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Cuando sale del baño él está durmiendo, escondido entre el amasijo de almohadas blancas.
Respira lentamente, su pecho subiendo y bajando hace mover las impolutas sábanas que lo arropan.

Ella se mueve nerviosa por la habitación, volviendo a meter un puñado de ropa más en su maleta, recogiendo sus zapatos y poniéndose su oscura chaqueta.
Está apunto de abandonar la habitación, y probablemente la vida del hombre que está tumbado sobre la cama a su derecha.

En un desesperado intento de tranquilidad, sale al balcón, viendo las primeros rayos de luz del amanecer. Suspirando se agarra a la barandilla, intenta aclarar sus ideas pero no es capaz de hacerlo.
Acaba de tomar una de las decisiones más importantes de su vida y no estaba segura todavía de lo que está haciendo.

Con seguridad sabe que está harta del agobio del hospital, harta de que su padre le maneje la vida, y harta de su relación con el hombre que aguarda dentro de la habitación.

Finalmente, coge la maleta decidida a abandonar la estancia de una vez por todas.

- ¿Dónde se supone que vas Valentina?

Cierra los ojos suspirando, hubiera sido más fácil hacer una llamada a la mañana siguiente y explicar lo que estaba por hacer en ese mismo instante.

- Pues como ves me estoy yendo de tu casa.

- Dirás nuestra casa.

El hombre se acomodó en la cama, dejando su torso al desnudo y mirándola con incertidumbre.

- La verdad es que esta casa nunca se sintió como si fuese mía Lucho.

- ¿Qué estás diciendo Valentina?

- Estoy diciendo que necesito un descanso de todo, hasta de ti lucho, necesito aclarar mi cabeza.

- Y te vas así de la nada, sin ninguna excusa aparente.

Ella se revolvió nerviosa y enfadada.

- A ver Lucho, te estoy diciendo que necesito un tiempo para mi.

-Vamos Valentina, ambos sabemos que no sabes vivir sola.

- ¿Qué narices estás insinuando?

- Venga ya Val, no sabrías que hacer sin mi ni sin tu padre, no sabes estar sola, nunca has sabido y no va a cambiar eso ahora. Tu vida depende de nosotros.

Rabia era lo que sentía en esto momentos. Las lágrimas se acumularon en sus azules ojos, causa de la impotencia y de todas las palabras que quería decir pero callaba.

- No sabes lo que dices.

Abrió la puerta sin mirarlo, después a salir.

-Venga, que oso todo lo que estás montando.

- Que te jodan.

Finalmente salió de allí, abandonando rápidamente la casa en la había vivido por tres años con su prometido.

Sin poder aguantar la impotencia, tiró sus pertenencias en la parte trasera de su coche, y en un acto de rebeldía llamó a la asistenta de su padre.
Si esos dos se pensaban que iba a depender de nadie lo tenían claro.
Porque iban a ver de lo que era capaz Valentina Carvajal.

- Buenos días señora Carvajal.

- Buen día Teresa, llamaba para ver si podrías ayudarme con un asunto

- Lo que necesite señora.

- ¿Me puedes informa del primer vuelo que sale esta mañana de Argentina?

Esperó impaciente en el asiento del conductor, viendo de lejos a Lucho acercarse.

- Ya está señora, ya encontré el primer vuelto de esta mañana.

Puso el cerrojo del coche al ver que casi le alcanzaba, y apretando el volante con su mano libre habló inquieta.

- ¿Y bien?

- Pues el primer vuelo sale a las diez y es destino a España.

- ¡Valentina abreme la maldita puerta!

Lucho golpeó el cristal de su ventana, sus manos temblaban y sus ojos parecían salirse de sus órbitas.

- Teresa reservarme una plaza, estoy planeando una vacaciones en España.

- ¿Segura señora?

- Si Teresa, no se hable más.

Cerró los ojos arrancando el coche, ignorando al hombre que seguía golpeando la venta de su coche.
Aceleró sin mirarlo siquiera, dejándolo atrás en la ocura carretera.

Ahora iban a ver quién era Valentina Carvajal.

Atreverse a olvidar - Juliantina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora