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—Por favor dime que te pasa
—No es nada amor, tranquilo...
Algo raro estaba ocurriendo aquí, le resultaba tan extraño ver a su novio no poder alzar nisiquiera una pequeña sonrisa. Sus labios rendidos en una mueca triste devastadora y sus ojos fúnebres que ahora miraban un punto fijo, pues no lo ha podido mirar a los ojos en todo el día.
—Nath algo te ocurre, no me mientas.
Mentira. La palabra le llegó como el golpe más bajo, odiaba mentirle a Castiel, nunca lo había hecho a decir verdad, pero no quería ser un problema, no quería que Castiel se metiera en problemas por una tontería tan minúscula.
El pelirrojo se preocupó aún más al no obtener respuesta, nisiquiera le estaba contradiciendo el que mintiera.
—En serio, no es nada...
—Si te afecta para mi lo es todo, Nathaniel —suspiró ya exasperado, tratando de mantener la calma pero Nathaniel no quería decirle nada—. ¿Es que acaso ya no confías en mí?
Y no hubo respuesta logrando alarmar más Castiel. No es que Nathaniel no confiará en él, claro que confiaba en él pero tenía miedo de la reaccion y las acciones de este, pensaba que estaba haciendo mejor al no decir nada y llorar en silencio.
Pero no pudo más.
Tenía tanto miedo, se sentía tan mal y tan culpable de mentirle que más quería en el mundo, le dolía tanto todo su cuerpo, sólo quería liberar todo eso.
El silencio luego de la pregunta fue detenido por pequeños sollozos, pequeños sollozos que reibaron en la habitación como sonido principal, llenos de dolor y pena.
Castiel ya no podía más, estaba entrando en pánico, quería ayudar a Nathaniel pero este no le decía nada y ahora se ponía a llorar, odiaba ver a Nathaniel llorar lo detestaba, pero la exasperación pudo más con el.
— ¡¿Podrías decirme que te ocurre?!
Los sollozos cesaron repentinamente, la habitación quedó en silencio una vez más, la mirada cristalina de Nathaniel le miraba con miedo, Castiel nunca le había gritado luego de ser novios, los iris ámbar se llenaron aún más de lágrimas que desbordaban unas tras otras sin detenerse, agachó la mirada para que no lo viera.
—Eres igual que cualquier otro bravucón —pronunció débilmente, arrepintiéndose instantáneamente de sus palabras.
Castiel lo miró indignado, el rubio sabía que no le gustaba le recordará los tiempos en que era un bully y molestaba a los niños, que era algo de lo cual se avergonzaba y que le había dejado con la reputación que tiene hasta el momento.
—Si sólo soy un jodido bravucón más ¿por qué estás conmigo?
Nuevamente no hubo respuesta alguna.
El silencio fue interpretado de la peor forma y Castiel se fué de su habitación dejando a Nathaniel entre las cuatro paredes en un silencio aniquilador.
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