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Verla me reconforta dolores que hasta ese momento no me había dado cuenta de que existían dentro de mí. Su cabello negro y largo ondea a un viento que sé que no es real mientras sus ojos azules me observan con dulzura. Estamos en el mismo prado que la última vez, solo que en esta ocasión, ella no está lejos, sino que me acuna entre sus brazos.

Me dejo llevar por su tacto, que siento como si fuera real. Aunque no lo es.

Porque este momento no existe.

—Lara...—murmuran de nuevo sus labios.

Mi nombre parece ser su palabra de bienvenida a ese limbo irreal en donde nos encontramos.

—¿Dónde estamos? — pregunto, sin importarme realmente la respuesta.

Sé que se ha colado en mis sueños, y que si lo ha hecho es porque tiene algo que decirme.

—En nuestro refugio —dice sencillamente—. Donde podemos hablar sin razas, sin seres duales... siendo solo tú y yo.

—¿Qué quieres decirme?

—Creo que esta vez eres tú la que tiene algo que preguntar.

Me quedo quieta entre sus brazos. De alguna manera, estoy segura de que si me mantengo aquí, todo saldrá bien. Ningún problema podrá alcanzarme. De que no tendré que tomar ninguna decisión, ni encarrilar mi vida. Podría quedarme así para siempre, y nada malo pasaría.

No me cuesta hacerle la pregunta que lleva torturándome los últimos días, porque me resulta más fácil hablar con ella incluso que conmigo misma.

—¿Te sucedió? ¿Enamorarte así?

Ella asiente, pero sin sonreír.

—Fue doloroso y maravilloso a un mismo tiempo. Cuando a él se lo llevó la guerra, a mí ya no me quedó nada... Y por ese mismo motivo me ofrecí voluntaria para el Sacrificio.

Su rostro se ensombrece de golpe, y yo solo puedo preguntar una cosa:

—¿Y tu hija? Tenías una hija, ¿no? Si no, el Legado no podría haber continuado...

Me muerdo la lengua, y me duele de verdad. No hace que me despierte, pero sí que sienta ese dolor como si recorriera todo mi cuerpo. No debería haber preguntado eso. Algo tan doloroso... hace que por su rostro pase un rayo de angustia que odio haber provocado. Pero, de alguna manera, no puedo dejar de saberlo. ¿Su amor por un hombre había sido tal que había dejado atrás a su hija?

—Lo lamento mucho... —balbuceo, de repente asustada de que desaparezca, o de que sus brazos dejen de sostenerme.

Por el contrario y para mi alivio, parecen hacerlo con más fuerza.

—No te disculpes. Buscas respuestas, y yo estoy aquí para dártelas. No quiero que pienses que el amor destinado te impide sentir otros tipos de amor. No es así. Yo no tenía ningún hijo antes de volverme la Invocadora... fue cuando me transmitieron el poder cuando el Legado debió mantenerse. Y fue entonces cuando concebí, y viví un embarazo artificial, de apenas cuatro meses, alimentado por toda la magia de los Thaos, que circulaba dentro de mí. Nació una niña sana, y la apartaron de mí de inmediato. No podría haberla visto, no sabiendo que sería la última vez. Preferí no crear una primera, para no tener nada de lo que despedirme, ni siquiera de su recuerdo. Ahora mismo no sabría... no sabría si hicimos bien. Sé que salvamos a los Thaos de la destrucción, que devolvimos a los Kulua al mar... pero la atrocidad que yo cometí no se me perdonará nunca.

Cuando vuelve a bajar la mirada, sus ojos están llenos de lágrimas. Su agarre sigue siendo férreo, aunque tiembla ligeramente, y parece encontrar en mí algo que llevaba buscando mucho tiempo.

Invocadora [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora