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—Entonces, eso es lo que te hace llorar.
El sol pegaba demasiado fuerte, claro era de esperarse un día de pleno verano.
Un día que podría ser asociado con lo bonito pues cumplía los requisitos para eso, ya sea, nada de nubes, ningún viento, sol en su más vivo esplendor, niños jugando por ahí en el parque.
Un día perfecto para historia felices con finales felices, más en un lugar sentados bajo un árbol, Nathaniel estaba con el que hasta ahora era su mejor amigo, Castiel.
Llevaban más o menos dos o tres meses de amistad, lo dejo a su juicio, lo justo para tener confianza pero tampoco para poner tu vida en bandeja para el otro.
Nathaniel se sentía tranquilo con él, ya el tiempo les había dado una relación tan bonita, se veían a diario, aunque no se atrevían hablarse en el colegio. Ahí comenzó esa regla, por ahora eran amigos en secreto.
Todo por el bien del menor.
Aunque esa paz se vio bastante afectada una vez que el menor llegó llorando al parque una vez más, corriendo apenas vio al azabache, correr a sus brazos.
Sus pequeños brazos se enroscaron alrededor de su cuerpo apresandole como enredadera, buscando tal vez el afecto que necesitaba, escondiendo su rostro en el cuello del mayor. Nathaniel solo logró que Castiel escuchará más cerca los sollozos causándole un dolor en su pecho.
En ese momento prefirió no preguntar y solo acariciar su cabello, sólo escu harño llorar por mucho que le doliera, sólo sentir el cuero del contrario moverse nervioso y angustiado. Sólo estar para él.
Era la segunda vez que le veía llorar, la primera fue cuando lo conoció y se enganchó del menor por su forma de ser. No podía mentirse así mismo, sintió una atracción por Nathaniel el día en que lo vio por primera vez entrar al aula, el resto ya fue cosa del tiempo, y notando que el tiempo poco a poco los quería ver juntos.
—Si... —Nathaniel acababa de perder un peso en sus hombros, se podría decir que incluso se sentía más liviano, más tranquilo. Pero ahora era Castiel quien no se sentía tranquilo, no sabiendo que el menor pasaba por este tipo de cosas.
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Entró al baño encontrándose al pelirrojo mirando el suelo, parecía perdido.
—Castiel... —busco los ojos grises del contrario, aquella que le encantaba, este lo miró y le sonrió delicadamente. Dedicándole la sonrisa a nadie más que a él.