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¿Saben cual es el sentir más horrible? ¿El dolor? Claro que no. ¿La ira? No, aunque quizás. ¿La tristeza? Podría ser, pero no. ¿La vergüenza? No, para nada.
La frustración... Eso que tenía ira y tristeza juntas, todo mezclado con el poder de hacer nada, eso conlleva a frustrarte por el simple hecho de no poder evitarlo que suceda, de no poder hacer absolutamente nada.
Castiel en estos momentos sentía eso... Una vez más.
¿Recuerdan que Amber había estado fijándose en la existencia de su hermano? Pues sí, ahora Nathaniel estaba siendo expuesto a ella, a sus bromas y burlas crueles.
Nathaniel ahora estaba hablando con Sucrette, estaba tranquilo y de vez en cuando Castiel lo miraba a una distancia prudente asegurandose de que todo estubiera bien. Encantandose con la sonrisa de su novio.
Entonces escuchó.
—“El delegado es un marica de mierda.”
Todos los chicos y chicas del comedor reían del chico del que Amber apuntaba entre risas llenas de burla y maldad, risas horribles hacía la persona que él más amaba.
Nathaniel se achicó en su asiento, odiaba que las personas se fijarán en él y más sabiendo que eran burlas hacia su persona. Trato de no tomar el comentario de su hermana en cuenta y no sentirse mal por eso, pero era imposible.
Entonces Amber paso por su lado, acercandose más de la cuenta para solo agregar más palabras a su acusación.
—Eres un asqueroso come pollas ¿Creías que no lo iba a saber? —soltó lo suficientemente alto como para que todos los de alrededor escucharán pero sin gritarlo. Dió una sonrisa llena de maldad y salio de ahí como si hubiera ganado algo. Quizás el premio a la guarra más estúpida.
Sucrette abrazó a Nathaniel y lo sacó de ese lugar al observar que sus ojos estaban completamente cristalizados y que no resistiría por más tiempo.
Castiel se le hizo nudo la garganta... Se sentía tan frustado de no poder defenderlo, de no poder consolarle, de no poder matar a su maldita hermana, arrancandole uña por uña.
Y él mismo se sentía un idiota por no poder hacer nada por su novio.
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—Nath... ¿Estas bien bebé?
—Si, claro que lo estoy...
—Por favor, no me mientas.
—...—
—Sabes que no debes de tomar encuenta a la estúpida de tu hermana.
—Lo sé... Cassy.
—¿Si?
—Abrazame y besame.
—Como tú digas bebé.
Nadie, absolutamente nadie volvería a dañar a Nathaniel. Eso se lo prometía.
