11- Legado

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   Su padre le mandaba cartas, pero ella las ignoraba.

   Sabía, aun sin abrirlas, qué decía cada una.

   Solo abrió la primera, y se encontró con lo mismo que Malik le había dicho.

   "Desiste".

   No. Izumi no iba a desistir. Había causado todo un revuelo en el Congreso y todo lo que se dijo y oyó ahí dentro ya había llegado a todos los rincones del país y del mundo.

   "La Señor del Fuego Izumi se ha vuelto una tirana" se leía en el encabezado de uno de los periódicos más reconocidos y leídos del país. Izumi lo arrugaba y tiraba al piso.

   Ella no era una tirana, no había razón para tratarla como tal.

   Ella solo dio un ultimátum. "No más intentos de usurpación o verán de qué soy capaz" había dicho más o menos en el Congreso, aunque con palabras más fuertes, claro.

   La mención de la guillotina hizo que muchos temieran por sus cuellos, y en los días que fueron pasando pudo sentir cómo muchos se ocultaban y bajaban la cabeza.

   Nadie deseaba perderla.

   ¿Había logrado que le respeten en base al miedo? Puede que sí. ¿Se sentía orgullosa de eso? Para nada. Pero Izumi tenía claro de que con el tiempo las cosas irían siendo más sencillas. Sin la oposición gritando a cada rato, se podrían respirar aires de paz.

   Nuevamente estaba equivocada. Pero, ¿en serio Izumi pensaba todo eso?

   Para nada. Izumi había hecho todo eso a propósito. Era la única forma en la que las máscaras políticas se caerían, y ni siquiera había amenazado al propio pueblo. Solo dijo que aquel terrible castigo sería para "quienes fueran usurpadores". El pueblo lo captó. La gente sabía que Izumi no sería una genocida sin motivos. Ella tenía motivos.

   Malik, por supuesto, estaba en contra de todo ese movimiento. Se lo criticó a Izumi hasta el cansancio y hasta que finalmente Izumi decidió que dormirían separados. Malik no objetó, pues sentía que su esposa en serio necesitaba recapacitar en soledad.

   El príncipe Iroh estaba ausente desde la coronación de su madre. Estaba en una de sus ya tradicionales expediciones por el mundo. Su rol ahora era mucho más alto de lo que se creía iba a llegar, pues era General de la Primera División de las Fuerzas Unidas. Su antiguo Capitán, Bumi, ahora era Comandante de la Segunda División.

   La princesa Natsu, por su parte, se mantenía al margen de todo lo que sucedía y vivía desde hace un par de meses junto a su prometido en un pequeño palacio solitario en Isla Ember que sus abuelos solían usar para vacacionar. Tenía 24 años y estaba muy enamorada de un joven espadachín llamado Percival, heredero del maestro Piandao.

   El señor Zuko vivía montado en Druk y viajaba por el mundo. Tal parece que obtuvo un puesto importante en la Orden del Loto Blanco, algunos incluso decían que era su nuevo líder, pero nada estaba del todo claro respecto a eso.

   Por último, pero no menos importante, la princesa Kiyi y el príncipe Tom-Tom residían en Ciudad República, cada uno por su lado, por supuesto, y alejados de todo lujo.

   Y de ese modo solo quedaban la reina y su consorte en el Palacio Real. Ahora que se había separado de su esposa, Malik dormía en la torre que le corresponde como Jefe de la Guardia Imperial, cosa que deja a Izumi sola en el ala privada de la familia real y le hace vagar a cada rato entre estatuas, retratos antiguos y decoraciones de oro puro.

   El país, por su parte, era casi como otro mundo. La frialdad y soledad que se vivía en el interior del Palacio Real era lo opuesto al calor, el fervor y las concentraciones sociales que se proyectaban en cada marcha liderada por Azfer, Overth y Lee-On.

Avatar. Corona de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora