Capítulo 29

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Blossom no supo qué hacer con esta noticia. Era algo que nunca esperó, a pesar de haber leído lo suficiente como para saber que era algo que podía ocurrir si un hombre y una mujer pasaban tanto tiempo juntos, o mejor dicho, mantenían relaciones íntimas tan seguido como habían hecho ellos antes de la boda. Sin embargo, una cosa sí era segura: Adrian tenía que enterarse del feliz acontecimiento, al menos rogaba que fuera feliz para él.

Salió de la cama y fue hasta la chimenea para tirar del cordón. En breve apareció el señor Harris.

-Señor Harris, necesito que me consiga la dirección de lord Wight, en Manchester.

El mayordomo se la quedó viendo. Algo estaba pasando en aquella casa.

-¿No sería mejor que le pregunte a los Spencer, señorita?

-No. Son muy chismosos... ¡Bueno, vaya pronto, el tiempo apremia! ¡Ah! Envíe por mi prima, por favor.

El mayordomo dudó unos instanes, pero salió para ir a cumplir con el encargo que por cierto era doble. Entre tanto, Blossom se sentó ante el pequeño escritorio francés y cogió un hoja de papel de color rosa.

***

Ada llegó unas dos horas después acompañada de seu hermano. Él se quedó abajo mientras ella iba con su prima.

-¿Por qué lo trajiste?

-Mis padres insistieron en que me acompañara.

-¿Cuándo tendrá vida propia? ¿Cuántos tiene, veinticinco?

-Sí.

-Tus padres te enviaron con él para que no te quedes aquí. Deben pensar que soy mala influencia para ti.

Ada se sonrojó.

-Y ahora, después que sepan lo que sucede será peor -continuó Blossom, haciendo una mueca.

-¿Qué ocurre? No me asustes.

-Estoy embarazada, pronto tendré cuatro meses ya.

Ada se tapó la boca. Blossom pensó que le reprocharía, pero lo único que dijo fue ¡Seré tía! y la abrazó.

-¡Oh, tonta, no me digas que estás ansiosa por ser tía!

-¿Tú crees que Albert se casará algún día?

Las primas rieron y permanecieron abrazadas mientras calmaban sus emociones.

-¿Él ya lo sabe? -preguntó Ada, refiriéndose a Adrian.

-Acabo de escribirle una carta para que me venga a buscar.

-Pero... ¿Sabes dónde está?

-Imagino que en Manchester. Envié al señor Harris a conseguir la dirección de ellos. ¡Ni siquiera recuerdo cómo se llama su banco! O quizás nunca me lo dijo. No sé.

-No te preocupes, Bloss, ya lo solucionarás... ¿Qué le escribiste en la carta? ¿Le cuentas que será padre?

En vez de responder, Blossom cogió la carta y se la entregó. Ada la leyó en voz alta:

Mi muy apreciado lord Wight,

Espero que al momento de recibir la presente se encuentre bien.

No quisiera molestarlo en su retiro, pero algo está por suceder y es urgente que venga por mí.

Se despide afectuosamente,

Lady Wight.

-¿No te parece demasiado formal?

-Ada, hace tres meses que no sé nada de él. ¿Esperas que le escriba amor mío, no sabes cuánto te extraño? O mejor, vuelve a mí, ya no puedo tener más noches sin ti.

-¿Qué tal, Adrian, tienes que venir por mí, vas a ser padre?

-No, nunca hablamos de eso, ni siquiera sé si quiere tener hijos. Prefiero decírselo a la cara, y si nos va a rechazar que sea de frente y no por carta.

-En eso tienes razón... ¿Qué te ha dicho tía Abbie?

-Nada. Ni siquiera ha venido a reprocharme o felicitarme. Debe estar demasiado impresionada, y...

Unos golpes suaves interrumpieron la charla de las primas.

-¡Pase!

-Señorita, ya tengo la información que pidió. ¿Cómo quiere que sea entregada la carta?

-En forma personal, señor Harris, por favor. Podría inventarle algo a mamá, para poder ausentarse de casa sin llamar la atención.

-No se preocupe, hace tiempo que deseo visitar a una pariente que vive cerca de Manchester -repuso él, guiñando un ojo.

Blossom le entregó la carta, y enseguida se empinó para besar la mejilla del señor Harris. Él se marchó emocionado, tocándose el pecho, lugar en el que portaba dos cartas para el sinvergüenza de Baker.

***

Ada y Albert se marcharon antes de la cena, y Blossom decidió salir de la cama y bajar al comedor, ya no podía seguir dilatando el encuentro con su madre. Si Abbie la evitaba, ella tenía que ir a su encuentro.

Cuando Blossom entró al comedor, su madre ya estaba sentada frente a la mesa. La doncella en cuanto la vió aparecer se apresuró a poner otro plato en la mesa. Abbie hizo ademán de levantarse de la mesa, pero Blossom la detuvo.

-Mamá, por favor, hablemos.

-¿Por qué lo hiciste?

-Creo que esa pregunta es innecesaria, mamá. Adrian y yo teníamos la certeza de que nos íbamos a casar, así que...

-No. Te pregunto por qué nos engañaste.

-Prefiriría no responder eso, no quiero ofenderte. Solo te puedo decir que la broma se me salió de las manos. Pensé en confesar la verdad, pero Adrian cometió esa locura para no decepcionarlos.

-¿Te quiere?

-No sé.

-¿Y tú a él?

-No quería, pero me enamoré de él... Mamá... Yo lo amo, y estoy esperando un hijo suyo.

-¿Y crees que él se lo merece?

-¡Entiende, por favor, todo fue idea mía! ¡Ustedes estaban tan cegados con la idea de casarme con alguien que tuviera un título!

Abbie comenzó a llorar.

-Cuando vi a Adrian -continuó Blossom-, pensé que era un lacayo, y él para seguirme el juego no me dijo quién era en realidad. Luego nos fuimos involucrando. Después yo no quise decir nada porque temí que si se enteraban que era banquero y no conde, no habrían permitido la boda.

-¡Por supuesto que no!

-¡¿Lo ves?! ¡Adrian perdió todo su patrimonio por ese maldito título, y lo menos que puedo hacer es ir a apoyarlo, así que si no lo entienden no me importa, yo iré de todas formas con él! 

La hija del mineroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora