Capítulo 14

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 Hoy está realmente guapo, incluso más de lo que habitúa a ser. Sus preciosos ojos, de un color casi indescriptible, penetran en los de ella. Es como si te sumergieras en un océano cristalino, del que no pudieses escapar. Por no nombrar su perfecta sonrisa, capaz de derretir el iceberg más frío de la Antártida. Y esos carnosos labios, los que ella ha devorado en incontables ocasiones. Además viste una cazadora de cuero, negra, la cual le regaló ella misma por su último cumpleaños. La imagen de esa prenda de ropa, que simboliza un regalo hecho con todo el cariño posible, le trae de forma inevitable recuerdos del pasado.

Se acuerda del día que se la compró, perfectamente. Era el día de antes de la fecha señalada, puesto que en lo que se refiere a ese tipo de detalles siempre va en las últimas. Estaba atacada y, al ser sábado por la tarde, el bullicio de las personas aglomeradas en el centro comercial le agobiaba aún más. Sin embargo se le apareció una luz, que le iluminó inconscientemente el camino. Puesto que vio una tienda que podría ser de su gusto, en la que en el mismo escaparate encontró la cazadora que posteriormente iba a comprar. No tuvo que pensárselo dos veces, por lo que la cogió y salió despavorida del tumulto. A él le gustó mucho, se lo vio reflejado en su cara al día siguiente. Además el agradecimiento era sincero, puesto que le conoce perfectamente como para saber cuándo dice la verdad y cuándo no.

Ahora le tiene delante, mirándola, sin decir palabra. Y aunque ellos nunca hayan necesitado hablar mucho para entenderse, ya que con las miradas lo consiguen a la perfección, es hora de dar un paso.

– Así que sigues teniendo la cazadora que te regalé.

– Ya sabes que me encanta todo lo que me has regalado. Cabano sonríe, Yoli se sonroja pero intenta disimularlo. Ambos conocen los gustos del otro, a la perfección.

Sabe muy bien como sacarla del mapa que se ha montado, es capaz de descuadrar los planes que ella se había hecho antes de quedar con él. Aunque, por otra parte, él tampoco es que sea muy fuerte mentalmente, ya que es verla y perder el norte al instante. Es como si al tocarse volvieran a ser dos adolescentes, perdidos por sus deseos más primarios.

Yoli encuentra un resquicio por el que mantener la cordura, ya que si están ahí es por algo. Entonces prosigue, y Cabano hace una mueca. Ella necesita que le explique con qué fundamentl se lleva a una alumna de clase y se pone a jugar con ella, a sabiendas de que debería estar en clase. La maravillosa excusa que pone él es que Andrea salió sola de clase, que él solo fue a ver cómo estaba, ya que sus queridos alumnos se mentieron con ella de manera detestable.

– Que por cierto, se quejaban de Gorka y de mi, pero vaya fauna tienes tú montada aquí.

En eso tiene toda la razón del mundo, no obstante el caso es otro. Él debería haberla avisado a ella, o a Olimpia, que para algo son la directora y la jefa de estudios. Da igual si la alumna salió sola o fue incitada, eso es lo de menos.

Pedir perdón de manera mecanizada no es algo que justifique mucho los actos, más bien es un mecanismo de defensa ante lo que verdaderamente hay que hacer. Y, por ello, a Yoli no le bastan las disculpas de Cabano, sino que quiere que a la próxima haga las cosas bien. Éste se lo promete, para luego desviar el tema hacia el motivo real por el que están reunidos.

Con esa afirmación da en la tecla. Ella se hace la tonta, como si no le hubiese pillado. Quiere saber cuál es el motivo por el que él se cree que le ha llamado, pero él no va a contestarle porque prefiere que se sincere primero ella.

– El que dice que le he llamado con una intención oculta eres tú. Así que por algo lo dirás.

Cabano se ríe. Pone su mano por encima de la de Yoli, la cual estaba apoyada sobre el escritorio de dirección. Acercan las caras, casi involuntariamente, unidos por una fuerza de atracción interna. El problema es que los pensamientos de Cabano no son más que suposiciones, es decir que no sabe si son ciertas. Claro que si no lo intenta nunca lo sabrá.

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