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Sucrette lo entendió perfectamente, le abrazó con cuidado y besó delicadamente sus mejillas para mirarle con ternura.
—Tranquilo... Tranquilo, todo va a pasar... —le susurró a Nathaniel, sujetandole tan cariñosamente como si fuera un muñeco que en cualquier momento, por el más mínimo viento se rompería.
—No Su, nada va a estar bien... —susurró nuevamente entre sollozos— Castiel me odia... me detesta, y yo me di a odiar por él. Soy lo peor...
La castaña tomó las mejillas de este para que la mirara, se notaba algo enfadada por las palabras del rubio.
—No digas eso... —le corto con sus palabras— Esta bien, cometiste un error, pero cualquiera lo hace. Sólo veías lo mejor para los dos a costa de tu dolor, Nathaniel. Hiciste algo muy noble pero no de la mejor manera.
—Pero, Su...
—Sin peros. Él te ama, tal vez se desesperó por el hecho de que no le dijeras nada pero eso no borra lo que siente por ti, te apuesto que solo esta enfadado.
Nathaniel le sonrió, le agradecía tanto a la castaña estar con el en momentos así, por algo era su mejor amiga.
—Gracias —suspiró un poco, aunque casi nada más tranquilo, y besó la mejilla de Sucrette.
Unos aplausos se escucharon.
—Vaya, vaya —la sarnosa voz de Kentin se hizo presente—. Con que el marica no es tan marica.
Nathaniel miró el suelo, un grupo se armó alrededor de Sucrette y Nathaniel, ¿es que acaso no podían dejarlo en paz? ¿Tanta era la diversión que les daba molestar a alguien que ni siquiera sabían de su existencia hace unas semanas? Más el no se soltó del brazo de Sucrette, el se sentía protegido allí.
—¿O será que la estas usando para olvidar a tu crush gay?
Ni él, ni Sucrette hablaban. Defenderse era en vano, preferían estar ahí abrazados dándose apoyo mutuo.
—¿Qué? ¿Te diste cuenta que Castiel no te iba a prestar atención?
Todos rieron, para cualquiera siquiera imaginar que el menor estaba enamorado del chico más deseado y más bueno del lugar era motivo de burlas.
Nathaniel trató de no llorar con todas sus fuerzas, si tan solo supieran que Castiel es su novio... y que el le había fallado.
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Castiel se enteró luego de lo ocurrido.
—“¿Sabes, Castiel? Hoy nos enteramos que un marica de nuestro salón te tiene ganas, al parecer se llama Nathaniel”
El pelirrojo se levantó de golpe y salió del lugar lo más rápido que pudo a paso fuerte y pesado, si se quedaba más tiempo en aquel lugar terminaría matando a cada uno de ellos.
Que lastima que no se quedó, si lo hubiese hecho se enteraría de lo que Nathaniel le ocultaba y de lo mal que lo estaba pasando.