6.- Lecciones de circo.

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La mañana era fresca. Issi, Vito, Sergio y Chucky se internaron en la selva buscando el camino de vuelta a los campos en los que habían estado, pero sin una brújula o mapa la tarea se convertía en una misión casi imposible. Luego de caminar sin descanso por varias horas, empezaron a desesperarse. Mas el sonido lejano de una avioneta en vuelo vino a darles esperanza. Si de algún modo lograban llamar la atención del piloto, tal vez él pudiera indicarles el camino. Rápidamente Issi trepó en uno de los árboles más altos que había y, con mucho cuidado y eficacia, logró llegar hasta la cima.

La avioneta ya se encontraba un poco lejos. No había forma de que Issi se hiciera notar, por lo que decidió empezar a bajar; pero justo antes de que las hojas estorbaran su visibilidad, pudo ver cómo la avioneta descendía sin problemas con dirección al este. Ahora ya sabía hacia donde tenían que ir.

Sin demora, lssi y los demás siguieron a la avioneta, esperando llegar a alguna comunidad o zona urbana, pero más grande fue su asombro cuando, dejando la selva atrás, llegaron a un extenso campo de girasoles en cuyo centro se alzaba una gigantesca carpa de circo. De los carros que la rodeaban, entraban y salían toda clase de personas, quienes cantaban al unísono la siguiente melodía:

//Mr. Roll Circus//.

Todos somos personajes.

Llévame a tu Circo Superfly.

Sin parar...

–Bienvenidos al Circo Superfly –dijo de pronto alguien. Los cuatro bajaron la mirada y se encontraron con un adorable niño, de aproximadamente diez años de edad, vestido de piloto y con una enorme sonrisa en el rostro–. Síganme, los llevaré con el jefe.

Sin protestar, los cuatro siguieron al niño hasta el carro del dueño del circo, quien resultó ser también el maestro de ceremonias y se encontraba preparándose para el espectáculo de esa noche.

–Ya es tarde –dijo el dueño, el cual vestía una radiante y extravagante chaqueta de frac roja, un chaleco amarillo, una camisa blanca, una corbata de moño roja, un elegante pantalón de tela negro y un sombrero de copa negro–. Vayan a cambiarse. Los veo en la pista para el ensayo.

–Disculpe, creo que nos está confundiendo con otras personas –dijo Vito–. Hemos llegado aquí por casualidad.

–¡Ah, ya veo! Eso explica mucho –confesó el dueño–. Estaba por decirles que, para ser payasos, se ven bastante deprimidos.

–Tuvimos una mala noche –intervino Sergio–. Además, no hemos comido ni bebido nada en todo el día.

–¡Haberlo dicho antes! Eso se soluciona de inmediato –sentenció el dueño y llamó al niño, quien se había quedado afuera del carro–. Trae unas bebidas y alimentos, si eres tan amable. –El niño asintió y salió de nuevo–. Por cierto, soy Mr. Roll Circus, dueño de este hermoso lugar.

–Yo soy Issi, y ellos son Vito, Sergio y Chucky.

–Mucho gusto, muchachos. Lamento haberlos confundido, pero me alegra que estén aquí. Así podrán disfrutar de nuestro maravilloso espectáculo.

–No creo que podamos quedarnos –confesó Issi–. Le agradezco la invitación, pero tenemos algo de prisa.

–En realidad yo sí puedo –interrumpió Chucky–. No tengo otro lugar a donde ir.

–No digas eso –le pidió Issi–. Esperaba que pudieras acompañarnos. Ya después veríamos la manera de ayudarte a encontrar otro hogar.

–Pues para ser sincero –comenzó Chucky–, no sé si sea de gran ayuda en su misión de rescate. No me siento con los ánimos suficientes para enfrentar un reto de esa magnitud.

Los Guerreros del Circo RodanteWhere stories live. Discover now