Capítulo 24

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—¿Está seguro, comandante? — pregunta uno de los ángeles a Luzbel.

—No tengo duda alguna, nosotros somos los que mandan en este mundo, no ellos. ¿Vamos a dejar que se tomen la atribución de venir a nuestras tierras y entrar como si fueran suyas? ¿Vamos a quedarnos con los brazos cruzados cuando vienen y matan a los nuestros?

—¡No! — responden todos los guerreros a excepción de los arcángeles.

—No, no lo vamos a dejar pasar — continua Luzbel —, esto acaba ahora, hemos permitido que vengan aquí y nos ataquen, que vengan a nuestro hogar y aún tengan el descaro de intentar atacar a nuestro padre. ¿Lo vamos a permitir?

—¡No! — repiten igual de enfurecidos.

—Iremos — determina mirándolos a todos —, vamos a enseñarles con quienes se metieron.

Una vez terminado el discurso motivacional, Miguel da unos pasos y gira hasta quedar frente a frente con todos.

—Vayan por sus armamentos, salimos en diez minutos — ordena y al instante se dispersan todos siguiendo las órdenes del arcángel.

Únicamente nos quedamos ocho, e instintivamente nos reunimos en un círculo.

—¿Algún plan en específico? — pregunta Miguel.

—No hay plan — responde Luzbel.

—Yo tengo una idea — habla Abaddon —, podemos entrar a un lugar específico del abismo. Uno donde le quitamos ventaja a ellos. Llegaremos ahí, pero necesitaremos que alguien llame la atención de Lilith y los demás.

—¿Un cebo?

—En efecto.

—¿Quién supones que haga eso?

Abaddon se voltea a mirarme y me resigno al instante. Yo seré el cebo.

—Bien, me parece buena idea — acepta Luzbel y termino de resignarme.

—Está bien — acepto sin alternativa —, entonces vamos al abismo y y llamo su atención.

—¿Alguien dijo abismo? — pregunta una voz externa a los presentes.

Volteo a mirar en busca del responsable y me topo con Raguel.

—¿Qué estás haciendo aquí? — pregunto sorprendida pues tenía demasiado de no verlo.

—¿Me extrañaron? — pregunta abrazándome.

—Ni siquiera notamos que estabas fuera — responde Gabriel y comenzamos a reírnos.

—Tenía la esperanza de un "nos hiciste tanta falta...", pero vamos, quién tendría esperanzas en un caso perdido.

—Solo bromeaba.

—¿Qué hacemos aquí? — pregunta formando parte del círculo ahora.

—Atacaremos el abismo — responde Luzbel con naturalidad.

—¿Van a qué? Pero, ¿por qué?

—Alguien no ha sabido de los últimos ataques directos que hemos sufrido por su parte. Además Uriel robó a mi hijo.

—¿No era su hijo?

—Es mío.

—De acuerdo, no interferiré en ello.

—¿Entrarás? — pregunta Miguel.  

—¿A una guerra? ¿Un acto injustificado que no deberíamos de hacer? Sí, me agrada.

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