4.- ¡Ya sabemos a dónde ir!

15 0 0
                                    

De vuelta en el presente Issi le planteó su problema a Sergio. Para su sorpresa, él sabía exactamente qué hacer para encontrar la guarida del Chivo Brujo:

–Necesitas consultar con el Profeta Urbano.

–¿Y ese quién es? –preguntó Vito, al tiempo que se sentaba sobre uno de los aparatos que ocupaban la sala de la casa.

–¡¿Me estás diciendo que el Profeta Urbano en verdad existe?! –exclamó Issi con sobrado asombro.

–Eso es precisamente lo que estoy diciendo –afirmó Sergio–. ¿Quién crees que me dio la clave que necesitaba para construir mi Máquina del Tiempo?

–¡No puede ser! Todo este tiempo creí que el Profeta Urbano era solo un personaje de cuentos infantiles. Mi abuelita solía contarme muchas historias sobre él –confesó Issi.

–¿Alguien podría explicarme de qué están hablando? –intervino Vito–. Porque no estoy entendiendo nada.

–Verás... –empezó Issi–, el Profeta Urbano conoce todos los hechos del pasado, ve todo lo que sucede en el presente y es capaz de predecir el futuro. Se dice que ha habitado en estas tierras por miles de años y que comparte su sabiduría a todos aquellos que se acercan a él con buenas intenciones.

–¿Y este personaje es real?

–Pues yo creía que no...

–Pero él es tan real como cualquiera de ustedes –concluyó Sergio–. Y lo mejor de todo es que sé exactamente dónde está.

–¿Y qué esperamos? –dijo Vito. Se puso de pie y, dirigiéndose a Issi, agregó–: Mientras más rápido sepamos la ubicación del Chivo Brujo, más pronto podremos rescatar a tu amiga.

–Es cierto. No hay tiempo que perder. Por favor, Sergio ¿podrías explicarnos cómo llegar con el Profeta Urbano? Necesitamos salir para allá cuánto antes.

–No sé preocupen por eso –dijo Sergio–. Yo mismo los llevaré. Iremos a verlo ahora mismo.

–¿Cómo? –preguntó Issi.

–Con la Máquina del Tiempo. Solo modificaré las coordenadas geográficas y ajustaré el tiempo. Será como teletransportarnos. Cambiaremos de lugar, pero permaneceremos en el presente.

–¡Perfecto! –exclamó Vito–. No entendí nada, pero suena interesante.

Y así, entre risas y con buen humor, los tres se dirigieron nuevamente a la Máquina del Tiempo. Sergio realizó los ajustes necesarios y accionó la misma palanca que Vito había movido por error minutos antes.

Muy bien, llegamos –dijo Sergio, mientras descendía de la máquina. Vito e Issi lo siguieron; pronto se dieron cuenta que estaban al pie de una montaña. El cielo era rojizo con nubes negras y no soplaba viento por ningún lado–. Tenemos que subir.

Issi fue el primero en llegar a la cima, luego Vito y por último Sergio. El Profeta Urbano se encontraba de pie, dándoles la espalda, al extremo opuesto de donde ellos estaban.

–Sé bien a qué han venido –dijo el Profeta Urbano con voz fuerte.

Sergio le hizo señas a Issi para que hablara.

–Entonces, ¿nos ayudarás? –inquirió Issi.

–Sí y no –respondió el profeta con solemnidad y se dio la vuelta para quedar frente a Issi.

–¿Disculpa? No entiendo –expresó Issi con sinceridad y se adelantó unos cuantos pasos. Sergio y Vito permanecieron atrás, en silencio–. ¿Es un sí o es un no?

–Lo que quieres de mí –empezó el profeta, ignorando la pregunta–, no te lo puedo dar; pero lo que necesitas, eso te daré.

–¿Lo que necesito? ¿Y eso que quiere decir? –En ese momento el viento apareció de la nada y empezó a soplar con fuerza. A lo lejos, se escucharon truenos.

–A dónde quieres llegar, no puedes ir todavía; pero cuando sea el tiempo y tu alma esté lista, esto debes hacer: busca el Castillo Azul que se encuentra pasando el Puente de Arcoíris, ahí encontrarás tu destino y el amor que tanto anhelas. –El sonido de los truenos comenzó a aumentar.

–¿Eso es todo? –preguntó Issi, alzando la voz–. ¿No puedes decirme algo más? –El viento comenzó a golpear su rostro con furia y un rayo cayó justo entre él y el profeta.

–¡Busca el Castillo Azul que se encuentra pasando el Puente de Arcoíris! –repitió con fuerza el Profeta Urbano, sobre el ruido ensordecedor de los truenos, y acto seguido, agitó en el aire la vara que tenía en la mano. En ese instante, un humo espeso emergió de la tierra y empezó a envolver toda la montaña.

Issi, Vito y Sergio, al darse cuenta de esto, intentaron volver a la Máquina del Tiempo, pero no pudieron; pronto perdieron toda visibilidad y fueron envueltos en una terrible oscuridad. 

Los Guerreros del Circo RodanteWhere stories live. Discover now