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Es un sueño. Lo sé desde el momento en el que mi mente se posa en él. Nunca lo he tenido tan claro. Es un sueño, yo no estoy muerta, pero es un sueño importante. Tres cosas que no se me van de la cabeza cuando abro los ojos (¿en los sueños se abre los ojos?) y me encuentro en un descampado verde, lleno de flores. Al principio, todo es silencio, todo es paz, y no se ve nada más. Parezco estar sola. Pero no tardo en vislumbrar una mujer, de cabello negro y largo y enfundada en un vestido rojo, de pie a media distancia. Me mira fijamente, y aunque no alcanzo a distinguirle los ojos, lo sé. Sé que me mira y que quiere que vaya con ella.

Me levanto con esfuerzo, sintiéndome cansada (¿en los sueños te sientes cansada?) y es como si me arrastrara hacia allí, o al menos ese es el gesto que mis pies se empeñan en replicar. Avanzo mucho más rápido de lo que realmente estoy caminando, por lo que me refuerzo en mi verdad de que se trata de un sueño. En pocos segundos, estoy frente a ella y puedo observarla en todo su esplendor.

Y soy yo. Es mi vivo retrato. O bueno... sería yo si tuviera el pelo negro y largo, en lugar de castaño claro, y unos ojos azules que desde luego no lucen en mi cara. Pero de alguna manera, el resto del rostro, expresión incluida, es el mismo.

—Lara —Sonríe aquella desconocida.

Yo asiento, incapaz de pronunciar palabra. Sé quién es, aunque no se presente.

—Siento que tengas que ocupar mi papel en esta lucha, Lara.

Yo sigo sin decir nada. Solo quiero que me cuente lo que quiero saber.

—Va a ser muy peligroso, y es una gran responsabilidad que desde luego, no me complace saber que envuelve a alguien de mi familia. Han sido la energía y la naturaleza las que han querido seguir extendiendo mi linaje, siempre con alguna descendiente femenina, evitando que se extinguiera y alargando esta... maldición.

La revelación se asienta en mi mente con una suavidad infinita. Todo tiene sentido de repente.

Mi madre ni siquiera había querido hijos nunca. Siempre me lo dice con una sonrisa, antes de asegurar que soy lo mejor de su vida, ahora que me conoce. Pero suele comentar lo curioso que es el destino y las ganas que parecía tener el universo en que se quedara embarazada, porque aún usando todos los métodos a su disposición no tardó nada en tenerme. Tenía diecinueve años y estaba a punto de marcharse de Azor. Al tenerme, nunca llegó a hacerlo y nos quedamos con mi abuela, hasta que falleció y ya desde entonces...

Mis pensamientos se pierden con un viento que no está ahí, al igual que yo. La chica que tengo delante, la que posee mis rasgos, alza la mano hacia mi rostro.

—No quiero el mismo destino para ti que el que tuve yo. —Me acaricia la mejilla con ternura— Aún estás a tiempo de impedirlo. Tenéis que actuar rápido. En cuanto Poseidón haya reunido las mismas fuerzas, el mismo sacrificio será exigido y no creo... no creo que esta vez sea suficiente. Por eso, la mejor defensa es un buen ataque. Mi niña... yo estaré siempre contigo, siempre que me necesites. Déjame ayudarte. Nunca me cierres el paso.

Alza la otra mano y las coloca ambas sujetando mi cara con delicadeza. Luego, se acerca aún más para posar su frente en la mía. Noto un calor que me recorre desde donde me toca su piel hasta el resto del cuerpo. Y ese calor comienza a descender hasta llegar a la tierra, donde se ata. Siento que atrapa mis piernas y no deja que me mueva. Como si todo estuviera en conexión con la tierra, como si me estuviera transmitiendo una fuerza que no existe.

Vuelve el dolor, pero esta vez soy capaz de no gritar. Aprieto los labios por el esfuerzo, intentando soportarlo, y me sorprendo consiguiéndolo. Soy mucho más fuerte de lo que creía. Cierro los ojos y me dejo llevar. Por el dolor, por el poder, por el instinto...

Invocadora [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora