no sucederá cosa alguna. Sabré detener la broma en su momento justo.

-Eso espero.

-¿Vamos a buscar algo para comer? Tengo hambre. Con la rabia casi no desayuné.

-Vamos.

Cuando Adrian llegó a Falmouth, no encontró a su hermano en la posada. Pidió una jarra de cerveza y algo de la comida de la casa. El desayuno hacía mucho que había desaparecido de su estómago, y ahora gruñía pidiendo más alimento.

Pensó que después que comiera iría en busca de alguna joyería para comprar el anillo de compromiso. Estaba muy lejos de casa para echar mano de alguna sortija de su madre, y por demás, no iba a entregarle una joya de la familia a una chica para que jugara su estúpida charada. Sin embargo, él se encargaría de que show no saliera como ella esperaba. Esa chica también necesitaba una lección de humildad. La forma en que pensaba sorprender a sus padres no era adecuada, por muy chiflados que estuviera... Qué daría él por tener a sus padres con vida, aunque fuera solo para escuchar sus sermones.

Estaba recordando el severo rostro de su padre y el dulce rostro de su madre cuando llegó su hermano con cara de pocos amigos.

-Espero que hayas traído ropa menos elegante que esa. Si no, tendrás que comprarte algo en el pueblo.

-¿Por qué?

-Pasado mañana asistirás a mi fiesta de compromiso.

La hija del mineroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora