Capítulo cinco.

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Estaba tan dormido, su cuerpo se removía un poco y su rostro se notaba tranquilo, como si no hubiera dormido en horas, sonrió mirando esto desde un metro lejos, aquel era el sujeto que había apodado: «Hombre blanco» por su tono de piel, aunque dud...

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Estaba tan dormido, su cuerpo se removía un poco y su rostro se notaba tranquilo, como si no hubiera dormido en horas, sonrió mirando esto desde un metro lejos, aquel era el sujeto que había apodado: «Hombre blanco» por su tono de piel, aunque dudaba del escudo en el centro de su cara, estaba convencido de que no era nada significativo.

Despacio, se acercó a su cuerpo para agacharse, moviendo su hombro de un lado a otro para hacerlo despertar, falló dado que se había movido un poco a la izquierda, quedando de lado para mala suerte del otro.

Puso sus brazos a cada lado del cuerpo del contrario, quedando el español entre sus manos, jalando su cuerpo para que se echara derecho. ---- despertar. ---- pronunció con una sonrisa, habían pasado once horas, su gente probablemente lo estaría buscando como loca, y no podía dejar al otro líder allí.

Al no sentir la calidez del sol, los pequeños ojitos del europeo de abrieron de a pocos, logrando distinguir el rostro del moreno cerca al suyo, que era lo que le daba sombra.

La vista era la más hermosa que había podido presenciar el más alto, esos ojos color cielo eran bellísimos, sus mejillas estaban coloreadas por el sol y sus labios eran lo más atrayente posible. El español notando la cercanía abrió completamente las cuencas, empujando al otro para poder levantarse, dejando sentado al Inca.

----Perdonarme, intentar despertarlo. ---- admitió con vergüenza viendo que la expresión del contrario ahora era de alerta, estaba lejos de su persona.

El colorido se levantó caminando hacia la dirección del Imperio Español quedando enfrente de él y de forma amigable soltó una risa, colocando una mano en el hombro del otro hombre.

----No vuelvas a hacer eso. ---- dijo tratando de mantener su seriedad, de forma que no se viera el sonrojo que mantenía en sus pómulos.



----¡Señor, al fin aparece! ---- dijo Madrid agitado porque apenas lo vió venir fue corriendo hacia él, hablando de forma entrecortada. ---- Ayer estuvimos buscándolo por horas, incluso estuvimos a punto de iniciar con la...---- el diálogo de la capital se vió callada por la mano del imperio, quién con solo una mirada le hizo entender que no podían discutir ese tema en público, y menos rodeados de todos esos piel canela.

---- Suri mo nayje yara mssjeq. (Lamento desaparecer) ---- le dijo sonriente a las personas que lo rodeaban, hombres, mujeres y niños quiénes habían estado alarmados por su desaparición. ---- Kekequi nanrek (Mantengan la calma)

Giró su vista hacia el español, quién lo miraba atento desde que comenzó a hablar, éste se ruborizó al ver la sonrisa del Inca, era un tipo raro, de ese tipo de rareza que es inusual pero agradable, por un minuto creyó sentir lástima por su gente, tenían un líder bastante ingenuo y confiado.









--- Hay algo que he querido preguntarte desde que supe de ti. --- el hispano, quién hasta entonces se mantenía recargado en el mural de piedra, mirando el paisaje (teniendo premoniciones de cómo cambiaría ese territorio para su beneficio), volteó a mirar al Inca quién al parecer se había cambiado de ropa, ahora vestía una túnica crema que le llegaba a las rodillas y estaba amarrada de la cintura con un cinturón dorado mientras sus hombros y la mitad de sus brazos eran cubiertos por un poncho marrón opaco. --- ¿De dónde vienes? Y...¿Cómo es allí?

Al estar a solas, el ambiente era mucho más silencioso y tenso, ambos sabían manejar la incomodidad, pero de alguna manera, ambos sentían calidez en sus corazones, como si el atardecer ayudara a que la presencia contraria y la escena sea más cliché y romántica.

El sol caía bajo la noche dando paso a una leve oscuridad y con el la timidez del menor de edad, lo único que deseaba era preguntarle múltiples cosas y obtener respuestas. --- Yo...lamento si yo hacerte sentir incómodo.

--- Europa. --- respondió manteniendo esa mirada neutral apoyándose en sus brazos para suspirar de forma calmada. --- Vengo de otro continente, muy lejos de éste lugar, soy el soberano de la nación de España y vine aquí para hacer una expedición al territorio. --- respondió a la pregunta formulada por el más alto, recibiendo una sonrisa de éste mismo, obviamente la última parte era mentira.

Tahuantinsuyo se acercó a su lado colocando sus manos encima del mural, sus miradas chocaron viéndose (admirandose, en secreto.) Hasta que el sol quedó completamente oculto.

--- Yo poder enseñarte si tú enseñarme a mí. --- mencionó sin quitar su mirada de los sorprendidos ojos azules del hispano, ésto comenzaba a intimidar al mismo pero no planeaba flaquear.

--- Está bien. --- asintió mostrando su mano para estrecharla, acordando un pacto entre ellos dos. Ambos estrecharon sus manos, sintiendo una corriente en su espina dorsal al sentir el tacto del otro.

El ambiente se volvió más agradable, la brisa era suave y la noche muy hermosa, las estrellas brillaban más que cualquier otro día, era por decir, magnífico.

Pero la vista del Imperio Español vió de reojo la mano del Inca, tenía pulseras de oro rodeando ambas muñecas, sus hombreras también eran de ese material, eso lo volvió loco, quería, deseaba el oro, no importa que tuviera que hacer para conseguirlo.

Así es como todo iniciaría, con una falsedad de por medio.

Así es como todo iniciaría, con una falsedad de por medio

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