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Una vez me susurraste: estuviste bien.

Juro con mi corazoncito de cristal que caí en una rotunda decepción, mi niño, ¿por qué asistiendo cada domingo a la iglesia cometes el pecado de mentir? ¿por qué si siempre he sido sincera contigo tienes que venir a mi con palabras que ensucian tus virginales labios de desconfianza? Para que me mientas prefiero ser víctima del letargico mutismo que abunda en tu mirada, por eso mismo preferí quedarme callada con millones de emociones recorriendo cada vena de mi anatomía como la sangre que diluye, porque sé que al mirarme ves todos esos sentimientos que escacean en tus ennegrecidos irises, sabes que descubrí tu falacia o que me molestó ver tus manos tan pulcras mancharse como si no fuera nada de relevancia, nada innovador.

¿Pero sabes qué me incertibó a odiar ese momento como ninguno otro? El argumento principal de tus excusas, de tus excusas que siempre han sido tan estúpidas ante mis tímpanos; en ese momento, entraste en pánico, me viste débil como quien mira a una niña huerfana que no deja de llorar por su madre, y mi debilidad fue transferida en tu alma carente de emociones.

Sentiste la puta empatía que tus ojos ausentes me prometieron nunca sentir.

El hombre se vuelve débil por aquella dichosa empatía, me anexo a ese grupo, pero en mi puedes ver ese sentimiento arraigado que anhela darle aquello que necesitas, tú más que nadie sabe como me he impuesto a todo pese mi condición; en cambio, tú nunca te mostraste cambiante con tu caracter severo, nunca te mostraste humano y eso me explicabas con cada monosilabo que escapaba de tus cuerdas vocales. No me gusta estar encima de nadie. ¿Por qué mierda fuiste el primero a acudir a mi, entonces?

Sentiste lástima por mi, sentiste lástima, lástima que quise devolverte através de amargas palabras y de golpes que ya no eran parte de un estúpido juego; pero mi respiración no me permitía pronunciar ni un balbuceo, tampoco quería estallar en llanto por la frustración, ni mucho menos quedar como la maniatica porque nadie entendería el contexto de nuestras miradas y tú simularías demencia ante mi comportamiento. Y lo odié, odié tu lástima, odié tu sonrisa, odié tu conforte, odié tus preguntas, odié tu acto de bondad, odié tanto ese momento que quedó grabado en mi mente.

Lo peor de la circunstancia es que no podría odiarte, porque intentaste, intentaste mentir a alguien que tiene la verdad entre sus dedos, intentaste decirme que estuve bien en el pasado, que no me preocupase por el ahora, intentaste, fallaste y el único testigo fue mi ansiedad. Hasta fallar lo haces de maravilla.

E incluso con tus defectos de creer ser una persona sin sentimientos, sin emociones, sin preocupaciones; me sigues cautivando de la misma forma, día tras día, con mensajes, con ademanes, con sonrisas tortuosas, con ojitos tiernos e inéditos.

¿Sabes por qué? Porque eres tú y solo a ti puedo perdonar con una venda en los ojos, con camino en el abismo, porque tengo la estúpida certeza de que estar a tu lado es estar de la mano con una jodida felicidad.

bizarre thoughtsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora