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Asiento muy despacio, aunque soy consciente de que no estoy entrando en pánico por la simple razón de que aún no he asimilado nada de eso. Está siendo tanto de golpe que mi mente está suplicando un poco de tregua, algo de tiempo para procesar.

El aire se escapa de mis pulmones con la siguiente pregunta, que surge en un suspiro:

—¿A quién voy a transformar primero?

—A mí.

Tendría que haberlo imaginado, pero aún así cuando escucho la afirmación de Leo, tan seria, tan grave, se me encoge un poco el corazón. Nos miramos un segundo, como si esa mirada fuera un roce fortuito, y me da la sensación de que llevábamos sin hacerlo años. La mano de Nico sigue aferrada a la mía y por un segundo me siento culpable por esta situación... y ni siquiera sé por qué.

—Hemos decidido que Leo será la mejor opción —continúa Nana—. Es el que tiene la esencia más fuerte, y por tanto debería serte más fácil acceder a ella.

—Aún no sé ni cómo hacerlo...—murmuro.

—Tenemos un... Manual —interviene entonces Daniel, mirando a su madre de reojo— No está aún con nosotros, debemos conseguir que nos lo traigan. Se lo llevaron los Wolfgang.

—¿Por qué?

—El anillo lo tenían los Tigara. Fue una solución a la que se llegó para asegurarse de que las tres familias estuvieran informadas del momento en el que se despertara a una nueva Invocadora. Lo bueno es que los Tigara nos lo enviaron en el momento en que descubrieron lo que los Kulua se traían entre manos, pero con los Wolfgang todo es mucho más difícil siempre. Tienen un ego... complicado.

El silencio lo invade todo, y las esencias se tranquilizan un poco, lo que me deja algo de tiempo y tranquilidad para pensar.

Anillo, Manual, Tigara, Wolfgang... muchas palabras que empiezan a cobrar sentido pero a las que aún tengo que encajar en mi vida. Aunque supongo que esto ha sido siempre parte de mí, no deja de ser una coincidencia que me haya tocado vivirlo.

Frunzo los labios hasta que comienza a dolerme la mandíbula.

—Nos vamos a llevar bien, Lara —interviene Lula, despegando la cara de su mano con expresión cansada—. No te preocupes. Nos haremos amigos de tus amigos enseguida, somos gente maja. Y prometemos no hacerte sentir como si te estuviéramos cuidando como una cría. Que el destino nos haya llevado a esta situación no significa que no nos lo podamos pasar bien.

Acompaña sus palabras con una sonrisa amable, y de alguna manera es algo que necesitaba oír, aunque no fuera consciente de ello. Que no estoy sola. Que esta no es solo mi misión, que me van a guiar, que no van a dejar que me pierda en toda esta maraña de locura.

—Podemos empezar hoy —sugiero, siguiendo un impulso— He quedado con mis amigos en el bar de mi madre a las ocho. Os los presento... y vemos qué pasa.

—Así no los tenemos que conocer en la universidad —asiente Nico—. Me parece una idea fantástica. Y tengo ganas de poner cara a tu gente.

Lo dice con una familiaridad que me enternece y me da miedo a un mismo tiempo, si es que es posible sentir ese rango de emociones a la vez. Mi cerebro no deja de bombardearme con la certeza de que hace apenas un par de horas que nos conocemos, que nos hemos dirigido solo dos frases el uno al otro y que lo que acaba de decir no encaja con lo anterior.

No obstante, lo peor es que que lo dice en serio. Me sigue sujetando la mano y yo no tengo claro si quiero que me suelte, así que no se lo pido. Pero aún así hay algo dentro de mí al que no le acaba de encajar toda esa situación. Ese verse y necesitarse. No me tiene sentido.

Invocadora [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora