El primer mes fue un desastre completo.
Entre amores y desamores, un poco de escándalos, viajes, peleas, y lo más importante: sexo.
Bueno, eso según Erick.
La segunda y última vez que tuvieron una reconciliación, cuando le dió la noticia a su novio de que estaba embarazado, pidió muchas veces que le dijera que lo amaba.
Y obtuvo lo que quería, aunque acompañado de una grandiosa explicación que terminó por hacerle entender cuánto le costaba al castaño enamorarse y decir que lo hacía.
—Tú comenzaste a mirarme desde que volví acá, hace dos años —le dijo con tranquilidad, y él sólo asintió—. Comenzaste a concentrarte tanto en mí que te enamoraste, pero tuviste dos años para estar seguro de eso —le sonrió, pasando una mano detrás de su cintura, pegándolo a él—, yo en cambio, he tenido sólo un mes para hacerlo, y te has desesperado terriblemente. Si hubiese sido al revés, seguro te hubieses alterado si yo te decía que no te quería más cerca, sólo por no decirme dos palabras.
Erick suspiró profundamente y terminó por asentir, escondiéndose en el cuello del mayor.
—Lo entiendo, hice mal —murmuró sintiendo su cabello ser acariciado—. Pero ahora no hará falta que el bebé y yo nos enojémos, ¿no?
—Te amo —elevó su rostro para que lo miráse y sonrió—. A ambos, y ya no hay más.
—Yo también te amo.
Christopher le besó con dulzura, como toda la tarde había estado haciendo.
Y así pasaron los días, recibiendo mimos y besitos empalagosos del castaño, sintiendo cada vez más como intentaba consentirlo para no verlo enojado o triste.
Además, que se corrompía más fácil de lo que esperaba, dejándose hacer como el ojiverde quisiera.
A la siguiente semana, llegando el segundo mes, tuvo un día completo de consolar a Christopher y no se arrepentía. Al día siguiente tuvo su recompensa.
Y no. Entonces no era por el sexo, sino más bien porque le había llevado a comer a un buffet, caray, casi terminó con una barriga de nueve meses de pura comida.
Christopher reía cada vez que lo veía meterse otro bocado, y él sólo le miraba mal.
—Mi amor —le habló el castaño, sobando su mejilla—, eres muy tierno.
—Tierna tu madre, déjame comer.
Sus malas respuestas cada vez que tenía la boca llena eran lo mejor para su novio. Realmente era muy bonito ante sus ojos.
—Vas a tener que hacer ejercicio —espetó el castaño desviando la mirada para no ver si le hacía malas caras o algo—. ¿Qué te gustaría hacer?
Se quedó unos segundos en silencio, sólo mirándole con seriedad mientras masticaba su comida, y al final, se encogió de hombros, llenándose aún más la boca.
—Coger.
—Erick —se quejó con sus mejillas volviéndose rojas—, hablo de ejercicio real.
—Coger es mucho ejercicio —admitió con seriedad—. Además nos gusta más, porque no lo vemos como obligación.
El castaño bufó, asintiendo por fin.
—Te ayudaré con eso, entonces.
—No Christopher, yo quería decirle al vecino, él trabaja como entrenador en el gimnasio —se quejó alargando las palabras y el castaño lo miró mal, obligándolo a reír—. Es mentira amor, ni siquiera un espécimen perfecto con músculos perfectos y rostro angelical como él se vería más sexy que tú en la cama.
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Aprendí a amarte || Chriserick.
FanfictionY cada mes, puedo decir que mi amor crece tanto como tu barriga.