6- Príncipe Heredero

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| AÑO 134 DG |

   Ahí estaba él, Tom-Tom, apoyado en el barandal de un barco que llegaba a uno de los puertos principales de la Nación del Fuego. Una gran multitud le esperaba.

   El que alguna vez fue un tierno bebé ya había crecido y ahora tenía 35 años.

   El "Tom-Tom" solo había quedado para su familia y círculo cercano. En el mundo se le conocía como "Tom el fugitivo", no porque escapase de la justicia o lo que fuere, sino que por sus convicciones e ideales era normalmente perseguido por los grandes líderes y ejecutivos del mundo y él les giraba la cara a todos y cada uno, incluyendo a...

   —Qué sorpresa, mi buen cuñado no vino a recibirme. —comenta Tom-Tom en lo que baja por las escalinatas hasta los muelles. —Obviamente lo dije con sarcasmo.

   —Lo noté, señor. —Le contesta un joven que viene tras él cargando su equipaje.

   —Hm, ni siquiera un guardia imperial para leerme una nota de bienvenida o algo así. Se ve que se han perdido los sentidos de hospitalidad en aquel aburrido palacio.

   Cada cosa que veía o percibía, Tom la criticaba. Pocas veces algo era de su gusto, y en esas pocas ocasiones había tenido la suerte de que fuesen fuera de la tierra que le vio nacer, y que hasta cierto punto detestaba y a la que técnicamente no tenía acceso.

   Sin embargo, cuando recibió la invitación de su madre a asistir al nacimiento del primer hijo de su sobrina, supo que Zuko nunca se atrevió a decirle la verdad. Él no sería, claro, quien acusara a su "tío" del destierro que sufrió hace ya unas décadas por sus creencias políticas. No era ningún secreto que todos sus viajes eran gracias a su hermana.

   Por nada del mundo se arriesgaría a perder eso.

   Suponía que por lado de Zuko él no quería algún conflicto en su matrimonio, por lo cual tampoco le convenía contarle. Las cosas estaban bien, y él había disfrutado estar lejos de la Nación del Fuego los últimos 20 años, pero no habría podido decirle que no a Mai, además claro de que eso hubiese levantado sospechas en todo el mundo.

   "Tom el fugitivo", desterrado en secreto hace décadas. Sería una humillación total.

   Debía poner buena cara y saludar a los inútiles esclavos de la Corona que le habían ido a recibir. Le repugnaba ver gente que aún idolatraba a personas como Zuko, sin embargo también sentía lástima del poco alcance de existencia que sus almas tenían.

   Esos días que estaría ahí, sin embargo, serían de total descanso. Conocería al hijo de su sobrina y se marcharía tras disimular que aún quería a su familia.


. . .


   —Señor del Fuego, el ex príncipe Tom ha arribado hace media hora. —Le informa Gael, con Zuko manteniéndose firme en el balcón de su oficina.

   —Sabes bien qué hacer, Gael. —habla finalmente el Rey.

   —Eh, sí... eh, creí que tal vez podría desistir de tal plan. —dice entonces el joven, con Zuko volteándose rápidamente y viéndole. —Es un poco cruel, ¿no cree?

   —Nada es lo suficientemente cruel contra alguien como Tom-Tom. —determina Zuko, con Gael cumpliendo con una reverencia y retirándose de inmediato.

   Los ojos dorados del Rey, uno de ellos enmarcado por su cicatriz, se entrecierran.


. . .

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