New Paradise I

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New Paradise I (1/3)

Sonaban las campanas de la iglesia, la música popular de bodas, pero la novia aún no llegaba, pasaron minutos, minutos y minutos, los invitados ya se comenzaban a ir de uno en uno, todos pensaban que me había plantado, que se había arrepentido que ya no quería casarse conmigo, de repente llegó, pero no era ella, era un policía que me daba una mala noticia.

-Lo siento, fue encontrada muerta, se suicidó- dijo el policía y me dio sus condolencias.

La cara de los invitados era de espera, qué había pasado, ellos no sabían, sólo me dijo a mí, últimamente habíamos peleado mucho, pero no sabía qué se iba a suicidar, lo máximo que creí era que me iba a dejar plantado, pero no que terminaría con su muerte, los invitados aun no sabían la trágica noticia, me derrumbé, me sentí derrotado, caí al suelo, caí a llorar, todos los momentos junto a ella pasaban por mi mente, los buenos momentos, todos se acercaban a mí.

-¿Robert, qué pasó?- me decía mi padrino de bodas, mi mejor amigo, David.

-Murió... ¡Se suicidó!- dije angustiado y me solté a llorar, entre mis lágrimas podía ver a quien iba a ser mi suegra lanzar una fuerte lluvia por sus ojos, ni su padre el cual siempre se mostró fuerte y sin emociones no pudo evitar mostrar su lado débil, mostró sus lágrimas, se echó a llorar.

Los invitados estaban atónitos, asombrados, tristes, llorando, impactados, todo sucedió tan rápido, fue un golpe de bala, nadie se lo esperaba, las damas de honor estaban aterrorizadas, se sentían culpable, se fueron una hora antes de la boda para dejarla sola un rato, sentían que pudieron evitar la tragedia si no se hubieran ido, si no la hubieran dejado sola, si hubieran sabido que se lanzaría por el edificio, si hubieran sabido que se... suicidaría.

No dejó una nota, nada, sólo ella sabrá sus últimas palabras y el motivo por el cual lanzarse, bueno ella y yo, se lanzó por mí, se lanzó para no seguir a mi lado, se lanzó, dejo este plano terrenal y fue a un lugar mejor.

-Tú sabes que no fue así- dijo una voz gruesa, tenebrosa, abrumante, de repente el lugar se llenó de fuego, la gente se quemaba, todo ardía, yo sé que el suicidio es pecado, pero no, ella no está en el infierno.

-¡ESO NO!- gritó la voz y... desperté, todo había sido un sueño, pero sí, mi esposa sí se suicidó, ya pasó tres semanas desde la que iba a ser nuestra boda perfecta, estuvimos tan cerca, tan cerca de casarnos, tan cerca de ser un solo cuerpo, tan cerca de unir nuestras almas, tan cerca de amarnos hasta la eternidad, pero tan lejos a la vez, quién diría que se lanzaría el día más feliz de nuestras vidas, el día que se suponía que recordaría con dicha y felicidad hasta estar viejo se volvió el día que murió mi amada, el día que mi corazón se rompió, lo recordaré con lamento y anhelo.

Lo peor es que pude ver su rostro, sus ojos cerrados, la sangre a su alrededor, la inexpresividad de su rostro, el final del brillo que me cautivaba.

Era su día especial, nuestro día especial, quería que fuera perfecto para ella por eso pedí la Suite, el cuarto más alto, sólo quería que se sintiera como una reina, pero si hubiera escogido un lugar más bajo tal vez no hubiera decidido ver al suelo y coger valentía para lanzarse, si se hubiera suicidado de otro modo tal vez hubieran tenido más oportunidades, más tiempo para salvarla, para llegar con ella, para evitar su suicidio, su repentina muerte que nos llegó a todos a lo muy dentro de nosotros.

Está iba a ser nuestra cama, está iba a ser nuestra habitación, está iba a ser nuestra casa, pero ahora solo es mi cama, solo es mi habitación y solo es mi casa, me levanté de la cama, semanas antes de nuestra boda ya estábamos viviendo aquí, aún puedo sentir su espalda apegada contra la mía, sus brazos acorralando mi cuerpo y sus besos invadiendo mi cara, cada noche pongo la fragancia del perfume que usaba para sentirla, para olerla, para no sentirme solo, salí de la habitación y me dirigí a la cocina, está era la cocina donde preparábamos juntos las cenas, donde a veces yo la sorprendía con su plato favorito, me vestía de chef y la atendía como se lo merecía, esa mujer era hermosa, su piel era suave como la seda, blanca como la nieve, sus ojos eran castaños como el café, pero tenían un blanco brillo como la leche, sus labios eran tan suaves y jugosos cual papaya derritiéndose en mi boca, su cabello era castaño, su cabello la hacía diferente, nunca me cansaba de ella, siempre era una nueva persona por conocer, siempre se veía diferente, le encantaba juguetear con su cabello, a veces se lo dejaba corto, otras veces se ponía extensiones para tenerlo muy largo, se lo pintaba de múltiples colores, siempre un look distinto, eso me encantaba de ella, nunca se veía igual dos días, cada mañana era una nueva ella, una nueva persona por descubrir, alguien nuevo por quien enamorarse.

Normal, Tierno y DolorosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora