3.- Un viaje en el tiempo

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Vito e Issi llegaron al pueblo de Chica Sexy cuando ya había oscurecido. La mayoría de los habitantes ya se encontraba en sus hogares, por lo que decidieron pasar la noche en el parque. Afortunadamente, un anciano pasó por ahí y los invitó a quedarse en su casa, donde cenaron y descansaron plácidamente.

A la mañana siguiente, durante el desayuno, Issi le preguntó al anciano si sabía algo acerca del paradero del Chivo Brujo y sus hombres.

–Supe que estuvieron aquí el día de ayer, un par de horas antes de que anocheciera –contestó el anciano–. Pero no sabría decirte hacia dónde se fueron.

–No se preocupe –dijo Issi–. El simple hecho de saber que estuvo aquí es una excelente noticia. Le preguntaré a los demás pobladores, seguramente alguien habrá visto algo.

–Lo dudo mucho, hijo –le aseguró el anciano–. Cuando el Chivo Brujo viene, todos se encierran en sus casas. Solamente le dejan el dinero del tributo en el parque y nadie sale hasta que escuchan que se ha ido. Pero si hay alguien demasiado curioso como para atreverse a mirar, ese es Sergio. Deberían hablar con él.

–Muy bien. ¿Y dónde lo encontramos? –quiso saber Vito.

El anciano les indicó la casa de Sergio, la cual se encontraba sobre un monte, alejada del resto de las casas del pueblo. Los pobladores evitaban tener contacto con él, pues siempre tenía ideas raras y construía aparatos extraños que rara vez funcionaban. Issi y Vito se encaminaron hacia allí y, al llegar a la entrada, llamaron con fuerza sin obtener respuesta alguna.

–Entremos –sugirió Issi.

–¿Cómo? ¿Así nada más? –preguntó Vito sorprendido.

–Acuérdate de lo que dijo el anciano, que este brother siempre anda construyendo aparatos que explotan. Tal vez ocurrió algo y necesita ayuda –dijo Issi de manera convincente.

–Tienes razón. Vamos.

Giraron la perilla de la puerta y esta se abrió sin problemas. Una vez dentro, se dieron cuenta de que lo que decía el anciano era verdad. La casa era grande, pero estaba llena de aparatos y equipos desbaratados por todos lados, que impedían caminar libremente. Luego de dar un vistazo por todos los posibles lugares, decidieron volver a casa del anciano, pero antes de irse, un leve pitido llamó su atención.

–¿Qué es ese sonido? –preguntó Issi.

–No lo sé, pero parece venir del patio. Vayamos a ver.

Salieron por la puerta trasera y caminaron en medio de más aparatos visiblemente descompuestos hasta dar con el que estaba emitiendo aquel sonido.

–Este es –dijo Issi, dándole un ligero golpe con la palma de su mano en el costado derecho.

–Eso veo –asintió Vito–, pero ¿qué es?

–No tengo ni la menor idea. Aunque parece que lo acaban de utilizar.

El aparato frente a ellos tenía una puerta de cristal en la parte de adelante, y el resto de él era de metal. Arriba tenía un extraño reloj y algunos focos, de los cuales, uno parpadeaba incesantemente.

–Inspeccionémoslo por dentro –propuso Issi–, pueda que haya una pista que nos indique dónde está ese tal Sergio. –Inmediatamente abrió la puerta y entró en el aparato.

–Ten cuidado –le previno Vito.

–Tranquilo, solo voy a ver si encuentro algo –dijo Issi desde el interior del aparato, el cual era más amplio de lo que aparentaba y en cuyas paredes alguien había colocado una pantalla, varios botones y tres palancas de diferente color. Y no solo eso, sino que también tenía instalado dos asientos, cada uno a un costado, lo suficientemente largos como para que cupieran dos personas en cada lado–. ¡Ajá! –exclamó Issi de pronto–. ¿Qué te dije? Aquí hay un papel escrito a mano; seguramente es de ese sujeto. Ven a verlo.

Vito ingresó con mucha precaución, procurando no tocar nada y se acercó a Issi, quien estaba sentado del lado derecho leyendo el papel que había encontrado.

–No entiendo nada de esto –reconoció Issi.

–Déjame ver –le pidió Vito, agarrando una esquina del papel.

–Dame chance que termine de leerlo.

–¡Pero si ya dijiste que no le entiendes! Mejor dámelo, tal vez yo sí pueda descifrarlo.

–¿Qué estás tratando de insinuar? –exigió saber Issi.

–Nada, solo te estoy pidiendo que me lo des –y al decir esta última palabra, Vito jaló el papel, provocando que su brazo moviera accidentalmente una de las palancas del aparato. En ese preciso instante, la puerta de cristal se cerró y una voz robótica sonó en todo el interior:

–Salto temporal en tres, dos, uno...

De pronto, todo alrededor empezó a dar vueltas y, en cuestión de segundos, la imagen del exterior que podían ver a través de la puerta de cristal cambió.

–¿Qué rayos acaba de pasar? –preguntó Vito.

–No lo sé, pero será mejor que salgamos de esta cosa cuanto antes.

–Estoy de acuerdo contigo.

Vito empujó la puerta de cristal y ambos salieron sin problema; pero se quedaron anonadados al ver que se encontraban en un lugar completamente diferente. Ya no estaban en el patio de la casa de Sergio, sino en medio de una selva rebosante de vegetación. Pero antes de que pudieran siquiera entrar en pánico, una figura salió de entre los árboles gritando:

–¡Estoy salvado! ¡Estoy salvado!

Se trataba de Sergio, quien, luego de su euforia inicial, se disculpó con Vito e Issi, por asustarlos, y procedió a contar su historia.

–¡¿Me estás diciendo que ese aparato es una Máquina del Tiempo?! –exclamó Vito, bastante sorprendido.

–Así es. Y como estaba diciendo, la terminé de construir esta mañana.

–Eso sí está de locos –agregó Issi.

–Pues qué sería de la ciencia sin un poco de locura –declaró Sergio–. Gracias a ella tuve la inspiración necesaria para inventar este maravilloso aparato.

–Sí, muy maravilloso y todo lo que quieras, pero exactamente cómo fue que quedaste atrapado aquí –demandó saber Vito.

–Bueno, luego de asegurarme de que todos los sistemas estuvieran funcionando, programé la máquina para viajar a una Era Anterior, que es donde nos encontramos. Apenas llegué, salí para recoger una muestra de la vegetación, pero no me di cuenta que moví la palanca que activaba el viaje con un retraso de sesenta segundos. Aún estaba escogiendo entre las diferentes especies que hay en este lugar, cuando la máquina se activó y desapareció.

–Realmente creo que deberías hacer algo con esas palancas –sugirió Issi.

–Muchas gracias por el comentario, lo tendré en cuenta –aseguró Sergio–. Lo bueno es que al final, el mismo error de diseño que me metió en este problema, fue el que permitió que ustedes llegaran aquí. Aunque, ahora que lo pienso bien, ¿cómo es que encontraron mi Máquina del Tiempo?

–Esa es una muy buena pregunta –admitió Vito–, pero ¿qué te parece si lo hablamos cuando regresemos a nuestra época? Este lugar no me da mucha confianza.

–Claro que sí. Suban a la máquina. ¡Nos vamos! –exclamó Sergio alegremente.

Los tres subieron a la Máquina del Tiempo y, después de que Sergio ajustara algunos parámetros, emprendieron el viaje de regreso, dejando la Era Anterior atrás.

Los Guerreros del Circo RodanteWhere stories live. Discover now