8- Abdicación

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| AÑO 161 DG |

   Una gran noticia vuela y el caos se propaga.

"¡El Señor del Fuego piensa invalidar la constitución!"

   — ¡Es una locura, es una locura! ¡Hemos trabajado demasiado duro como para que vengan de repente y nos quiten los pocos derechos que tenemos! —grita un protestante.

   — ¡Este es otro movimiento del Rey para mantenernos oprimidos!

   — ¡Muerte a la monarquía!

   — ¡Que asuma Izumi, ella nos sabrá respetar!

   — ¡El Señor del Fuego Zuko ya está muy viejo, que se vaya!

   Y más gritos así se han oído todo el día en la Plaza Mayor.

...

   Desde la sala de estar principal del Palacio Real, la Reina Mai junto a su nieta Natsu y su yerno, Malik, oyen atentamente todo lo que está sucediendo por la radio. Izumi está tras el marco de la puerta, oculta de sus familiares, manteniéndose pensativa.

   —Princesa, Su Majestad le recibirá ahora. —Llega diciendo un sirviente.

   Apenas entonces advirtiendo a su familia que todo el tiempo había estado ahí, Izumi asiente y rápidamente se retira, evitando que Malik le pueda preguntar lo que sea.

   Ya accediendo al ala privada de su padre, Izumi entra en su oficina, viendo que el Rey está escuchando atentamente las palabras de su más leal secretario, un hombre de ya 60 años pero que así como cuando avisó a Zuko de su nacimiento y no tenía nada más que 13 años, sigue vistiendo de rojo y verde con total humildad.

   —Seguimos investigando de qué forma pudo filtrarse tal calumnia en nuestra contra, mi señor, pero le aclaro con totalidad que no es un plan que se tuviera a sus espaldas.

   —Por supuesto que no. Espero que mi señor padre no esté ni siquiera considerando algo así. —Irrumpe Izumi, haciendo que su buen amigo Gael se gire hacia ella y cumpla con una reverencia. —Padre, en estos momentos debemos enfocarnos en el verdadero problema. Alguien está intentando manchar el buen nombre de tu reinado.

   —He gobernado las pasadas seis décadas con total honestidad y seguridad, hija, pero siempre he estado rodeado de servidores indeseados y que no quieren otra cosa más que mi fin, tal y como el padre de tu madre lo quiso en su día. —Le dice Zuko, un hombre de ya 77 años pero que sigue firme tras su escritorio. —No me disculparé por pensar en las posibilidades de traición que incluso un Primer Ministro tuvo en mi contra.

   —Eso es. Esto debe ser obra del Primer Ministro Linzik. ¿No es de la misma alineación a la que pertenecían Joel y Odek? —cuestiona Izumi a Gael.

   —A decir verdad sí, lo es. —dice Gael en un tono tranquilo. —Pero el Primer Ministro Linzik se ha dedicado los últimos años a únicamente liderar las sesiones del Congreso. Dudo que tuviera entre sus pendientes encarar una revolución contra Su Majestad.

   —Entonces alguien cercano a él, ¿qué me dicen de ese tal Azfer? —propone Izumi, ganándose una atención mucho mayor. —Es un ferviente opositor de la Corona, siempre está criticando todo lo que haces, padre. Tal vez ordenó hacer esto para perjudicarte.

   —Izumi, esa es una acusación muy grave. Azfer controla a la mayoría de los ministros dentro del Congreso. No representan un peligro político en mi contra, pero sí generarían un fuerte golpe social contra todo lo que representamos. —Le dice Zuko. —Azfer puede que odie todo lo que significamos para el país, pero no por ello significa que pueda ser el responsable de esto. —determina, dejando a su hija en silencio. —Gael, ve si nuestro cuerpo interno en el sindicato laboral de Kapori descubrió algo interesante. Tal vez estamos dirigiendo demasiado nuestras miradas a lo oficial, y muy poco a los que suelen gritar en la calle pidiendo por nuestras destituciones por no concederles sus deseos.

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