El sol se colocó tímidamente en medio del amplio cielo azul. Pronto sus rayos se dispersaron por toda la región del Mayab, despertando a todos los seres vivientes, incluyendo a Sergio, Vito e Issi, quienes se encontraban profundamente dormidos sobre un vasto campo de verde pasto.
–¿Dónde estamos? –preguntó Vito, tan pronto como se hubo incorporado.
–No lo sé con exactitud –respondió Issi, quien ya se encontraba en pie, mirando a su alrededor–, pero por el paisaje puedo asegurarte que estamos cerca de mi pueblo.
–¿Y qué pasó? –preguntó Sergio, bastante confundido. Se levantó y se dio cuenta de que hacía falta algo–. ¿Dónde está la Máquina del Tiempo?
–No lo sé –aseguró Issi.
–Entonces, ¿todo fue un sueño? –reflexionó Vito.
–¡Claro que no! –soltó Issi con ímpetu–. Seguramente el Profeta Urbano nos mandó aquí por alguna razón. Honestamente, no entendí todo lo que dijo, pero sé que él no hace nada por casualidad.
–Espero tengas razón –admitió Vito.
–¿Y ahora qué hacemos? –cuestionó Sergio.
–Debemos hallar el Puente de Arcoiris –recalcó Issi–, donde sea que esté.
De pronto, los tres escucharon un extraño ruido proveniente de cierta dirección, pero al voltear a ver no encontraron nada. Sin embargo, no pasaron ni diez segundos cuando al fin pudieron visualizar una sombra que poco a poco empezó a hacerse más grande.
Ya a una distancia razonable, lograron ver que se trataba de una caravana de carretas intergalácticas de diferentes formas, tamaños y colores; cada una adornada de un modo particular. En ellas viajaban magos y princesas fluorescentes, y todo tipo de seres espaciales. También algunos humanos que habían dejado sus hogares para unirse a ellos. Todos iban cantando:
Caravana Blues no volverás.
Lejos en tu viaje interestelar.
En tu ruta hay luces que se encienden.
¡Oh...! ¡Magia sideral!
La caravana llegó hasta donde ellos estaban y las carretas empezaron a pasar a su lado; quienes venían en ellas los saludaban alegremente. Vito, Issi y Sergio quedaron asombrados al ver tanta diversidad, pero su asombro fue mayor cuando se percataron de que las carretas empezaron a disminuir su velocidad progresivamente, hasta que todas se detuvieron.
–¡Caravana Blues! ¡Descansen! –gritó alguien. A esa orden le siguieron una serie de gritos de júbilo, y todos aplaudieron con frenesí.
Vito, Issi y Sergio empezaron a pasearse a lo largo de la Caravana Blues, observando con detenimiento cada una de las carretas. En algunas, vendían artículos de otros planetas; en otras, vendían pulseras y anillos con rocas espaciales. Anduvieron un buen rato curioseando, hasta que llegaron a una que parecía ser un puesto de comida.
–Me vendría bien comer algo –dijo Vito.
–A mí también –asintió Issi.
–Es una excelente idea –agregó Sergio. Aunque pronto la descartaron al notar que el lugar estaba todo sucio y desordenado.
–No se dejen llevar por lo que ven –imploró el dueño del lugar, cuyo aspecto era en extremo desagradable–. Les aseguro que la comida les va a encantar. –Pero no pudo hacerles cambiar de opinión.
Los tres siguieron caminando hasta que encontraron otra carreta, de la cual se desprendía un delicioso aroma a romero y yerbabuena.
–¡Bienvenidos al Tutti Frutti Campechano! –los recibió con gozo el dueño.
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Los Guerreros del Circo Rodante
Phiêu lưuHistoria basada en las canciones e integrantes de la banda campechana Roll Circus, la cual nos relata las aventuras de un grupo de jóvenes del Mayab que se unen para derrocar el oscuro reinado del Chivo Brujo y salvar a la Amiga Galaxia.