3- Heredera

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| AÑO 130 DG |

   Murmullos. Eso es a lo que Izumi estaba acostumbrada. Cada que iba paseando por los jardines del Palacio solo veía cómo murmuraban, ya sean sirvientes, guardias, o en el peor de los casos miembros de su propia familia.

   No lo iba a negar, era difícil.

   Era difícil mantener buena postura y un semblante neutro cuando siempre pensabas que la más mínima mirada hacia ti, sumado al hecho de que se callaban cuando tú ibas cerca, era porque esos murmullos eran por ti. Eran sobre ti. Cualquier otro te diría que se callaban porque debían cumplir con una reverencia, pero Izumi no pensaba así.

   La joven había pasado los últimos años encerrada en aquel lugar, y al estar tanto en un mismo sitio te vuelves parte de él. Te familiarizas con cada cosa, cada persona, cada movimiento y cada suceso. Eso le había pasado con el Palacio. Su voz ya no hacía eco en los grandes salones pues todo en ella se había fundido con aquel lugar.

   Paseaba ya bajo techo, en el pasillo de los grandes líderes que tuvo la Nación. Allí se hallaban colgados sus estandartes, cada uno con sus rostros y sus símbolos.

   Veía a su tátara tatarabuelo, Sozin, con aquel famoso cometa sobre su cabeza y líneas de guardias imperiales a sus pies. El poder y la maldad, fusionadas en un hombre.

   Veía a su tatarabuelo, Azulon, con sus pies sobre una tortuga y sus manos encendidas en fuego. La ira que había echado sobre las tribus agua era aún indescriptible.

   Veía a su abuelo, Ozai, con nada más que fuego a su alrededor. Su mandato solo fue de 5 años, pero fue tan destructivo y feroz como los dos anteriores.

   Por último veía a su padre, Zuko. Su retrato era él con un dragón azul detrás, el cual según él mismo, significaba que eligió el lado benevolente que tiene la Familia Real. En sus manos, sus espadas dao, señales de que a pesar de su bondad no dejaba de ser un guerrero. A sus pies se erguía la gran Ciudad República, y en el centro se hallaba el elemento más cuestionado en su momento, uno que casi le prohíben poner por el gran significado que tenía y que no querían dar. La máscara del espíritu azul.

   "La máscara del ladrón, del fugitivo, del mayor peligro para la Nación del Fuego". Así al menos se lo describieron a Zuko como parte de la oposición a que estuviese ahí. Zuko dio otra descripción. Él decía que era la máscara de un fugitivo, sí, pero también la de un libertador. Un defensor lejano de la autoridad, pero cercano a ella. Una máscara que él usó para cosas buenas y malas, y que finalmente dejó atrás cuando entendió...

   —La única máscara que necesitamos, es con la que nacemos. —oye Izumi de pronto, no dejando de contemplar el retrato en ningún momento. —Es nuestra máscara más real. La más valiosa e importante. Esa que debemos cuidar y esa que debemos...

   —Amar. —dice Izumi, girándose y encontrándose con Gael, quien le sonríe.

   Por un momento, ninguno de los dos dice nada, hasta que Izumi devuelve su atención a la pared y ve todos los antiguos retratos más un espacio vacío junto al de su padre.

   —Algún día estará ahí, Alteza. —Le dice Gael, acercándose un poco más.

   —No si mis padres tienen un niño. —responde ella, con él bajando la mirada. —Están de vacaciones en Ember, pasándolo bien y ya... Podría pasar, ¿no?

   —Tus padres ya están sobre los 45 y en lo mejor de su reinado. Dudo que un hijo más sea conveniente para ellos. —Le dice Gael, con Izumi permaneciendo inmutable.

   —Pero...

   —Pero sí, podría pasar. —termina por decir Gael, haciendo sonreír a la princesa.

Avatar. Corona de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora