Lejos

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Prioridades, siempre hay prioridades en esta vida, la primera y más importante ahora.

—¡Papááá!—huir de esos seres demoniacos.

Corría sin mirar atrás, no lo necesitaba escuchando los ladridos de esos seres, volvió a gritar sin esperar apareciese su padre para rescatarle, pronto apareció su salvador, subió con prisa el árbol y los perros siguieron corriendo, era la quinta vez que esos seres le perseguían sin razón alguna.

Ya había pasado dos semanas, largas semanas en que era el niño de los recados de su padre, los malestares del embarazo eran insufribles, si bien los mareos y vomitos ya eran algo esperados, los cambios de humor eran simplemente brutales.

Después de largo rato esas feroces bestias dejaron de ladrarle y el pudo regresar a donde había dejado tirada a su espada, regresó en poco tiempo donde se estaban quedando.

—Veo que haz regresado con bien Wei WuXian—su abuela, la legendaria maestra y la que crió a su madre le recibía con la cara impávida—¿Has traído lo que te pidieron?

—Sí maestra—tras ver el contenido de la bolsa la anciana le dejó pasar yendo donde su padre se encontraba recostado en cama con un balde y una jarra de agua a sus lados—Papá—Extendió la bolsa de tela con el preciado tesoro dentro que con premura el mayor abrió suspirando feliz ante el olor.

—Gracias A-Ying—dio una mordida al jugoso fruto sin prestarle más atención al menor.

—Iré a lavar esto— tomó el balde y corrió a lavarlo dejando uno limpio en el proceso.

Cuando regresaba de lavar el balde vio a su pequeño tío practicar con su espada, esa mirada brillante y determinada le daban tantas ganas de molestarlo.

—Veo que tu mirada de pícaro es idéntica a la de tu madre—Wei Ying sonrió nervioso al escuchar la voz atrás de él, si bien conocía poco a esta mujer, le recordaba mucho a un Lan Qiren amargado y amante de las reglas Lan, pero ahora con ese Lan de un futuro ya no posible podía salirse un poco con la suya, con la maestra de su madre le daba muy mala espina el hacer travesuras aunque fuesen inocentes, siempre que la mirada de la mujer se situaba sobre él, sentía un feo escalofrío.

—Perdón—hizo una reverencia y corrió a la nueva casa de madera que su padre había hecho en menos de dos días, dejó el balde—Papá—lo llamó en voz baja, el mayor sonrío deteniendo la mordida que le daría al fruto, y sin dejar que su hijo continuase.

—Claro, toma—partió un pedazo de la fruta y la colocó entre los labios de su hijo—Son tan dulces hijo, gracias—Había intentado muchas veces el decirle que era hora de regresar, pero siempre le detenía de maneras dulces y al mismo tiempo creaban una atmósfera de paz que no podía decir más—Ve a practicar un poco con Suibian, dormiré un rato y después haré la cena.

—Sí papá—Wei Ying sabía su padre no despertaría hasta más tarde por lo que apuró su entrenamiento para hacer una cena que su padre pudiese soportar.

Primero era el congee falto de sabor, melocotones en almíbar, un pollo cocido y cortado en trozos pequeños quitando el cartílago y huesos con cuidado, las verduras igual cocidas y con un pequeño toque de sal.

A la hora de la cena fue extremadamente cuidadoso en no hacer ruido, colocó todo en posición, por último abrió lentamente la puerta del cuarto de su padre.

Después de un rato salió su padre con la mirada llena de curiosidad y apetito.

—¿Lo hiciste para mi?—Wei Ying asintió a la pregunta de su padre aún escondiendo los melocotones en almíbar tras él, podía ver la existencia de lágrimas en los ojos de su padre, no le gustaba verle llorar, pero al parecer el embarazo te pone muy sensible—Gracias hijo.

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