♡¿ᴘᴜᴇᴅᴇs ᴠᴏʟᴠᴇʀ ᴀ ᴀᴍᴀʀᴍᴇ?♡ [ⁱ. ⁱⁿᶜᵃ ˣ ⁱ. ᵉˢᵖᵃⁿ̃ᵒˡ]

Capítulo diez

-Ten más cuidado. -le dijo amablemente cuando estuvo a punto de resbalarse de las rocas, el hispano se agarró de él y se estabilizó. Aquellos caminos eran tan estrechos, un paso en falso y salía disparado al vacío. Por suerte tenía a su guía turístico justo a su lado.

-Podrías explicarme a dónde me estás llevando. -el indígena bajó primero la pequeña bajada y le extendió la mano, el imperio pudo sostenerse una vez más de él.

-Cierra tus ojos. -Pidió con ese delicado tono y el español obedeció, ¿Desde cuando le tenía tanta confianza? Sintió sus grandes y cálidas manos recorrer su cintura y sostenerlo con firmeza, apretó la boca. -Escucha con atención.

Susurró en su oído, causándole un temblor inevitable. El hispano no evitó hacer lo que le decía, relajando su cuerpo y escuchando los sonidos de la naturaleza, se explayó por las montañas, los árboles y las plantas y sintió la brisa deslizarse por su piel.

Suspiró sintiendo sus músculos contraerse en ese mismo lugar.

Se despertó de su sueño espontáneo cuando algo pesado fue colocado en su cuello, soltó un respingo. --¿Que haces? --preguntó exaltado viendo cómo el hombre de tez morena le colocaba el broche del collar.

--Shh...--calló serenamente sus palabras y siguió por colocarle brazaletes en sus antebrazos. --Lo estoy vistiendo. --el español miró con duda como el indígena sostenía cada una de sus extremidades con sumo cuidado y les colocaba joyería de oro y piedras preciosas.

No le desagradaba lo que hacía, pero su forma de tocarlo se sentía poco sobria, cada vez que lo rozaban sus dedos y dejaba un beso casto en su piel algo dentro de su pecho se encendía y se alteraba notablemente.

El contrario se puso en cuclillas para colocarle las tobilleras, pequeñas pulseras delgadas echas de pepitas de oro, el imperio sostuvo su pie descalzo y lo acarició, subiendo coquetamente por su pantorrilla.

--¡Como osas- ! --El hispano se alejó arrebatadamente, sintiendo su rostro bajo la anestesia del rubor. El menor sonrió agraciado por su reacción tan rápida y tan poco agraciada. --No haga eso denuevo.

--Creí que usted gustarle las joyas. --dijo levantándose. --Ya que no dejas de mirar las mías.

El español cruzó los brazos al verse descubierto, fijando su mirada en los ojos caramelo de su acompañante, acarició los accesorios mirando con asombro el material del que estaban echos, le apasionaba las cosas de valor.

--¿Porque me trata tan bien? --cuestionó desviando el rostro, se le dirigía al hombre que lo había estado cuidando y mostrandole su vida cotidiana, ahora le entregaba joyas sin ninguna razón aparente.

--No entiendo a que se refiere. --
--¿Que no sólo la realeza de tu país utiliza este tipo de joyería? --preguntó. Tahu lo miraba tan inocentemente que no podía evitar flaquear la mirada. --Ya sabes, es un material muy fino y...

--¿Eres un rey, no? Yo muy complacido de poder compartir costumbres. --exclamó esbozando una sonrisa, hasta ahora no entendía porque su acompañante se estaba preocupando tanto, él lo veía como algo normal, una señal de respeto entregar oro y joyas. --Tú verte muy bien así.

--Gracias. --
--¿Gracias?--
--Oh, es una forma de responder cuando recibes un favor o cumplido. --explicó sacando su libro sacro de la cartera en su cinturón. --Lo dice todo aquí, si quieres podemos hablar de eso más tarde.

El hispano se notaba extasiado, como si la religión fuese algo emocionante que anhelaba explicarle, el otro sujeto puso una expresión de desagrado en su cara, no le gustaba escuchar de otros dioses que no fuesen los suyos, era algo que odiaba.