Ocho

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-¿Qué haces? -le pregunto en un susurro.

Él se queda en silencio y comienza a acercarse a mi cuello lentamente. Siento su respiración chocar contra mi piel y me hace sentir múltiples escalofríos y sensaciones exquisitas.

En seguida trato de alejarlo, pues no quiero nada de esto, no quiero sentirme tan vulnerable por una persona. Me juré que después de lo que me pasó, no volvería a amar de esa manera a alguien más.

-Sheila -susurra ronco en mi oído y eso más me estremece, juro que si me vuelve hablar así, no me haré cargo de mis actos.

-M-mauro su-sueltame -trato de decir, pues no puedo hablar bien.

Él comienza a dejar un rastro de pequeños besos por todo mi cuello, juro que ya no me resistiré más. Sube hasta mi oído y comienza morder suavemente la parte inferior de esta reiteradas veces, mi respiración se agita de inmediato. Luego con sus manos me atrae más hacia él y me arrincona cada vez más a la pered. Comienza a acariciar mi cintura haciendo pequeños círculos con sus dedos, haciéndome estremecer ante su toque, luego sube una mano hasta mis labios y los comienza a sobar delicadamente.

Ya me rendí.

-Dime que pare y me detendré, juro que no te molestare más -susurra agitado en mi oído aún acariciando mi cintura y mis labios.

Una de sus manos acaricia mi mejilla, y me acerca hasta él. La única luz que llega es la de la jodida luna. Puedo ver que sus ojos están más oscuros de lo normal, más brillantes ¿me desea? Comienza a dar pequeños toques con sus labios por mi mejilla, cada vez acercándose más a mis labios.

Y ya no aguanto más.

Una de mis manos se va a su cuello y ágilmente lo muevo hacia mis labios y estampo mis labios contra los suyos.

Comenzamos a besarnos como si no hubiera un mañana. Él sonríe por mi tan repentina decisión y me aprieta cada vez más a él. En un movimiento rápido me levanta del suelo y quedo rodeando sus caderas con mis piernas. Sé que mañana me arrepentiré de esto, pero es que ya no puedo hacer como si nada pasara entre ambos.

Él me aprieta contra la pared. Toca sin pudor mi trasero. Nunca un beso había sabido tan bien como éste. No soy una santa, he hecho esto varias veces. Pero nunca sintiendo esto, es algo extraño, nunca había deseado tanto estar con alguien como lo deseo a él.

Sus labios son tan suaves, pero a la vez tan salvajes. Besa como un jodido experto. Él me deja encima de un mueble y comienza a bajar y a besar nuevamente mi cuello, pero esta vez sin ningún tipo de pudor. Él levanta mi polera y escabulle su mano debajo de ella tocando la fría piel de mi abdomen. Enseguida más escalofríos y sensaciones extrañas comienzan a invadirme, sin darme cuenta un pequeño gemido se escapa de mis labios, y Mauro arranca mi polera de mi cuerpo.

Quedo solo en brasier frente a él. Jamás me he avergonzado de mi cuerpo, no es el mejor, pero me conformo con lo que tengo. Miro la cara de Mauro para ver si hace algún gesto, pero lo único que veo son sus ojos brillantes con aún más deseo. Él comienza a besar suavemente mi clavícula, dejando besos mojados hacia abajo apunto de llegar a mis pechos, ahí se detiene y me doy cuenta de lo que estoy a punto de hacer.

Lo aparto rápidamente antes que desabroche mi brasier. Él me mira con confusión.

-No, no puedo -digo sin más.

Me bajo del mueble, recogo mi polera y me la coloco de un tirón.

-Sheila no, no finjas que esto jamás pasó -dice mirándome fijo.

-Es que esto no debió pasar.

Veo un destello de tristeza en sus ojos.

-¿Entonces por que lo hiciste? -pregunta acercándose nuevamente a mí.

R A R ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora