5- El Congreso

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   — ¿Me estás diciendo que Odek justifica este proyecto con un "voces hay miles, pero ahora hace falta un sitio en el cual puedan hacer eco"? —pregunta Zuko en lo que deja el periódico sobre la mesa, rodeando su escritorio y suspirando.

   —Convenció al pueblo con menos que eso. —dice Ilay, de ya 82 años. —Al parecer la idea de su pronto retiro conmueve en todos los rincones del país, por lo que la gente se muestra dispuesta a cumplir "el último gran sueño del primerísimo Primer Ministro".

   — ¡Tonterías! Esta locura le costará millones de yuanes a la Corona.

   —Millones de yuanes que tenemos... —se oye entonces, con Zuko e Ilay girándose y viendo a Izumi sentada en el fondo oscuro de la oficina privada del Rey.

   —Alteza, recuerde que está aquí para--

   —Lo sé, escuchar y anotar. —dice Izumi, alzando un poco su bloc de notas lleno de palabras y garabatos. —Pero es que no puedo quedarme aquí sin hacer nada mientras mi padre se vuelve loco por una cosa que, en mi opinión, no tiene nada de malo.

   —Alteza--

   —Explícate, hija mía. —le invita Zuko, con Izumi poniéndose en pie.

   —Bueno, no me parece mala idea que tus opositores tengan un sitio en el cual reunirse y hablar mal de ti. —dice Izumi, dejando a ambos atónitos. —Supongo que ese lugar que quieren construir tendrá cuatro paredes y un techo, donde "sus voces hagan eco". Es decir, donde sus voces sean contenidas y reboten hacia sí mismos.

   —Y de donde no salgan, ¡es brillante! —exclama Ilay, regresando al escritorio y viendo los planos que el Primer Ministro Odek le presentó esa mañana. —Y vea, señor, se hará fuera de Ciudad Volcán, es decir que no perturbarán la vida y obra de la Corona.

   —Hm, pero esto también podría reaccionar de forma contraria. —dice Zuko, bastante en desacuerdo aún. —Podría ser un centro de reunión para todos esos revolucionarios. Un sitio en el cual expandir su... fanatismo. Su creencia absurda de que alguien elegido por el pueblo podría alguna vez administrar algo tan inmenso y diverso como un país.

   —Bueno, en Ciudad República son 5. —comenta Izumi. —Puede que tomen eso de allá y algún día no sea un Primer Ministro, sino todo un Concejo de Ministros.

   —Pero eso es absurdo de igual manera, ya hay un Concejo así, aquí en el Palacio.

   —Pero ellos quieren elegirlo... aunque bueno, es algo que podríamos darles nosotros mismos. —dice Izumi, manteniéndose pensativa en lo que el Rey y su leal consejero le observan expectantes. —Hasta ahora el Primer Ministro no ha sido más que una fuerza social, un movimiento político pero sin poder. ¿Qué tal si le damos poder?

   —Me temo que no entiendo su lógica, Alteza Real.

   —Yo tampoco, pero quiero entenderla. —dice Zuko, sonriendo. —Continúa.

   —Bueno, ¿qué tal si hiciéramos que el Primer Ministro fuese una rama más del Estado y que cada movimiento que hiciese, lo tuviese que presentar ante la Corona?

   —Eso nos jugaría en contra en dos cosas. —dice Ilay en lo que Zuko ya ha tomado asiento tras su escritorio. —La primera, reafirmaríamos lo que ellos vienen afirmando desde hace años: que queremos acaparar todo el poder. Y la segunda, es lo que usted ha dicho, Alteza Real. Les estaríamos dando poder. Reconocimiento. Un lugar.

   — ¿Y eso es tan malo? Es mejor que quedarnos fuera del juego. —dice Izumi.

"Mi padre era un hombre inteligente, pero sobre todo cauteloso. Podía sentir cómo estaba de acuerdo con todo lo que yo iba diciendo, pero entendía que no mostrara un apoyo total a mi favor. Ilay había sido su consejero más leal desde que asumió hace ya 32 años. Era entendible que se mostrara compasivo con la mente tan cerrada que este tenía. Era por respeto, por supuesto."

Avatar. Corona de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora